A partir de ahora, cada año, durante el próximo siglo, un autor escribirá un libro que permanecerá inédito hasta el 2114, año en que se publicarán los cien libros que se hayan escrito hasta ese momento. Este es el proyecto que la artista escocesa Katie Paterson puso en marcha el pasado agosto con el nombre de Biblioteca futura y que ahora se inicia con la colaboración nada más y nada menos que de la escritora Margaret Atwood.
Como puedes ver en el vídeo de presentación, la idea de esta obra de arte se origina en un bosque llamado Nordmarka, en las afueras de Oslo, Noruega. Para poder arrancar el proyecto se han plantado en el lugar un millar de árboles que, una vez que hayan crecido dentro de cien años, abastecerán de papel que servirá para publicar los cien libros que justo en ese momento ya se habrán escrito, para lo cual será necesario asegurar la preservación del medio natural. Hasta entonces, cada año una comisión de expertos literarios, que Paterson dirigirá mientras esté viva, nominará a un autor para que escriba un libro. El escritor tendrá total libertad para crear su obra, siendo los únicos requisitos que la escriba en el plazo de un año, que esta permanezca inédita y que pase a formar parte de la Biblioteca futura.
Pero la Biblioteca futura es más que una colección de cien libros, es un espacio físico. Cada uno de los manuscritos que se vayan generando se almacenarán en una sala especialmente diseñada por la propia Paterson en la nueva biblioteca pública Deichmanske que abrirá sus puertas en 2018 en Bjørvika, Oslo. La sala, que utilizará madera del bosque Nordmarka, pretende ser un espacio de contemplación, donde se exhibirán los nombres de los autores que participen en el proyecto y los títulos de las obras que hayan aportado, aunque, eso sí, ninguno de los manuscritos estará disponible. Así mismo, la sala tendrá una imprenta para asegurarse de que exista un mecanismo para generar los libros en caso de que en el 2114 hayan dejado de producirse libros en papel.

Margaret Atwood y Katie Paterson cerca de donde se plantarán los árboles. Foto de Bjørvika Utviklingay
Un proyecto de semejante envergadura puede parecer una extravagancia, pero para empezar contará con una pluma de lujo, la de Margaret Atwood, cuyo libro debería estar acabado en 2015. La prestigiosa autora, que estaba encantada de poder participar en la iniciativa, decía en una entrevista: «cuando se escribe un libro no se sabe quién va a leerlo ni cuándo va a leerlo. No se sabe su edad, género, nacionalidad o cualquier otra cosa acerca de ellos. Así que los libros, de todos modos, son realmente como un mensaje en una botella».
La Biblioteca futura no ha dejado de causar cierta polémica, sobre todo entre aquellos lectores que no soportan la idea de que existan libros inaccesibles e imposibles de leer. O tal vez por la idea de pensar que cuando esos libros estén publicados todos estaremos ya muertos. Por su parte, Paterson, que no oculta el sentido ecologista de su obra, dijo que el objetivo final es «concebir y producir una obra con la esperanza de encontrar un lector receptivo en un futuro desconocido». Habrá que esperar cien años para saber si se ha alcanzado, pero eso ya lo tendrán que decidir las futuras generaciones.
Como idea conceptual, mola. Como lector diré (si veo que un autor que me gusta entra al trapo): «¡Qué cabrones!»
Y probablemente haya quien me secunde. Teniendo en cuenta que ya se robaron en su día unos 8000 ejemplares de Harry Potter por sus desquiciados fans diré, sin temor a equivocarme, que si juntas varias decenas de autores conocidos cuyos libros millones de personas no podrán leer (porque estemos muertos) tienes la receta perfecta para una resolución violenta y fanática. Yo me ofrezco voluntario para liderar la horda, se me da bien lo de crear polémica.
Como a mí me gusta el arte y la literatura a partes iguales supongo que no me puedo unir a tu horda de fanáticos lectores. A mí no me molesta demasiado que de la desorbitada cantidad de libros que me quedan por leer y que no habré leído antes de morir haya un centenar que estén ocultos en una caja en Oslo. Aunque también te digo que la idea de una resolución violenta a causa de los libros no sé si me desagrada del todo 😉
Es una idea genial! No estoy de acuerdo en lo de la violencia fanática, xD. De hecho, pienso que es emocionante saber que tus descendientes leeran algo nuevo de tu autor favorito, y más aún que lo harán en papel como lo hacemos actualmente nosotros, en caso de que la tradición se corrompa. Aunque no deja de ser frustrante, desde luego, deberíamos apoyar esta iniciativa en vez de sabotearla. Pero lo de las hordas y esas cosas me dio mucha risa jajajaj
Estoy de acuerdo contigo, Juan Carlos. A mí no me parece una iniciativa tan frustrante, como le decía a Marcos, lo frustrante sería pensar en la cantidad de libros que quedarán por leer cuando nos hayamos muerto. Como dice el adagio latino, largo es el arte, la vida en cambio corta.
Una idea sumamente interesante, con un trasfondo que va más allá de lo ecológico, y roza con lo filosófico. Si un árbol cae en un bosque donde nadie le escucha, ¿hace ruido? Si un libro se escribe para que nadie pueda leerlo (aunque luego se publique), ¿genera cultura? Muchos creerán que lo difícil del proyecto radica en el lector, que debe esperar. La verdadera espera está en el escritor, que probablemente nunca vea su trabajo publicado, aún sabiendo que tiene la calidad necesaria para ello. Es un acto de desprendimiento profundo, que bien podría parecer humilde, pero que raya en lo megalómano, y repite el viejo esquema de escribir para inmortalizarnos. Ningún escritor contemporáneo, incluso exitoso en su tiempo, puede garantizar la permanencia de su obra un siglo después de escrita. Pero guardar una para publicarse al término de tal fecha es una mayor garantía de que esa obra se leerá y probablemente vuelva a suscitar interés por sus antiguos trabajos. Si lo vemos desde el lado del márketing, probablemente no haya ninguna estrategia más acertada para asegurarte ser leído un siglo después. En definitiva, un espectáculo de proyecto.
Sin embargo, de todo esto me sigue quedando una duda. ¿De dónde sacas tantas historias geniales, Alejandro?
Se despide, desde Venezuela, un fiel seguidor de tus letras, que pocas veces se acerca a comentar.
Víctor, me gusta tu comparación del árbol cayendo en mitad del bosque sin nadie que lo escuche con el libro en papel sin nadie que lo lea. No puede venir más a cuento. Aunque es verdad que el ideal del escritor es que su obra se difunda, creo que una iniciativa de este tipo también puede dejarle una libertad enorme, teniendo en cuenta que su obra no se leerá hasta que él haya muerto. En cuanto a las historias, las saco de por aquí y de por allá. Soy un navegador incansable y me encanta ir cazando noticias y curiosidades. Espero verte por aquí más a menudo 🙂
Cuando me vea morir robo los manuscritos.