Lo más humano y lo más divino en una palabra

Lo más humano y lo más divino en una palabra

    La evolución de la lengua puede seguir a veces caminos insospechados. Uno de los casos que más me llamaban la atención cuando estudiaba gramática histórica es la confluencia de las palabras ἔσχατος (último) y σκατός (excremento) en el término «escatología». Así, por la transcripción de la cappa y la ji griegas como c, esta palabra ha pasado a designar, junto con «escatológico», dos realidades bien distintas. Por un lado, es el estudio de lo más elevado, de las cosas últimas del mundo y del hombre, de la muerte y de Dios, prácticamente un sinónimo de teología. Por otro, es una parte de la fisiología dedicada al estudio de los excrementos y todo tipo de deshechos corporales.

    Nada parece haber podido evitar la confluencia. En 1977 el sacerdote y escritor Leonardo Luis Castellani, que consideraba lo escatológico como sinónimo de pornográfico, propuso cambiar el término divino por el de «esjatología» para evitar que San Juan fuera calificado de escritor «pornográfico o excremental». Su propuesta no caló y hoy en día ambas acepciones aparecen una debajo de la otra en el diccionario.

    De todas las las contradicciones que pueda haber en el lenguaje ninguna parece llegar tan lejos como esta: lo más humano y lo más divino reunidos en una sola palabra. Si, como decían Sapir y Whorf, el lenguaje determina la realidad, habría que preguntarse qué es lo que dice esta curiosidad lingüística sobre nuestra sociedad. Se admiten ideas.

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