Llega el verano, una época ‒siempre y cuando se puedan disfrutar de unas buenas vacaciones‒ para disfrutar de más tiempo libre, para viajar o, por qué no, para darle un buen empujón a esa lista de lecturas que hemos tenido que ir aplazando durante el resto del año. Por todos lados empiezan a aparecer las anuales listas de libros veraniegos, recomendaciones de obras imprescindibles o de lecturas ligeras para desconectar en un día de playa.
Lo que no es tan habitual en estas fechas son las listas de los libros que conviene evitar. Muchos de ellos son libros que se nos atascan y que nos hacen perder un tiempo precioso que podríamos estar dedicando a otros libros. No hay que tener miedo a abandonarlos en caso de que fuera necesario. Según Borges, el libro que no da placer debe abandonarse de inmediato, sin reparos, porque gesto de abandonar un libro, cualquier libro ‒incluso El Quijote‒, no nos convierte en peores lectores. De otra manera, Daniel Pennac, en su decálogo del lector de su ensayo Como una novela, recoge el derecho a abandonar cualquier libro ‒además de saltarse páginas o no de no terminarlo‒.
Ahora bien, ¿hasta qué punto es posible elaborar una lista de los libros que se abandonan? Es casi como si tratáramos hacer una lista con los libros que se compran y no llegan ni a abrirse. O quizá no sea tan imposible. La tecnología de Amazon permite averiguar, con cierto grado de fiabilidad, cuáles son los libros cuya lectura más se abandona. Para ello el Wall Street Journal utilizó una herramienta llamada Popular Highlights disponible en el Kindle.
Popular Highlights no es más que un mecanismo que permite que el lector señale los pasajes más destacados de un libro. Si los lectores han leído un libro hasta el final, los pasajes destacados deberían aparecer repartidos a lo largo de todo el libro; por el contrario, si el libro se suele abandonar en las primeras páginas los pasajes destacados únicamente serán los de esas páginas. A continuación a esos datos se le aplica lo que se conoce como el índice Hawking: se toman los números de las páginas en las que aparecen pasajes destacados, se hace un promedio y se divide entre el número total de páginas del libro. Por cierto, que a esta fórmula se la conoce como índice Hawking en honor al libro Breve historia del tiempo, popularmente conocido como «el libro menos leído de todos los tiempos».
El resultado, con el título y el porcentaje de la cantidad que se ha leído del libro, es el siguiente:
El Jilguero de Donna Tartt: 98.5%
En Llamas de Suzanne Collins: 43.4%
El gran Gatsby F. Scott Fitzgerald: 28.3%
Cincuenta sombras de Grey de E. L. James: 25.9%
Flash Boys de Michael Lewis: 21.7%
Vayamos adelante de Sheryl Sandberg 12.3%
Pensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman 6,8%
Una breve historia del tiempo de Stephen Hawking: 6,6%
El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty: 2,4%
Aunque los resultados no son completamente fiables, a la vista de títulos como En llamas o Cincuenta sombras de Grey, sí pueden tener su utilidad para reflexionar sobre los bestsellers y sobre la relación entre las cifras de venta de un determinado libro y su lectura. Como puede verse, el gran triunfador de los libros abandonados es El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty, un ensayo económico que bien podría desbancar al conocido índice Hawking por el índice Piketty.
Personalmente solo he abandonado dos libros a lo largo de mi vida lectora: el Ulises de Joyce, que traté de leerlo con 13 o 14 años, y Mañana no será lo que Dios quiera de Luis García Montero ‒este no hace tanto‒. Incluso con Houellebecq, en varias de sus novelas, me he empeñado en llegar al final a pesar de que no me convencía. Cabezota que es uno. Sin embargo, con el tiempo he ido aprendido que es casi tan importante la lista de los libros leídos como la de los libros abandonados, ya que nos definimos como lectores no solo por lo que leemos sino por lo que dejamos de leer.
