¿Un ordenador es todas sus piezas?

¿Un ordenador es todas sus piezas?

   Imagina que tienes el mismo ordenador durante muchos años. Como las piezas se han ido desgastando o quedando obsoletas con el paso del tiempo las has ido sustituyendo una por una. Después de una considerable cantidad de tiempo has llegado a cambiar absolutamente todas sus piezas originales. ¿Crees que entonces estaríamos ante el mismo objeto? Y si la respuesta es no, ¿en qué momento dejó de serlo? Imaginemos más. Has ido guardando las piezas antiguas en una caja. Y un día, llevado por la nostalgia, decides reconstruir el ordenador usando todas las piezas que tenías en la caja. Ahora que tienes dos ordenadores, ¿cuál de ellos es el tuyo?

   Esta paradoja la planteó Plutarco a finales del siglo I d.C. en su obra Vidas paralelas refiriéndose al barco de Teseo, aunque de alguna manera ya se encontraba implícita en la afirmación de Heráclito de que un hombre no puede cruzar el mismo río dos veces porque ni el hombre ni el río son los mismos. Este sencillo problema ha dado muchos quebraderos de cabeza a filósofos de todos los tiempos. De hecho, la segunda parte de la paradoja en realidad es de Thomas Hobbes. John Locke planteó el mismo problema usando un calcetín favorito al que le sale un agujero. Locke se preguntaba si el calcetín seguiría siendo el mismo después de que se le pusiera un parche en el agujero y, en caso de respuesta afirmativa, si seguiría siendo el mismo calcetín después de ponerle un segundo parche y después de llenarlo de parches hasta remplazar completamente el material original. En 1872 Julio Verne usó una variante de la paradoja en su novela El experimento del doctor Ox. Verne habla de un matrimonio en el que cuando uno de los cónyuges muere el otro se vuelve a casar con alguien más joven y adopta el nombre del fallecido. Así es posible hablar de un solo matrimonio que dura siglos.

   La filosofía ha tratado de plantear algunas posibles soluciones a esta paradoja, incluyendo cuestionar qué entendemos por «lo mismo». Una de las soluciones más convincentes la ofrece el pensamiento aristotélico. Aristóteles vendría a decir que en cualquier objeto existen cuatro causas: formal, material, final y eficiente. El barco de Teseo podría llegar a considerarse como el mismo barco porque aunque la causa material pueda cambiar con el tiempo, la causa formal y la final ‒su función‒ se mantienen, mientras que la eficiente se mantendría solo si los mismos artesanos hubieran hecho las piezas nuevas.

   Pero, ¿qué pasaría si aplicáramos la paradoja del barco de Teseo al ser humano? La ciencia ha demostrado que la gran mayoría de células de nuestro cuerpo mueren y son remplazadas por células nuevas en un período comprendido entre siete y diez años. Y las células que no se reemplazan por completo ‒caso de las neuronas‒ sí reemplazan algunos de sus componentes como átomos y moléculas. El cuerpo en el que estás viviendo es como el barco de Teseo o como ese viejo ordenador del que hablábamos al principio. Es un cuerpo distinto al que tenías hace siete años y distinto al que será dentro de otros siete. Cabe preguntarse: ¿eres tú la misma persona?

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