No deja de ser curioso el hecho de que, a pesar de que Flaubert dijera «La tentación de San Antonio es la obra de toda mi vida», es al mismo tiempo la menos estudiada de todas sus novelas. La primera obra que viene a la cabeza al hablar del escritor francés es también la que menos satisfacciones le reportó: Madame Bovary. En cambio, una obra como La tentación de San Antonio, que fue gestándose a lo largo de toda la vida del autor, prácticamente desde 1835, cuando Flaubert tenía catorce años, es injustamente olvidada.
Flaubert, uno de los escritores realistas por excelencia, eligió un tema tan fantástico ―o surrealista― como el de la tentación de San Antonio, quizá más por inclinación vital que por el descubrimiento de un valioso material artístico que ha servido de materia prima a autores tan deslumbrantes como el Bosco, Bruegel, Veronés o Tintoretto entre otros. El personaje de San Antonio condensa algunas de las preocupaciones más antiguas del ser humano: es la lucha del Hombre solo frente al mundo, condenado a sí mismo y a su propia estabilidad mental. El drama, al fin y al cabo, de aquel que siente desmoronarse los cimientos de todo aquello que sustentaba su mundo, la caída al pozo sin fondo, y finalmente, la pesadilla grotesca, uno de los más antiguos esperpentos y casi la invención del expresionismo. Porque todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sido San Antonio: hemos dudado, nos hemos sentido tentados a renunciar a todo aquello en lo que creemos y a nosotros mismos, impelidos a seguir el camino más fácil. En este espacio mítico e infernal todo es posible, porque las reglas de la realidad o de la cordura se han abolido, y funcionan otras reglas, la del entramado artístico. Este es el motivo empleado con gran maestría por los autores citados y por muchos más.
A pesar de la libertad que la materia concedía a Flaubert, el autor francés actuó con la precisión de una maquinaria de relojería: realizó tres versiones distintas de la obra, en 1849, en 1856 y en 1874. Ya anteriormente había realizado algunas incursiones en el tema, desde Voyage en Enfer, pero sobre todo con Smarth, cuyo protagonista es un ermitaño que es claramente un antecedente de San Antonio, con el que guarda numerosas similitudes. Estas tres versiones de una misma obra nos permite asistir de forma minuciosa al proceso de creación de una obra artística. Si bien entre la primera y la segunda versión no existen tantas diferencias ―sobre todo se produce un proceso de condensación―, sí se pueden apreciar en la tercera versión, sobre todo con respecto a las fuentes, que se someten a una depuración.
Es evidente en la primera versión la influciencia de recuerdos infantiles asociados con el teatro de títeres, el Fausto de Goethe, el poema «Caín» de Lord Byron, y por supuesto el cuadro de Las tentaciones de San Antonio de Bruegel, a partir de cuya visión gestó el plan de elaboración de su obra, comoadaptación teatral del lienzo. Entre Fausto de Goethe y La tentación de San Antonio existe un claro paralelismo: el hombre sometido a la tentación del diablo en cuanto al tema y la disposición dramática en cuanto a la forma. También está muy presente Spinoza, filósofo predilecto de Flaubert, cuya influencia se deja ver sobre todo en Bouvard y Pécuchet. A medida que Flaubert revisa la obra, va aumentando las fuentes, a través de constantes lecturas y de un minucioso proceso de documentación sobre autores clásicos, religiones antiguas y demás cuestiones puntuales del tema. La condensación se entiende sobre todo teniendo en cuenta que Flaubert leyó la obra ante dos de sus amigos, Louis Bouilhet y Maxime Du Camp, que dieron una valoración nefasta sobre la obra, invitando al autor a abandonar definitivamente la materia. A raíz de esta situación Flaubert redujo considerablemente las más de quinientas páginas que tenía la versión inicial.
En La tentación de San Antonio se asiste a un desfile de seres, entre los que destacan la reina de Saba; el joven Hilarión, antiguo discípulo de San Antonio y la personificación de Satán; los herejes que forman parte de decenas de sectas, surgidas en los primeros siglos del cristianismo, en los cuales la doctrina oficial no se había extendido ni había sido impuesta; los dioses antiguos, de numerosas religiones, que van muriéndose, desgastados ante el triunfo de la nueva religión, y finalmente, monstruos milenarios, criaturas más antiguas que el Hombre, que simbolizan el comienzo de las religiones, el caos del principio. Existe una gradación descendente desde la reina de Saba hasta los últimos seres infernales, en la cual el mundo se va desconponiendo, disolviéndose, perdiendo toda su lógica. El final se resuelve de forma precipitada, en la última invervención, como una pesadilla que se interrumpe con un sobresalto, por supuesto, con la llegada del día. De esta forma, la noche se vislumbra como el tiempo nefasto, propicio para el mal, y la llegada del día y de la luz con el rostro de Jesucristo, que es el propio centro del disco solar, dentro de la tradición más puramente platónica. La noche, momento propicio para la ensoñación y la locura, hace que dudemos de todo lo que ha ocurrido anteriormente, tal vez producto de la demencia de un viejo ermitaño que lleva demasiados años apartado del mundo.
