Máquina del suicidio de Thijs Rijker

Máquina del suicidio de Thijs Rijker

   Estoy seguro de que al hablar de máquinas del suicidio a más de uno se le vendrá a la cabeza las cabinas del suicidio de la serie Futurama, esas cabinas que son idénticas a las telefónicas, pero que en vez de llamar hacen lo que su propio nombre indica, procurar suicidios. No, no quería referirme a esas endiabladas invenciones ni voy a hablar de ninguna máquina concebida para ayudar a la gente a suicidarse. Estamos ya tan habituados a vivir rodeados de tecnología que prácticamente hemos perdido la capacidad de asombro frente a lo que esta hace por nosotros. Piénsalo: ¿cuántas máquinas se cruzan por tu día a día desde que te levantas hasta que te acuestas? Cada una con una función específica y todas ellas con única finalidad de facilitarte la vida.

   Ahora bien, ¿qué pasaría si se pudiera idear una máquina que no solo no sirviera absolutamente para nada sino que además contraviniera algo así como la tercera ley de la robótica de Asimov con un gesto tan humano como el de destruirse a sí misma? Eso es lo que el artista Thijs Rijker se ha propuesto conseguir: máquinas que se suicidan. Entre sus obras podrás ver una máquina con forma de sierra que se va cortando a sí misma hasta que llegue a su motor y deje de funcionar o una máquina que vierte arena en la caja de cambios hasta que sus engranajes se desgasten y su mecanismo se pare.

   Rijker advierte que con su obra trata de conseguir crear una suerte de empatía entre los seres humanos y las máquinas, aunque creo que también puede interpretarse como una metáfora de la obsolescencia programada que hay detrás de muchos bienes modernos, especialmente los tecnológicos, para poder mantener en marcha el engranaje de la sociedad de consumo.


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