En el Libro de los sueños Borges dejó escrito que «los sueños constituyen el más antiguo y el no menos complejo de todos los géneros literarios». La relación entre los sueños y la literatura era tan interesante para el escritor argentino que en esta antología recoge más de un centenar de textos donde se explora este vínculo desde todos los ángulos posibles. Algunos de los ejemplos son realmente sorprendentes. En el capítulo V de El sueño del aposento rojo de Cao Xuequin el personaje principal, Jai Bayou, sueña con el destino de algunos de los casi quinientos personajes de la novela. Y también está presente en esta novela el sueño infinito de Pao Yu ‒que consigue lo infinito a través del círculo, pero lo consigue‒. Otro ejemplo fascinante es el microrrelato de Herbert Allen Giles, en el que Chuang Tzu despierta de un sueño y no sabe si soñó ser mariposa o si es una mariposa que ahora sueña con ser hombre.
Coleridge, que escribió que las imágenes de la vigilia inspiran sentimientos y que en el sueño los sentimientos generan imágenes, protagoniza uno de los grandes episodios de la relación entre literatura y sueños. El poeta inglés soñó con un poema de unos trescientos versos. Al despertar los recordaba con una increíble claridad y se puso a escribirlos. Sin embargo, mientras lo hacía una visita inesperada lo interrumpió y después ya no pudo seguir porque no recordaba el resto. Solo pudo escribir unos cincuenta versos de su inconcluso poema «Kubla Khan».
La pesadilla ha sido una gran engendradora de relatos de terror. En una reunión donde se encontraba Mary Shelley con su esposo Persy Bysshe Shelley y con Lord Byron se propusieron escribir un relato de terror. Durante una tormenta Mary tuvo una ensoñación tan real que se despertó aterrorizada. Así nació Frankenstein. También Stevenson intuyó la trama de El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde después de soñar en repetidas ocasiones con el personaje del malvado Mr. Hyde. Toda la obra de Kafka tiene ese aire de pesadilla, pero si hay un libro entre todos los que escribió que tiene un carácter de ensoñación es Cuadernos en octava, que recoge apuntes breves e inconexos, a veces sin sentido, como si los hubiera presentido entre sueños. Hay mucho de los Cuadernos en octava en el onírico relato de Borges titulado «Ragnarök». Y también hay un aire de pesadilla en el cuento «Casa tomada» de Cortázar. El escritor argentino confesó no haber soñado con la trama del cuento sino con su situación. Pero ese desasosiego de no saber qué es lo que invade la casa solo puede provenir de la inspiración onírica.
En el Romanticismo los sueños empiezan a valorarse como una importante fuente de inspiración. Así lo defiende Gerard de Nerval en su Aurelia. Aunque muchas veces más que sueños son ensoñaciones causadas por las drogas. Algo de esto hay en el «Sueño parisién» de Las flores del mal de Baudelaire. A partir del siglo XX con la teoría de Freud, que considera los sueños como una forma de satisfacer los deseos reprimidos, y con el surrealismo, que los incorpora como una parte fundamental del proceso creativo, los sueños acaban por afianzarse como una de las herramientas de inspiración más poderosas con las que cuenta el escritor.
En fin, he querido dejar fuera obras que, sin estar inspiradas en sueños, exploran las relaciones entre la realidad y el mundo de los sueños, como podría ser Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll. Pero ya eso es mejor dejarlo para otra ocasión.
[…] en un sueño para escribir el libro. Al fin y al cabo, algunas de las mejores novelas góticas se basaban en sueños, como el Frankenstein de Mary Shelley. Sin embargo, aunque esto fuera cierto y Stoker se hubiera […]
[…] para crear al personaje del Dr. Jekyll y Mr. Hyde? Se sabe que la inspiración final de esta novela proviene de un sueño, que la mujer de Stevenson tuvo que despertar al escritor, que estaba gritando aterrado porque […]