No concibo la idea de abandonar un libro a un 98%. Como mucho nada más empezarlo, y todavía no ha llegado el caso. Todo libro enseña, incluso uno que está mal traducido y tiene faltas de ortografía. Uno de mis mejores profesores (era de matemática) me enseñó a terminarlo todo aunque no me gustase. Él acabó una carrera y luego se metió a magisterio, pero luego.
Por mi parte tengo libros medio-abandonados, pero que siempre acabo recuperando varios meses después. Suelen ser libros-señal de otros libros, hasta el punto en que mi estantería parece una selva de libros comiéndose unos a otros.
Pero queda prohibido abandonarlos…hasta que se hayan leído.
Abandonar un libro sin terminarlo ya supone un peso de conciencia bastante grande, pero saltarse páginas… eso sí que es descabellado. Puedo entender incluso que se hojee un poco algún capitulo o parte del libro que ya conoces porque descubriste ese pasaje en otro lugar y sientes curiosidad, pero de ahí a que te dejes sin leer las páginas restantes o las anteriores…
Estoy completamente de acuerdo en cuanto a que los libros, leídos y no leídos, nos definen como lectores. Yo he leído y releído bastantes (nunca suficientes…), pero también he abandonado otros, e incluso me he negado a leer alguno que otro también…
El «Ulises» lo he leído recientemente. Era una de mis lecturas pendientes…
Pero las lecturas no son sólo de libros: entre cómics, novelas, artículos, poesía, libros específicos de historia, de literatura, de filosofía (no de autores, sino genéricos, es decir, de enseñanza, académicos)… Yo no sé vosotros, pero es una tarea que no termina jamás… Abandonar no abandonas (ya no), pero entre libros y libretas de notas, el paisaje hogareño parece la maldita biblioteca de Diógenes… y no sólo las estanterías, también la mesa, cajas, una silla con más libros, la mesita… y quieres tener siempre todos a mano, no uno ni dos, como veinte… porque, claro, todos son tan interesantes… Actualmente no abandono, pero sí, si que he abandonado lecturas tediosas o misóginas, e incluso moralistas… De hecho, alguien se atrevió a regalarme una vez, hace ya muchos años, un libro de Coelho… Hay libros que me niego a leer…
Gracias. Me ha gustado mucho el artículo. Un saludo.
si al cabo de los primeros capítulos no te convence…
cierra y comienza otro libro
la vida es corta
Yo también me auto-inculqué que un libro había que terminarlo, sí o sí. Aún recuerdo mi pelea constante con «El almuerzo desnudo» de Burroughs en la universidad.
Hoy día he de reconocer que, por cómo me mira la torre de lectura pendiente, amenazando con caerse sobre mí, ya no tengo tanto reparo en dejar un libro si no me convence.
Curiosamente, lo hago con los de no ficción, con la novela o los relatos sigo ahí y, aunque puedo recordar títulos que no me gustaron, me cuesta recordar a los que abandoné o si realmente lo hice con alguno.
Interesante artículo.
Cada vez creo más en la necesidad de desmitificar el concepto de lectura. Como digo en el artículo, a mí también me costaba abandonar un libro, y a día de hoy así sigue siendo, pero cada vez trato de que eso me importe menos.
Es verdad que muchas veces me he empeñado en terminar un libro por el mero hecho de terminarlo, como si en esos casos se convirtiera en un reto más que en un disfrute. Al haber estudiado filología hispánica he tenido que leer «por obligación» algunos libros. Algunos realmente malos. Eso también da bagaje lector.
Pero no es menos cierto que hay muy poco tiempo de vida y mucho por leer (recomiendo echarle un vistazo a este artículo que escribí hace tiempo: http://www.lapiedradesisifo.com/2012/10/25/leer-todos-los-libros-del-mundo/). Libros como Como una novela de Pennac son fundamentales para ese desmitificar la lectura. Si su decálogo del lector se aplicara de forma más habitual quizá conseguiríamos que a los adolescentes les gustara más la lectura.
Por cierto, Isaac, tengo pendiente desde hace algunos años El almuerzo desnudo. Es uno de esos libros que estás deseando leer pero que vas aplazando. A pesar de tu opinión todavía tengo muchas ganas de leerlo. La pregunta es: ¿tendré que abandonarlo?
