Siglo 29 de Lotera Bellido

Siglo 29 de Lotera Bellido

   A veces un solo fragmento de texto de unas pocas líneas puede tener tanta fuerza que no te dé otra alterativa más que buscar el libro del que proviene y leerlo con desesperación. Muy pocas veces. Personalmente me pasó con una alucinante pesadilla de Celestino antes del alba y el libro está a la altura del fragmento. Algo parecido me ha pasado con Siglo 29, qué pensarán de nosotros, aunque no exactamente lo mismo. En este caso no ha sido un fragmento lo que me ha obligado a leer el libro, sino la página que Loreta Bellino, su autora, ha montado para promocionar el libro, o lo que es lo mismo, un conjunto de fragmentos cuidadosamente seleccionados y una presentación llena de verosimilitud que entronca con el viejo tópico literario del manuscrito encontrado, una técnica usada por el mismísimo Cervantes y su Cide Hamete en el Quijote. ¿Cómo no leer el libro?

   El título nos puede llevar a pensar que la historia se desarrollará en un lejano siglo XXIX, y aunque en parte así sea, solo lo es hasta cierto punto. No es vano, la obra no es fácilmente clasificable en el género de las novelas distópicas, tan popular en el siglo XX, que ha dado novelas de tanta calidad como 1984, Un mundo feliz o Fahrenheit 451. Y es que el presente también aparece y juega un papel fundamental. Ese es el tiempo en el que se inicia el relato y, a través de una original forma de viajes en el tiempo, se establece la comunicación con el remoto futuro. Original porque lo que viaja en el tiempo no es una persona física ‒al menos en principio‒, sino información. El sistema no puede ser más simple: correos electrónicos que llegan desde el futuro puntualmente a la bandeja de entrada.

   Así pues, se ha elegido un planteamiento narrativo a la manera epistolar, tan característico de las novelas del siglo XIX, para una novela escrita a principios del siglo XXI que nos habla del siglo XXIX. Esta decisión condiciona completamente el desarrollo de la novela: lo que sabemos de cómo es y cómo se vive en el siglo XXIX lo sabemos solo a través de las cuestiones que se formulan desde el presente. La pregunta que cabe hacerse a continuación es de cajón. Si tuvieras la posibilidad de formular preguntas sobre el mundo del futuro, ¿cuáles serían? Pues bien, la novela se detiene en aspectos muy diversos y generales sobre cualquier sociedad: el sistema económico, administrativo y laboral, el censo demográfico, la educación, los medios de transporte, la gestión de los distintos recursos energéticos y de los bienes en general, el ocio, etc.

   Como en cualquier narración epistolar la información que se transmite no es siempre completa, puede resultar ambigua y está expuesta a diversas interpretaciones. Así es el futuro que se va dibujando correo tras correo, fragmentario, y a pesar de todo tremendamente coherente. Un futuro que tiene muchos elementos que llaman poderosamente la atención, como la eliminación de las fronteras y del concepto de países, aglutinados todos en una sola nación, el Global Belt, la ausencia absoluta del dinero ‒sustituido por los créditos‒ y la consecuente omisión del sentimiento de propiedad, más por pura y sincera solidaridad que por la imposición de un sistema comunista ‒la burocracia, aún más nefasta que el dinero, también ha desaparecido‒.

   El sistema político parece una anarquía pero más bien es una adhocracia, que es un sistema sin jerarquías, en el que los políticos han sido sustituidos por aplicaciones informáticas. Los partidos políticos también han sido sustituidos por los foros, que no compiten entre sí, son una representación real de los ciudadanos, y cuyas propuestas se someten a referéndum en votación popular. Un sistema que socava las bases del capitalismo porque también prescinde de banqueros y de grandes multinacionales, con una única constitución para todos sus ciudadanos. Un sistema, en fin, también llamado comunismo democrático porque se basa en una democracia real, donde las figuras de autoridad ‒jueces y vigilantes‒ son controladas por la totalidad de los votantes, que pueden proponer su cese o su continuidad en caso de que fuera necesario. Un futuro, en definitiva, en el que, a través de una evolución biológica, se ha liberado a la raza humana del egoísmo.

   Y a pesar de todo lo dicho hasta ahora, no es un futuro perfecto, ya que desde el primer momento se plantea la existencia de «una carencia que perturba el bienestar emocional» de algunos de sus ciudadanos, algo que inicialmente solo se sugiere y que no se explica con detalle hasta las últimas páginas de la novela.

