Sé que a estas alturas no voy a hacer el descubrimiento del siglo, y posiblemente muchos lo sabrán ya, pero no quería dejar de dar noticia de algo tan baladí en el funcionamiento del mundo como puede ser la autoría del Lazarillo. Efectivamente, ese libro que estudiamos hace años en el colegio, que amamos –algunos– porque nos acompañó en nuestros primeros pasos literarios y que nos enseñaron que no tenía autor, porque no se conocía, y eso hacía que el libro fuera un poquito más de todos, parece ser que por fin abandona la orfandad.
No, no me estoy haciendo eco de una de las innumerables teorías rocambolescas sobre la novela que inicia el género picaresco. Y digo rocambolescas porque como señala Francisco Rico ya los primeros lectores del Lazarillo entendieron que el tal Lázaro era persona de carne y hueso, autor real de una autobiografía real. A partir de esta primera atribución poco acertada se suceden los autores del Lazarillo, ya desde 1605 en que el jerónimo fray Juan de Ortega propone como creador de la obra a su compañero fray José Sigüeza. Y, como diría don Quijote, con la Iglesia hemos topado, porque el dean de Peterborough atribuye el libro a un grupo de obispos durante el viaje al Concilio de Trento. Entre otros autores posibles que se han barajado se encuentran Diego Hurtado de Mendoza, Lope de Rueda, Sebastián de Horozco, o Juan y Alfonso de Valdés.
Ya dijo F. G. Bell que el Lazarillo debía estar escrita «por algún humanista de la España renacentista, por un intelectual». Efectivamente, todo parece indicar, y en ese sentido sí hay unanimidad de la crítica, que el autor del Lazarillo es un intelectual que se encuentra dentro de la órbita del erasmismo. A partir de una iluminación cuasi divina y tras una minuciosa investigación Rosa Navarro Durán vuelve a defender que el autor del Lazarillo sin lugar a dudas es Alfonso de Valdés. Sin embargo, quedan importantes lagunas a las que parece no haber respuesta. Las tres primeras ediciones que se conservan del Lazarillo son de 1554, y el problema es que Alfonso de Valdés murió en 1532. A no ser que Valdés sea el primer muerto que escribe un libro en la historia de la literatura, cosa aparentemente poco probable, Navarro Durán defiende que la redacción del libro se produce en los años veinte, aunque no se conserva ninguna edición. Navarro Durán sitúa la obra entre la expedición a Gelves de 1510 y las cortes de Toledo de 1520, pero también cabe la posibilidad, defendida por Rico, de que El Lazarillo se refiera a la expedición de Gelves de 1525 y a las cortes de Toledo de 1538. No voy a entrar en las minuciosas disquisiciones sobre la fecha de composición del Lazarillo, puesto que me llevaría demasiado tiempo y espacio, y únicamente quiero indicar que no es una cuestión tan zanjada como Navarro Durán pretende demostrar.
Siguiendo en la línea de las hipótesis, Navarro Durán considera que el último párrafo del prólogo, el que empieza «Suplico a Vuestra Merced…» queda inconexo dentro del prólogo, donde es el autor el que se dirige a los lectores y no Lázaro de Tormes a Vuestra Merced, y que en realidad correspondería al principio del primer capítulo. Defiende que falta un folio en el prólogo, donde se cuenta el argumento de la obra, y donde posiblemente aparecía algún dato que prefería mantenerse en la sombra. Por último, hilando fino, concluye que en el argumento de la hoja perdida se diría que el Vuestra Merced era una mujer, y concretamente una dama que se confesaba con el Arcipreste de San Salvador y que quería que Lázaro le contara el caso para conocer la validez moral de su confesor.
Para los amantes de los datos objetivos, y a falta de un documento histórico que diga explícitamente que Alfonso de Valdés es el autor del Lazarillo, Navarro Durán ha realizado las concordancias entre esta obra y el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma y el Diálogo de Mercurio y Carón. Por supuesto que las concordancias no son una prueba irrefutable, pero desde luego sí aportan pruebas más objetivas y palpables. Las semejanzas no son únicamente léxico-semánticas y gramaticales, sino que se encuentran dentro de la misma órbita erasmista de crítica a los estamentos eclesiásticos y cortesanos. Baste recordar que la autoría del Diálogo de Mercurio y Carón no se le reconoce a Valdés hasta 1925.
Como se comprenderá la teoría de Navarro Durán ha sido acogida por la crítica con mucha cautela. Fernando Lázaro Carreter afirmaba que aunque la tesis era interesante se necesitaba seguir investigando y aportando pruebas. Y la autora ha seguido investigando por supuesto: recientemente ha escrito un artículo titulado «Lecturas en el Lazarillo y lectores del Lazarillo» para las Actas del II Congreso Internacional de la Sociedad Española de Estudios Literarios de Cultura Popular, donde sigue profundizando en el tema.