La escena más sobrecogedora, bajo mi punto de vista, es aquella en la que el diablo, ya libre de su disfraz de Hiperión, lleva a San Antonio por los aires, mostrándole la insignificancia del mundo en el que vivimos, ante la magnificencia y la grandiosidad del universo. Se entabla entonces una conversación filosófica y teológica entre San Antonio y el diablo que no tiene el menor desperdicio.
Un aspecto que no se debe olvidar al tratar La tentación de San Antonio es aquel que hace referencia al género. Es una obra que se ha englobado con frecuencia dentro del género novelístico, aunque también del dramático, con importantes concesiones líricas, por supuesto. Como se ha indicado, existe una estrecha relación entre el Fausto de Goethe y esta obra, también en cuanto al género. Ambas son obras aparentemente dramáticas, pero irrepresentables, a no ser en adaptaciones poco fieles al original, puesto que la escenografía no repara en la representabilidad de la obra. Las acotaciones, donde más se deja ver el componente lírico, tienen un valor muy destacado, llegando a ocupar a veces una misma acotación hasta dos o tres páginas. La descripción de acciones y personajes es pormenorizada.
Por todo ello, es necesario reivindicar una obra como La tentación de San Antonio, que, aunque no obtuvo un éxito inmediato en su época como sí fue el caso de Madame Bovary, tiene repercusiones sobre autores posteriores, como por ejemplo Mallarmé o Paul Valéry. Acaso la obra pueda parecer en un principio desconcertante; sin embargo, en ella se esconden las inquietudes más universales del ser humano, tras un escrupuloso proceso de documentación y de creación. O por lo menos, merece la pena leerla tan sólo porque Flaubert declaraba abiertamente su preferencia hacia esta obra.
Magnífica reseña, Santino, me ha interesado mucho. No he leído esta obra. Tienes razón, Madame Bovary ha eclipsado parte de la obra de Flaubert y no es justo. Habrá que leer «La tentación de San Antonio» después de una exposición tan brillante. Saludos y gracias
Y sin embargo, parece claro que la obra que más aporta al propio escritor no es la que más aporta a los lectores. (Es incluso lógico).
«Flaubert’s Parrot” (1984)
«El loro de Flaubert», una maravillosa novela en torno al escritor que repasa su vida o la parte de vida que a Julian Barnes (1946)le interesa para desarrollar su trama, la psicológica del investigador. Maravilloso el capítulo en el que hace tres sucesiones cronológicas sobre la vida del autor, todas de principio a fin, y en las que va añadiendo datos que enriquecen o matizan los sucesos. Como la vida misma.
En lo demás se aprende mucho en torno a su literatura.
Ya conocía el título, Fernando, pero ya que me lo recomiendas lo anoto como futura lectura, sobre todo teniendo en cuenta que me apasionan las biografias de escritores y de artistas. Un saludo.
ahora me dispongo a buscar el libro de flaubert, ¿conoces la pintura de Felicièn Rops que lleva por nombra la tentación de san antonio?
saludos
Sí la conozco, Lady Pauj. De hecho, mi intención inicial era escribir un artículo comparando algunas de las pinturas que considero más espectaculares sobre este tema, pero eso lo reservo para un futuro. Antes consideraba necesario este acercamiento al libro de Flaubert. Un saludo.
Me extraña que no comenteis el cuadro de Salvador Dalí de la tentación de San Antonio…. es dramático
M e encanta la lèctura,pero al leer Madame Bovary,como què mi pasiòn por la lèctura y analisis se ha despertado aùn màs.Es genial el autor, como la obra
no tendre la menor idea sobre estos temas, pero tu nota me sirvio muchisimo para un trabajo en culturas y esteticas contemporaneas, me gustaria que te contactes conmigo para enseñartelo, y por supuesto, me des tu opinion.
FLAUBERT VE AL DIABLO SATIRIZANDO AL MUNDO.AHI ES CUANDO SE ENTABLA EL DIALOGO TEOLOGICO CON JESUS.
Leí que la mayor influencia de Joyce para escribir el capítulo 15 de Ulises (si no voy errado; el que está escrito como una obra teatral) fue La tentación de San Antonio, de Flaubert. Si uno lee ambos textos puede apreciar la semejanza.
[…] la muestra teniendo un pie parecido a la pata de un ganso o pato. De igual manera, en su novela la Tentación de San Antonio, el francés Gustave Flaubert dice que la reina era de temperamento lujurioso y tenía un […]