Hola, Alejandro.
Como dice Isaac, interesante artículo.
Estoy de acuerdo contigo en que hay que desmitificar la lectura (también la escritura, por supuesto).
A mí también me ocurre: tengo un montón de libros pendientes de leer en mi casa y ya lo comentaba hace poco en el blog de Isaac, «Hoja en blanco»: debería dedicarme durante un año entero o más únicamente solo a leer, como actividad principal, para ponerme al día o intentarlo.
También me sucede (desde hace unos años para acá) que empiezo un libro que me interesa y a pesar de que me esté gustando no lo termino y empiezo otro y luego otro y luego otro… Y con frecuencia solo he leído la primera página o las primeras. Incluso solo unas líneas. Tal vez tenga que ver esto con mi personalidad, algo o muy caótica.
Asimismo, coincido con Rachael en que no solo hay mucho pendiente de leer en cuanto a libros: también artículos de revistas (especializadas o no), noticias o reportajes de Internet, folletos o pequeñas guías de exposiciones, etc. A mí me pasa como a Rachael: es una tarea que no termina nunca. Deberíamos ser como el personaje que interpretaba John Travolta en la película «Phenomenon»: alguien que adquiría el poder o la habilidad de leer y asimilar un montón de libros a una velocidad increíble. Esto ya lo he pensado varias veces. Pero bueno, debemos aceptar que por mucho y muy rápido que leamos nos moriremos con un montón de buenas lecturas pendientes. Qué se le va a hacer. No podemos abarcarlo todo (aunque ya me/nos gustaría).
Me gusta la reflexión final de tu post cuando dices que nos define como lectores no solo aquellos libros que leemos, sino también los que no leemos. Nunca lo había pensado, pero es cierto.
En cuanto al tema de dejar de leer un libro que no nos está gustando, nadie debería tener reparos en hacerlo (aunque sea un clásico o una obra que se supone que todo buen lector debería haber leído en algún momento de su vida) porque no es un crimen. Tenía razón Borges: por ello no vas a ser peor lector. Durante 6 años consecutivos fui a un taller de escritura creativa y una de las muchas cuestiones que se comentaron en él fue que si no estás disfrutando con un libro, déjalo (de hecho, antes de acudir al taller ya practicaba este consejo). Si no recuerdo mal, el ejemplo que ponía el profesor era éste (para mí es un símil perfecto): si vas a un restaurante y no te está gustando el plato que te han servido, no lo vas a comer todo hasta que no quede nada.
En conclusión: ya que la vida es corta, muy corta (como bien afirmaba Juan Carlos), al menos no la desperdiciéis leyendo obras que no os hacen disfrutar.
Un saludo.
Hasta hace bien poco era reacia a abandonar un libro sin terminar su lectura (y llegada al 98% ni se me ocurriría, ya tiene bemoles). Incluso después de la lectura de «Como una novela» y poner una copia de su decálogo del lector en mi escritorio. Llegada un punto, sin embargo, fui consciente de que hay tanto por leer que no merece la pena perder el tiempo en los libros que no me acaban de convencer. Si no soy capaz de avanzar, lo abandono. Eso no quiere decir que no vuelva a retomarlo en otras circunstancias. De hecho, hace algunos años me atasqué en el segundo capítulo de «Posesión», de A.S. Byatt, y lo dejé a un lado. El año pasado lo volví a intentar y, oh, sorpresa, lo devoré, me fascinó, descubrí las maravillas que guardaba. Porque a veces no es el libro: es uno mismo.
Ah, el «Ulises» lo acabé y lo disfruté. Y también acabé «Crepúsculo». En serio. Lo confieso. Tenía que saber qué no volvería a leer.
Gracias. Un beso.