Desde luego parece que la teoría tiene consistencia, pero la autora de Alfonso de Valdés, autor del «Lazarillo de Tormes» –editado en Gredos– tal vez se precipite al afirmar de forma tan categórica y rotunda que Alfonso de Valdés es el autor del Lazarillo, llegando incluso a poner el nombre de este autor en una edición del Lazarillo. Esto me parece tan arriesgado como la atribución que hace D. A. Nelson del Libro de Alexandre a Gonzalo de Berceo. Pero eso ya es otra historia.
Para aquellos a lo que les interesen más datos acerca de la investigación les remito a una página elaborada por dos alumnas de la profesora Rosa Navarro Durán donde se incluye información sobre el autor y sus obras, las concordancias, artículos de prensa, últimas novedades y últimos estudios, etc.: www.elazarillo.net.
Qué teoría más interesante, gracias por darla a conocer. Yo también soy como tú, cautela, no demos las cosas por zanjadas todavía. Más investigación y menos creer que hemos descubierto América…
Un saludo.
De nada Meritxell. La verdad es que esta entrada la escribía con no poca melancolía. Al fin y al cabo, uno ya se acostumbra a ciertas cosas, y desde luego, qué duda cabe que el anonimato del Lazarillo era una de ellas. Pero parece ser Rosa Navarro Durán seguirá dando guerra y hasta que no lo demos por un hecho cierto no parará con sus investigaciones. Sana persistencia. Un saludo.
Interesante tema, pero me temo que no quedará zanjado. Pasa igual que con otras muchas obras de la literatura española aceptadas como anónimas por desconocimiento. El tema promete y seguiremos su proceso, pero ante todo cautela.Saludos, Santino
He quedado asombrado tras la lectura de los artículos. De todos quisiera hablar, pero sólo me detendré, asi sea un par de segundos, ante éste. Lo que me atrae, la morbidez del lector, es que una dama haya encargado curiosear en el ropero de su confesor, por si había un esqueleto escondido. Y ya tenemos el anticipo de una novela negra al estilo de Umberto Eco, contando además la investigación misma de Rosa por conocer el autor de El Lazarillo. Una novela negra sobre otra. Es fascinante. Y ojalá nunca se sepa, pues en el día que conozcamos su autor, o autores, El lazarillo dejará, en buena parte, de ser atractiva lectura. Y qué bien está todo escrito. Me voy asombrado pues hacía tiempo que no leía un blog con buen castellano.
Anónimo, es lo que suele pasar con las obras anónimas: que son anónimas hasta que dejan de serlo. El tema promete, pero este tipo de cuestiones suelen ser muy lentas, y seguramente no habrá pruebas concluyentes explícitas. Nos movemos en el terreno de las conjeturas. Un saludo.
Harold, muchas gracias por tu visita. No había pensado la lectura que aportas sobre la cuestión, y me parece tremendamente interesante esa visión con ojos del siglo XX. Ya lo decía el Eclesiastés: Nada nuevo bajo el sol. Un saludo.
Creo que la lectura hecha tiene mucho que ver, como dices, con el siglo. Cuando no nos queda nada por modernizar [entonces hablamos de posmodernismo], aguzamos el sentido para asombrarnos [p.ej.’Pierre Menard, autor del Quijote’, de J.L.Borges]. No te parece?
No sé por qué motivo se han borrado los comentarios de este artículo. Lo siento mucho. Un saludo.
Intento poner un comentario, y no sé, algo pasa. La vez pasada ocurrió lo mismo. Saludos y que todo se arregle.
Pues no sé qué ha pasado, pero sea lo que sea ocurre únicamente con esta entrada. De todos modos, los comentarios no se han borrado, simplemente no aparecen.
Al igual que tú pienso que las lecturas que se hacen de las obras son necesariamente hijas de su tiempo. Es imposible situarnos en las circunstancias de los primeros lectores del Lazarillo; pero también te confieso que el término «posmodernidad» me da bastante miedo y desconfianza.
Me alegra que cites a Borges, porque es sin duda mi autor preferido, y el que más me ha marcado de todos.
Por cierto, si tienes tiempo échale un vistazo a Apostillas de mi lista de blogs enlazados. Hay algo en tu forma de escribir que me recuerda a su autora.
Un saludo.
Eres muy buena envestigadora se nota que eres mujer. Solo nosotras hasta que no lo encontramos no paramos.
Deverias escribir un libro de como supistes que Juan Valdés era el autor, a nosotras nos gustaria que lo hicieras. Bessos, y recuerdos de la Maite que era una alumna tuya.
Y queremos que publiques más cosas tuyas que estamos muy interesadas.
somos estudiantes del i.e.s.o de puente domingo florez(Leon)nos ha gustado mucho el libro del lazarillo de tormes estamos interesadas en saber mas cosas sobre este libro.
El lazarillo sigue siendo anónimo:
http://www.ucm.es/info/especulo/numero27/lazaril.html
Sólo una corrección: es Fray José de Sigüenza el que en su Historia de la orden de San Jerónimo lo atribuye a Fray Juan de Ortega.