En alguna ocasión hemos reflexionado sobre si el lenguaje que utilizamos condiciona la manera que tenemos de ver entender y conceptualizar el mundo, lo que en otras palabras se conoce como la hipótesis de Sapir-Whorf. Aunque algunos de los experimentos llevados a cabo parecen confirmar, al menos de manera parcial, la hipótesis en su formulación más suave, la comunidad de lingüistas no parece ponerse de acuerdo. Sin embargo, como ha escrito Nicola Prentis para Quarzt, existen teorías que afirman que el lenguaje no solo condiciona nuestra visión del mundo sino que nos condiciona a nosotros mismos, a nuestra manera de ser y de comportarnos ‒lo cual puede interpretarse como una consecuencia lógica de la hipótesis de Sapir-Whorf‒.
Un estudio realizado en 2006 por Nairan Ramírez-Esparza, profesora de psicología social en la Universidad de Connecticut, así pareció confirmarlo en su día. Ramírez-Esparza y su equipo pidieron a un grupo de mexicanos bilingües que hicieran un examen de personalidad tanto en inglés como en español. La prueba permitía medir los rasgos de la personalidad basándose en las cinco grandes facetas: extraversión, amabilidad, apertura, consciencia y neuroticismo. Los resultados apuntaban a que los sujetos obtenían puntuaciones más altas en extraversión, amabilidad y conciencia cuando hacían la prueba en inglés. Así mismo, el equipo pidió a los sujetos que escribieran una breve descripción de sus personalidades en ambos idiomas. Cuando escribían en español, los sujetos hablaban de sí mismos en relación con los demás, con sus familias, mientras que cuando lo hacían en inglés se referían a sus logros y a sus actividades diarias.
La conclusión a la que llegó Ramírez-Esparza es que una lengua, cualquier tipo de lengua, no puede separarse de los valores culturales que conlleva ese idioma. Eso explicaría los resultados del estudio: la cultura estadounidense es más individualista, con tendencia a la asertividad, al logro personal y a la amistad superficial, mientras que la cultura mexicana es menos individualista y tiende a centrarse más en la comunidad y en las relaciones que las personas tienen entre ellos. Es más, el vínculo entre lengua y cultura es tan fuerte que en el caso de las personas bilingües, con una sólida base en varias culturas, pueden cambiar su personalidad dependiendo del idioma que utilicen.
Otra explicación posible a este hecho es que la percepción que tenemos de nosotros mismos, y por tanto nuestra personalidad, cambie dependiendo de cómo reaccionen las personas que tengamos delante al usar uno u otro idioma. A fin de cuentas, la identidad no solo es el yo sino el yo en relación con los demás, ya que la manera en la que nos perciben o pensamos que lo hacen pueden repercutir en la forma en la que nos proyectamos. Esto se demuestra con un simple hecho: nuestra personalidad puede cambiar dependiendo de la persona con la que hablemos. Visto desde este punto de vista, cada conversación puede entenderse como una búsqueda de identidad.
Si admitimos que es esa relación entre lengua y cultura es la que hace que cambiemos de personalidad al utilizar uno u otro idioma, el contexto en el que se aprende una segunda lengua también puede ser fundamental. Si se aprende un idioma mientras se vive en el país donde se habla, asimilaremos más la cultura, la incorporaremos a nuestra personalidad, mientras que si lo hacemos en una academia los valores culturales nos llegarán de forma menos pura, a través de distintas vías, ya sea del profesor o de libros, películas, etc. En este sentido es posible afirmar que si aprendiéramos una segunda lengua sin contexto alguno el cambiar de lengua posiblemente no afectara de ninguna manera a nuestra personalidad. Es por eso que cuando se aprende un idioma es tan importante sumergirse en su cultura, si es posible a través de un viaje o manteniendo conversaciones con un nativo.
El caso es que cuando se aprende un nuevo idioma no solo se está memorizando un montón de vocabulario y de reglas gramaticales, sino que también se asimila un conjunto de valores culturales que tienen la capacidad de conformar nuestra identidad y enriquecer nuestra personalidad. Este es solo uno de los muchísimos beneficios tanto a nivel psicológico como social que puede aportar aprender un idioma, entre los que destacan, además, ser más propensos a desarrollar empatía o mejorar las habilidades para resolver problemas.
[…] explicaría los resultados del estudio: la cultura estadounidense es más individualista, con tendencia a la asertividad, al logro […]
[…] un lenguaje es gigantesca: refranes, tonos de voz, muecas, miradas, ritmos y mucho, mucho más… cada idioma tiene su propia personalidad, y la vas conociendo mejor día con […]
[…] un lenguaje es gigantesca: refranes, tonos de voz, muecas, miradas, ritmos y mucho, mucho más… cada idioma tiene su propia personalidad, y la vas conociendo mejor día con […]