Cuando conocí el famoso vídeo en el que unos estudiantes interpelaban públicamente y con dureza a Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, criticando el régimen cubano sentí una alegría sincera motivada por la esperanza de que las cosas empezaran a cambiar en la penosa dictadura. Eliécer Ávila, uno de los estudiantes que aparecen en el vídeo, preguntaba a Alarcón por qué no se permite a los cubanos salir de la isla, por qué no se pueden alojar en hoteles como los extranjeros o por qué se cobra en una moneda y se compra en otra. Las respuestas de Alarcón, ambiguas y absurdas, dicen mucho sobre la estupidez del régimen cubano ─«si todo el mundo, los 6.000 millones de habitantes, pudiesen viajar a donde quisieran la trabazón que habría en los aires del planeta sería enorme. Los que viajan realmente son una minoría»─.
Leo hoy la noticia de que se ha detenido a Eliécer Ávila y la esperanza del cambio se ha disipado. Más de lo mismo en Cuba, hecho que aprovecho para ratificar lo dicho en el vídeo de Amnistía Internacional y expresar mi disconformidad ─queda patente─ con la dictadura de Fidel Castro.
Hace poco, un chico «de izquierdas» me dijo completamente convencido que los cubanos eran felices, y que si se quejaban se debía al daño que el imperialismo les causaba incitándolos a tener demasiados deseos. No sé si es ingenuidad o mala fe, pero resulta patético que aún haya apologistas de Fidel.
Lo más curioso es que se ha convertido en un país mediático. Uno ve y oye cosas de la isla como si estuviese en un programa de televisión. Se sabe todo, pasa de todo. El mundo se entera, y ellos no.
Es como un Gran Hermano organizado en torno a la Revolución.
«Fidel, estás nominado».
Qué pena. Y ya verás lo que pasará después. Llegará EEUU y convertirá la isla en un inmenso McDonald´s.
Qué pena por el pobre pueblo cubano.