Churchill, conocido como Jack el Loco

Churchill, conocido como Jack el Loco

   Entrar en batalla armado con una espada, un arco y un carcaj de flechas no parece especialmente extraño si estás en la Edad Media o en la Tierra Media, pero ponerse de esta guisa frente a un tanque o a soldados armados con pistolas, fusiles o lanzacohetes parece algo tan ridículo como estúpido. Algo, sin embargo, a la altura de John Malcolm Thorpe Fleming Churchill, que no en vano fue bautizado con el apodo de Jack el Loco.

   Graduado en la Real Academia Militar de Sandhurt en 1926, Churchill destacó especialmente en el tiro con arco, lo que le valió un pequeño papel en una película de 1924 titulada El ladrón de Bagdad y le llevó a los campeonatos mundiales de tiro con arco de 1939 en representación de Gran Bretaña. Ese mismo año daba comienzo la Segunda Guerra Mundial y Churchill se reincorporó al ejército, convirtiéndose en el segundo al mando de una compañía de infantería. Fue en ese momento cuando empezó a hacerse conocido por lanzarse al combate armado con su espada y su arco. En la batalla de Dunkerque, en 1940, Churchill consiguió herir a varios soldados enemigos con sus flechas. En 1943 comandó, espada en mano y en mitad de la noche, la captura de un puesto de observación en Salermo, donde hizo 42 prisioneros.

   Pero además del tiro con arco había otra habilidad que a Churchill le gustaba poner en práctica en medio de la batalla: tocar la gaita. En mayo de 1944 realizó una operación fallida en Yugoslavia. Cuando lo que quedaba de su tropa ‒seis hombres‒ fue rodeada por el enemigo y empezaron a lanzarles proyectiles, Churchill hizo lo que habría hecho cualquier soldado con sentido común en esa misma situación: ponerse a tocar su gaita. Finalmente, Jack el Loco, único superviviente, fue capturado y se le trasladó a Berlín para ser interrogado porque se pensó que podía ser pariente de Winston Churchill. Más tarde se le transfirió al campo de concentración de Sachsenhausen.

A la derecha, Churchill armado con su espada

A la derecha, Churchill armado con su espada

   Sin embargo, un campo de concentración era poca cosa para Churchill. En abril de 1945 aprovechó un fallo en el sistema eléctrico del campo para escapar. Después de caminar durante ocho días se encontró con tropas estadounidenses. Cuando se le informó de que la guerra estaba a punto de acabar el Loco se lamentó por haberse perdido un año entero de la guerra por estar preso. Para consolarse, Churchill se dirigió a Birmania, donde la guerra contra Japón todavía seguía. Pero cuando llegó las bombas atómicas acababan de ser arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, por lo que la guerra también allí estaba a punto de terminar. Ante esta contrariedad Churchill llegó a afirmar: «Si no fuera por esos malditos yanquis podríamos haber tenido guerra por lo menos para diez años».

   Después de la Segunda Guerra Mundial Churchill continuó con sus aventuras bélicas, primero como paracaidista y después como segundo al mando del Primer Batallón de la Infantería Ligera Highland, en Palestina. Terminó por retirarse del ejército en 1959 y mantuvo una vida relativamente tranquila hasta su muerte en 1996.

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