Todavía hay quienes piensan que la literatura no tiene la capacidad de modificar el mundo. Que tenga el poder de producir cambios en los lectores está más allá de toda duda, pero, yendo todavía más lejos, la literatura también tiene el don de alterar profundamente el mundo físico que nos rodea. Sirva como ejemplo la manera en la que Shakespeare consiguió cambiar el ecosistema de toda Norteamérica. Aunque en defensa del Bardo de Avon hay que decir que si consiguió tal proeza lo hizo de forma involuntaria.
En realidad el culpable fue el filántropo estadounidense Eugene Schieffelin, miembro destacado de la Sociedad Zoológica de Nueva York. Schieffelin, ferviente admirador de los dramas shakespearianos, tuvo una idea bastante extravagante: introducir en Norteamérica todas las especies de pájaros mencionadas por Shakespeare en alguna de sus obras. Pues bien, una de esas aves era el estornino, mencionado por el personaje de Hotspur en la primera parte de Enrique IV. Eso fue lo que le llevó en 1890 a liberar en el Central Park de Nueva York a 60 estorninos traídos desde Inglaterra. Con el tiempo ‒y gracias a la falta de competencia‒ esos 60 estorninos fueron proliferando hasta llegar en la actualidad a una cifra estimada de unos 200 millones de ejemplares en Estados Unidos. Desde Alaska hasta México los estorninos se han convertido en una plaga perjudicial que ha alterado de forma negativa el ecosistema del continente.
El ecologista John Marzluff calificó de infame el proyecto de Schieffelin porque su irresponsable idea ha puesto en peligro a otras especies nativas. Sin embargo, este tipo de prácticas no eran tan extrañas en el siglo XIX. Las sociedades para aclimatar especies foráneas estaban de moda, basadas sobre todo en el convencimiento de que este tipo de experiencias enriquecían el ecosistema local y aportaban una valiosa información para el conocimiento científico.
Schieffelin trató de introducir otras especies de aves, entre las que había pardillos, pinzones, ruiseñores o alondras, aunque no tuvo éxito. De haberlo tenido, se puede decir que las obras de Shakespeare habrían tenido unas consecuencias completamente imprevisibles en el paisaje norteamericano.
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