Casa Encantada

Casa Encantada

   Siempre he pensado que si el amor al arte no es algo más extendido es porque desde el primer momento el contacto entre el espectador y la obra de arte no se produce en las condiciones adecuadas. Todavía habrá quienes se extrañen de que un niño pueda aburrirse visitando un museo, ese lugar silencioso y serio donde no se puede tocar nada ni se puede hacer otra cosa más que andar despacio por galerías interminables mientras vas parándote en cada cuadro para observarlo y reverenciarlo como si fueran objetos misteriosos y sagrados. Pero la admiración por el arte ‒por el arte, no por la belleza‒ no la llevamos impresa en los genes. Es algo que se enseña, bien o mal, o que en muchos casos ni se enseña. Por eso, proyectos originales como el de ArteCompo llaman tanto la atención.

   Aunque no deja de sorprender la escasez de propuestas para acercar el arte a los niños. Una de las más impresionantes e imaginativas que he visto últimamente la han creado Koichi Suzuno y Shinya Kamuro de Torafu Architects para el Museo de Arte Contemporáneo de Tokio. Se trata de la Casa Embrujada, un gigantesco cubo blanco cuyas paredes están llenas de famosas obras de arte, como si fuera una galería al uso. Sin embargo, en la Casa Embrujada nada es lo que parece y no hay ni un solo cuadro que no guarde una sorpresa. Varios lienzos y aberturas permiten entrar dentro del cubo para ver los cuadros desde el otro lado e interaccionar con ellos de diversas maneras, pudiendo incluso convertirnos en personajes de las obras.

   Y es que la Casa Embrujada rompe las reglas de cualquier museo tradicional: se puede correr, reír, gritar y tocar las obras. No hay peligro de que el vigilante vaya a llamarte la atención porque es una especie de hombre invisible inmóvil. De lo que se trata, en definitiva, es de desmitificar el arte para jugar y divertirse con él, que es algo que incluso los adultos serios y amantes del arte deberíamos hacer de vez en cuando.

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