Según el escritor Brian Kannard, sí. Recientemente ha publicado un ensayo titulado Steinbeck: Citizen Spy, donde sostiene que el ganador del premio Nobel trabajó como espía para la CIA al menos entre 1950 y 1960. Kannard, que ha entrevistado entre otros a Thomas Steinbeck ‒hijo pequeño del autor‒ y al dramaturgo Edward Albee, sacó a la luz en 2012 dos cartas que estaban en poder de la CIA y que demuestran que Steinbeck se ofreció a espiar para su país. El autor planeaba un viaje por Europa a finales de 1952 debido a un encargo de la revista Collier y en enero aprovechó para enviar una carta a Walter Bedell Smith, director de la CIA, donde expresaba sin rodeos sus intenciones de colaborar con la agencia: «Si durante este [viaje a Europa] pudiera prestarle algún servicio a usted o a su agencia estaría más que contento».
Unos días más tarde Smith envió de vuelta la respuesta: «En efecto, puede ser una ayuda muy valiosa para nosotros que mantenga los ojos y los oídos abiertos en lo que respecta a los cambios políticos de las zonas por las que viajará y demás cuestiones que parezcan no tener importancia y que podrían pasar por alto en los informes ordinarios». Además, en la nota Smith invitaba a Steinbeck a tener una reunión cara a cara en Washington para discutir los detalles de la colaboración, aunque nada se sabe sobre ese encuentro. En esos momentos Estados Unidos y la Unión Soviética estaban en plena Guerra Fría y la oferta de una figura pública y laureada como Steinbeck, que viajó hasta en tres ocasiones a la URSS, era muy valiosa. Su fama literaria era suficiente garantía para viajar por todas partes sin levantar demasiadas sospechas.
Y todo ello a pesar de que en el pasado Steinbeck había tenido un peligroso acercamiento a escritores y periodistas de izquierdas e, incluso, en 1935 se unió a la Liga de Escritores Americanos, una asociación comunista que contaba entre sus filas con autores de la talla de Thomas Mann, Ernest Hemingway o William Carlos Williams. De hecho, parece que el FBI investigó en profundidad a Steinbeck y como no se pudo encontrar nada en su contra J. Edgar Hoover, director de la agencia, movió sus hilos para que el Servicio de Impuestos Internos hiciera auditorías todos los años al escritor solo para molestarlo. Steinbeck se quejó públicamente del acoso en numerosas ocasiones e, incluso, en 1942 escribió una nota a Francis Biddle, fiscal general del estado, en la que decía: «Creen que soy un extranjero enemigo. Esto se está haciendo pesado». A día de hoy el FBI lo sigue desmintiendo.
Pero Kannard va todavía más lejos y propone que Steinbeck hubiera podido ejercer de espía para la CIA antes de 1952. En 1947 el escritor visitó la URSS junto a Robert Capa y probablemente reuniera información muy valiosa para EE.UU. De cualquier forma, la postura política de Steinbeck siempre fue cambiante y nunca llegó a estar del todo clara. A pesar de no haber sido llamado a declarar ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses no dudó en dar la cara por Arthur Miller cuando este se negó a dar nombres en 1957. Sin embargo, diez años más tarde, cuando fue enviado a Vietnam como corresponsal de guerra, mostró grandes simpatías hacia el ejército de EE.UU., posiblemente por su amistad con el presidente Lyndon B. Johnson, demostrando así que hizo y dijo en todo momento y a lo largo de toda su vida lo que le dio la gana.
Me sorprende, más no me molesta en lo absoluto, él fue un gran autor y mi opinión acerca de sus obras sigue igual, es mi autor favorito y lo será por siempre ¡tengo un tatuaje con su firma en mi brazo! soy una ñoña lo sé 🙂