Bien conocido es el sentido del humor de Mark Twain. Ya desde su juventud apuntaba maneras: entre sus trastadas se cuenta, en 1861, haber hecho creer a buena parte de la costa oeste de Estados Unidos que existían los hombres de piedra. Aunque tanta broma al final tenía que acabar pasándole factura- Era más que probable que tarde o temprano él acabaría convirtiéndose en la víctima de las burlas de alguna de sus amistades. La ocasión se presentó en diciembre de 1908 de la mano de un amigo bastante guasón llamado Robert J. Collier.
Unos diez días antes de Navidad Twain recibió una carta de Collier informándole de que recientemente había comprado una cría de elefante y que tenía la intención de regalárselo al escritor como presente navideño, algo que haría en cuanto le fuera posible. La noticia generó una enorme perturbación en Stormfield, la residencia de Twain en Redding, Connecticut. Por una parte parecía que rechazar un regalo tan caro era una absoluta descortesía pero, por otra, aceptarlo era un disparate, ya que ni disponían del espacio ni estaban dispuestos a dispensar los cuidados que, de seguro, necesitaría un animal tan exótico. Twain telefoneó a Collier y trató de presentarle varias excusas, pero el amigo hizo oídos sordos y parecía más dispuesto que nunca a mandar el elefante. Collier, además, se comprometió a enviar un cuidador para enseñar a Twain todo lo que debía saberse sobre el animal.
El día antes de Navidad llegaron a Stormfield diez fardos de heno y varios sacos con zanahorias. Al parecer, no había escapatoria. La mañana de Navidad se presentó en casa de Twain un tal Samuel May, que había pasado por varios circos y tenía experiencia como cuidador de elefantes. May informó de que el elefante llegaría por la tarde y que tenía el tamaño de una vaca. La inquietud era cada vez mayor.
Cuando el plazo de entrega se hubo cumplido, Twain se encontró con un gigantesco peluche de elefante, de dos metros de largo, hecho con tela y relleno de algodón. El escritor aceptó la broma con el buen humor que le caracterizaba y envió una carta a Collier prometiéndole veganza.
[…] Cuando Mark Twain recibió un elefante como broma navideña (La piedra de Sísifo) […]
¿Y se vengó?
Eso, eso. ¿Se vengó? Mi novio es igual, y ahora que va a estar de cumpleaños no sabemos qué hacer para hacérselas pasar canutas. A ver qué se nos ocurre. Biquiños!
No hay documentación que hable de venganza, así que lo dejo a la imaginación de cada cual. Fue una broma, al fin y al cabo, amable 🙂