María Dolores Aranda y Luis Cernuda

María Dolores Aranda y Luis Cernuda

   Debido a las fechas en que nos encontramos, me gustaría reproducir una anécdota que contaba María Dolores Aranda sobre Luis Cernuda en el número 12 de la revista Kena al año siguiente de su fallecimiento. Su interés no radica únicamente en la belleza que encierra, sino que además es una muestra significativa de la personalidad tan peculiar del poeta sevillano.

   Contaba Luis Cernuda ─el gran poeta español muerto en México en el pasado mes de noviembre─ que poseía de niño una ciega fe religiosa. Quería obrar bien, mas no porque esperase premio o temiese castigo, sino por instinto de seguir un orden bello establecido por Dios. Había pasado la Navidad y el Año Nuevo ─parece que aún le oigo decir─ y esperaba con la natural expectación en un niño de escasos seis años, la llegada de los magníficos personajes en quienes creía sin la menor sombra de duda.

   ─Papá… ¿Has visto a los Reyes Magos?

   ─Si, hijito -respondió el interpelado mientras acomodaba al pequeñito sobre las rodillas. Hace años, tuve la fortuna de encontrarlos en las afueras de la ciudad.

   Con intensa emoción, el futuro poeta rogó al padre que le hablase sobre los personajes de Oriente. Este, dispuesto a complacerle, describió con elocuencia las nobles figuras de Melchor, Gaspar y Baltasar, el más simpático de todos. Habló de su belleza, de su bondad, de la majestad impresionante del atuendo lujoso, de la maravillosa comitiva. Y de cómo preferían a los niños que se portaban bien, eran obedientes y nunca lloraban.

   ─Quiero verlos─ pidió impresionado el pequeño.

   ─Si lo intentas, te castigarán sin regalos.

   El muchachito, callado, hermético, corrió a su habitación. Garrapateó en un papel algo, lo metió en un sobre y con bastante misterio lo entregó al asistente de su padre para que montado en el caballo corriera a entregar la misiva a los Reyes Magos o a sus criados.

   En el sobre había escrito: «A los Magos que siguen a la estrella».

   En el papel recordaba haber puesto más o menos las siguientes palabras, con las inevitables faltas de ortografía:

   «Papá me ha contado que os vio una vez, pero que yo no puedo veros porque entonces no me vais a traer juguetes ni regalos. Pero no me importa. No os quiero por eso. Os quiero porque sé que sois hermosos y buenos como los ángeles que están en el Cielo con Dios y yo quiero veros para quereros más, aunque no me traigáis regalos».

Comentarios

comentarios