Fascinante artículo, Alejandro. Es muy curioso ver que best-sellers como En Llamas, o clásicos como El Gran Gatsby, se dejen a medias. De Cincuenta sombras de Grey no me sorprendo, es más, me alegro…
Lo cierto es que a mí me pasaba como a muchos. Me costaba la vida dejar un libro sin terminar. Más por orgullo propio que por otra cosa. Supongo que también había algo de «peso de conciencia», como dijo Rachel. Lo que sí que ya no puedo es saltarme páginas e ir más adelante. No, no. Imposible. Si me pongo me pongo, nada de saltarse cosas. Que luego encima no entiendes la trama o te pierdes sucesos importantes.
Pero en fin, hace un tiempo empecé a pensar (o a comprender) que si la obra no te gusta, la puedes dejar tranquilamente. No se puede perder el tiempo en una lectura que no te acabe de enganchar. Si abres el libro más por obligación, que por gusto, entonces mal. Por ejemplo, me ocurrió hace poco que leí un clásico entre los clásicos: Fahrenheit 451. El libro es muy bueno, pero no sé, puede que no fuese mi momento o que me esperase más de lo que al final era. Me costó bastante terminarlo. Lo acabé pronto, quiero decir que lo que me costaba era avanzar. Leía poquito a poco. Y no es la primera vez que me pasa con libros que tienen buena crítica. No sé, está claro que en esto de la lectura no hay nada definido. Para gustos colores.
Siempre me atacaba un complejo de culpa cuando tenía dificultad para terminar de leer un libro. Lo dejaba, a propósito, a la vista hasta que llegara el día en que retomaba la lectura inconclusa. Recuerdo «Los Buddenbrook» de Thomas Mann que me llevó casi un año en terminarlo de leer y que me juré a mi mismo que no me lo repetiría. Error…volví a releer sus mil páginas años después y me conmovió profundamente.
Es posible que el estado de ánimo o las circunstancias diarias tengan que ver con la actitud de abandonar cualquier tarea, incluida la de leer. Pero siempre existe una segunda oportunidad para cerrar el círculo.
Isaac si tuviste una lucha tenaz para terminar «El almuerzo desnudo» te aconsejo prepararte de la mejor manera para «Nova Express» del mismo autor. Ese fue otro libro que me costó trabajo leerlo y entenderlo a pesar de su corta extensión.
Por supuesto hay libros que ni siquiera empezaría a leerlos, los de autoayuda por ejemplo, porque estoy convencido que la verdad personal solo se la puede encontrar en aquello que logramos comprender en la soledad interior de nosotros mismos.
Y si algunas obras son abandonadas por unos por cualquier causa, quizá sean la piedra filosofal para otros por esa misma razón.
Como dice Zazou es posible que el problema no sea el libro, sino uno mismo.
Daniel, curioso que no te haya gustado Fahrenheit 451, porque precisamente es uno de mis libros favoritos. Pero eso demuestra hasta qué punto es subjetiva la lectura. Un libro que puede encantarles a unos a otros se le puede hacer pesado. Por eso precisamente no hay que tener reparos en abandonar los libros.
Ringo, ole por ti por releer un libro de 1000 páginas que te costó casi un año en terminarlo. Es un esfuerzo importante. Releer siempre aporta nuevos matices, pero releer libros que se te han hecho pesados para ver si mejoran me parece demasiado agotador. También puede ocurrir lo contrario, que un libro te parezca genial y cuando lo vuelves a abrir al cabo de los años te das cuenta de que no era para tanto. Creo que esto segundo es bastante más habitual.
Considero que abandonar un libro ya empezado, es una especie de perdida y trato de leerlo hasta el final, pero el que si deje a la mitad fue El Perfume nunca encontre la magia que todos decia.
Tanto como magia… Leí «El Perfume» de Süskind con 17 años (y admito que me gustó). Pero los libros no gustan por igual a todo el mundo, es raro, de hecho, que suceda así. Quizá algún otro libro del
autor («La paloma», por ejemplo) te guste más (o menos incluso…) que aquel. A veces nos dejamos deslumbrar por las buenas críticas, y olvidamos que unos escritores conectan mejor con ciertos
lectores y no tanto con otros… Gracias. Un saludo.