   Ante semejantes cambios es inevitable hacerse una pregunta: ¿qué ocurrirá con el mundo del presente? Como las grandes novelas distópicas, Siglo 29 también expone una crítica feroz con el presente ‒en este detalle sí responde al género‒, como si el futuro que presentase debiera ser evitable, algo que solo puede conseguirse desde la acción realizada en el presente. En este sentido la novela con la que guarda más similitud es Un mundo feliz, que por supuesto aparece mencionada dentro del libro. Hay que recordar que en Un mundo feliz la cronología se inicia el año en que Ford fabricó su primer modelo T, lo que nos da como resultado una acción que transcurre en el año 632 después de Ford. De la misma manera en Siglo 29 se habla de la Era del Automóvil. De ella se dice que «llegaron a circular 1.790.000.000 de vehículos entre los 5 continentes propulsados por combustibles fósiles que añadían a la atmósfera monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y otras macropartículas letales para la inhalación de los seres humanos que compartían las calles con vehículos que pesaban 20 ó 30 veces más que la carga que transportaban y cuyos accidentes llegaron a causar la muerte de 50.000.000 de personas durante los 200 años que duró la era». Esta Era del Automóvil no es sino la era del capitalismo, simbolizado por la producción en cadena. Nótese que lo que en Huxley marca el inicio de una nueva era en Siglo 29 es el final, lo que nos da una idea de lo diferentes que son ambos futuros.

   Y desde luego, los mejores fragmentos de la novela hacen referencia al presente. La descripción del mundo actual es descarnada, mostrándonos una sociedad en la que el hombre es un lobo para el hombre, un mundo consumista, agresivo, egoísta, materialista y totalmente individualista y competitivo. Aunque el momento más intenso de la novela es la descripción del Apocalipsis del mundo actual, la manera en la que la población mundial se ve reducida a menos de la mitad en cuestión de tres generaciones. Con fragmentos tan rotundos como este: «Dícese que tales gobiernos delegaron en gestores financieros la distribución de tales dineros. Dícese que dichos gestores emplearon aquellos dineros en su propio lucro en vez de favorecer a la ciudadanía necesitaba. Dícese que llegó un día en que dicha ciudadanía castigada por el hambre se enfrentó masivamente a los gobiernos, Dícese que los gobiernos ‒en vez de remediar la mala distribución‒ incrementaron el número de policías para controlar a la ciudadanía hambrienta». Como si fuera un nefasto aviso de lo que podría estar por venir en un futuro no demasiado lejano. Actualmente el 96% de la riqueza mundial es controlada por no más de dos millares de personas, que no dudan en especular para beneficio propio con todo tipo de bienes, incluidos alimentos; las quinientas personas más poderosas del planeta ganan tanto dinero como los quinientos millones de personas más pobres.

   Se ataca a la herencia del colonialismo, que permite que cuarenta millones de indios perezca de hambre en el siglo XIX solo porque a los británicos les resultaba más beneficioso cultivar té o algodón antes que otros cultivos alimentarios más necesarios. Se ataca a la globalización y a las grandes multinacionales que dominan el mundo, como Monsanto, que ha modificado genéticamente las semillas que vende para que no sean fértiles y así perpetuar su monopolio, y a la larga, con el monocultivo, causar la desertización del planeta. Y por supuesto se ataca a un capitalismo liberal feroz, que permite al Banco Central Europeo prestar dinero a los bancos al 1% para que estos se lo presten a los países al 6 o 7%, o que permite vender acciones antes de haberlas comprado.

   ¿Quién recibe esta información, por qué y para qué? El elegido no es un científico, ni un político ni nadie influyente en la sociedad. No es nadie especial, solo un joven cualquiera que trata de sobrevivir como otros tantos jóvenes en un presente que es tan hostil como lo ha sido en cualquier otra época pasada. El libro contempla la paradoja temporal que supone transmitir información del futuro al pasado. Por eso, quizá, se ha elegido a alguien que aunque supiera que lo que le depara el futuro al mundo en los próximos nueve siglos es terrible no podría hacer nada por evitarlo. Cada uno de los personajes que van apareciendo en la novela simbolizan una forma de afrontar el presente: el sentido del humor de Nico, el idealismo social de Héctor, el ecologismo de Loreta ‒sí, otro nuevo guiño cervantino hace que la autora entre dentro de su propia novela‒ o el punto de vista melancólico de Carlos, el protagonista. Por mucho que actuasen, ninguno de ellos tiene el poder suficiente como para cambiar el futuro. Incluso aunque fuera alguien con un peso considerable en la sociedad, cambiar el sistema financiero del mundo no es algo humanamente posible para unos pocos individuos.

   Quizá por eso precisamente el final del libro deja un poso de desesperanza. La única opción ante un futuro que es inevitable es la huida. Lo estamos viendo en España continuamente. El barco se hunde y muchos jóvenes ‒cualificados y no cualificados‒ deciden emprender el camino buscándose un futuro mejor fuera de nuestras fronteras. De la misma forma los protagonistas de Siglo 29 huyen de un presente y se refugian en un futuro que está cargado de esperanzas. Con un regalo del pasado al futuro: la risa. Tal vez sea cierto que una sola persona no puede cambiar el mundo, pero desde luego no por eso tiene que dejar de intentarlo. Y Siglo 29 es la manera en la que Loreta Bellino quiere intentar cambiar ese futuro. Tal vez al leer su libro pueda cambiar algunos puntos de vista. Lo único verdaderamente importante a estas alturas es hacer algo.

   Por cierto, te puedes descargar gratuitamente la novela de Loreto Bellino desde la plataforma de Bubok. Yo no lo dudaría ni un segundo.

   Libro en busca del autor desconocido

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