Creo que la manera de aprender a escribir es leyendo y escribiendo. Aparte de eso, poco. Hay libros que tratan el cómo y he leído multitud de consejos de grandes escritores sobre ese cómo, pero si soy sincero, no creo que sirva de mucho y no me importa lo legendario que sea el autor que da el consejo. Si lees suficientes, pronto empiezan a contradecirse unos con otros, lo cual dice bastante sobre la verdadera naturaleza de la escritura.
Respecto a esos consejos, están desde los muy sensatos, como los de Kurt Vonnegut, hasta los directamente incomprensibles, como los de Kerouac. «Escritor-director de películas terrenales patrocinadas y angeladas en el cielo». Sospecho que el bueno de Jack, cansado de que le preguntaran por recomendaciones, dio esas 30 puntadas hacia ninguna parte, para que muchos se ocuparan descifrándolas en vano y creyendo encontrar en ellas las verdades del mundo. Al menos mientras lo hicieran, ya no preguntarían.
Desde pequeñito aprendí que mejor ver lo que la gente hace que lo que la gente dice ‒no he aprendido mucho más, pero eso sí‒. Así que más de dos veces he leído sobre las vidas de los que escriben, sobre cómo lo hacían en vez de lo que decían. Pero claro, mala idea hacer lo que los escritores hacen.
Si siguiera el ejemplo del nombrado Kerouac, escribiría a la luz de una vela hasta que se apagara, lo haría en un solo papel continuo interminable para deleite de editores y me rompería la cabeza, literalmente, intentando ciertas posiciones de una especie de yoga inventado. Tras ver eso piensas que quizá sus consejos sí eran sinceros y simplemente incomprensibles. Pero claro, mala cosa es ir a esos beatniks trasnochados que no creían en nada, mejor los clásicos.
Víctor Hugo, un tipo serio, comprendía el poder de la restricción (un tema que da para mucho, como el poder de la rutina), él sabía que la mejor manera de ponerse a escribir es no tener otro remedio, porque si lo tienes, escapas por él. Así que se quedaba desnudo y le pedía al ama de llaves que escondiera su ropa bajo llave. Como no podía salir a la calle así, pues se quedaba en casa y no tenía más remedio que escribir.
He aquí un inciso, para fastidiar las leyendas interesantes como siempre. Al parecer ésta es más o menos cierta, pero no había ama de llaves ni desnudez extrema, se ponía sólo una extraña prenda y él mismo ponía su ropa bajo llave. Como no podía ir a ningún lado con esa pinta, al final se sentaba y escribía.
Algo que hacen muchos es no parar de juntar letras cada día, cada día, hasta alcanzar ciertas miles de palabras. 3000 para Normal Mailer y Conan Doyle, 1000 para London, 1800 para Wolfe… Joyce, sin embargo, pensaba que algunas jornadas, con dos frases bien puestas, ya valía y se ponía el sombrero para ver qué había por los bares. Wilde decía algo similar, que ponía y quitaba una coma, sudaba lo indecible en el intento y ya daba el día por empleado.
Cinco escritores después, dejas de hacer caso también a lo que hacen, por lo de no volverte loco y otras minucias.
Entonces te das cuenta de la mejor lección. Si ésta existe, se basa simplemente en hacerlo. Hacerlo como sea, eso es lo que importa. No está bien y no está mal hacerlo de una manera u otra, lo único que tenían en común los grandes es que lo hacían sin importar las circunstancias. Aparte de eso, poco.
Y es que al final, «yo lo único que quiero en la vida es escribir bien», pero no es fácil figurarse el cómo y la respuesta perfecta no existe. Supongo que lo haces y lo haces, hasta que un día a lo mejor sale y muchos no.
Sí, la difícil tarea de escribir, sin importar a qué hora ni de qué manera. Nada de rutinas, o sí, pero nada de ídolos en los que reflejarse y nada de imposiciones, sólo una, la única, la que merece la pena… Gran artículo. Gracias. Me ha encantado. Un saludo.
A mi me gusta pensar en que gran parte de los escritores famosos han escrito auténticas mierdas y han sido terríblemente prolíficos en su vida, de modo que algo, alguna vez, cayó en gracia a alguien con voz y voto, y eso llevó al estrellato (y la pasta) al artista.
Si al morir me doy cuenta de que no he triunfado como escritor mi último pensamiento será: «Bueno, me lo reconocerán después.»
😛
Habrá tantas maneras de dedicarse a escribir como escritores haya. No creo que exista un manual para hacerlo mejor, no me refiero a los de ortografía, ni seminarios que garanticen el poder desarrollar esta aptitud. Cada autor recalca la manera de hacerlo a su modo y esto no pasa de ser una simple anécdota por su parte.
Dostoievski escribía para pagar las deudas que lo apremiaban. Capote para escapar del infierno en que se había convertido su vida. Sué para alargar los capítulos de las novelas que publicaba en un semanario. Y así cada uno.
Lo que creo que se requiere es poseer la tenacidad y la constancia para poder lograrlo, y hacerlo a tiempo.
De otro modo puede repetirse la historia del autor de «La conjura de los necios» que ganó un Pulitzer, la publicación de su obra y la fama correspondiente 12 años después de su muerte por suicidio. Igual que Klaus Mann, el hijo de Thomas.
Permítame, por favor, hacer una aclaración: «Igual que Klauss…etc.» se refiere al tipo de muerte que éste tuvo y no al premio obtenido por John Kennedy Toole.
Gracias.
Ray Bradbury alquilaba una máquina de escribir por horas, ya que tenía unos hijos muy ruidosos y una parienta mandona, y escribía durante ese rato en cualquier rincón de la misma tienda. Por lo visto, una tienda de máquinas de escribir no es tan ruidosa como una tienda de guitarras y, como mucho, había otros tecleando sus cartas; contaba Bradbury que ese sonido le permitía entrar estado de flujo.
Considero que un horario estricto puede ser considerado un lujo necesario para aquellos que lograron hacerse un nombre.
En los inicios todos debieron escribir como sus actividades se lo permitieran. El ejemplo de Bradbury es la generalidad y no la excepción.
Henry Miller escribía bien cuando estaba sobrio y mucho mejor cuando estaba borracho. Las máquinas de escribir prestadas que usaba iban a parar directamente a la tienda de empeños. Lo cuenta él mismo.
Faulkner era un empleado de oficina que «robaba» tiempo para hacer lo que le gustaba a escondidas: escribir.
Stephen King cuenta que escribía sobre la vieja lavadora de la casa rodante donde vivía con su madre.
Jules Renard y García Márquez lo hacían durante 18 horas diarias cuando eran todavía desconocidos.
Y Cortázar, Borges, Sade, Kierkegaard…cada uno un mundo sin reglas.
Posiblemente la fama y el reconocimiento normaron la vida rutinaria de muchos que se volvieron ricos y famosos, aunque resulta penoso saber que en algunos también ayudó a mermar su calidad. Y no solo la literaria.
Escribir! tarea que no es nada fácil, tener un buen escrito que envuelva, encante, enamore, trascienda, en fin. No es nada fácil. Bastante toca leer y escribir para poder llamar nos «escritores». Que buen articulo.
Escribir… apasionante oficio en el que interviene cierta dosis de inspiración, constancia y fe en lo que uno crea. La hora o el medio en el cual escribes (Sea en una hoja de papel, utilizando una antigua máquina de escribir, en la computadora usando tu procesador de texto favorito) no importa mucho. Si tienes la necesidad «visceral» de plasmar todo lo que en tu mente circunda y revolotea, debes hacerlo. de lo contrario, te estarías perdiendo quizá de hacer realidad una interesante historia. Quien sabe…
Vaya. Leí este artículo la semana pasada y me encantó y estaba segura de haber dejado un comentario. Algo me falló porque me ha pasado en más sitios.
Ese último párrafo es muy bueno y resume lo que ha de ser el trabajo de escritor. Para escribir bien, además de leer para aprender, hay que escribir y escribir… y dejar reposar y atreverse a escuchar. A veces te da ese ramalazo visionario de «qué bien me ha quedado esto» o «¿y esto lo he escrito yo?», pero también hace falta un poco de perspectiva ajena. Si te gusta demasiado lo que has escrito, no eres objetivo. Si le gusta a otro, puede haber algo ahí. Si no le gusta nada… también puede haberlo, no van a acertar siempre. En serio, escribir y hacerlo bien es, sobre todo, trabajo: constancia, esfuerzo, paciencia e, incluso, esperanza. Y supongo que confianza, aunque esto a veces cuesta más.
Gracias por el artículo.
[…] poco colaboraba para el magnífico blog “La piedra de Sísifo”, con un artículo sobre cómo escribir igual que los grandes. Ya anticipo que no hay secreto, pero muchos escritores tenían sus trucos para lo importante, que […]