Estoy seguro de que al hablar de máquinas del suicidio a más de uno se le vendrá a la cabeza las cabinas del suicidio de la serie Futurama, esas cabinas que son idénticas a las telefónicas, pero que en vez de llamar hacen lo que su propio nombre indica, procurar suicidios. No, no quería referirme a esas endiabladas invenciones ni voy a hablar de ninguna máquina concebida para ayudar a la gente a suicidarse. Estamos ya tan habituados a vivir rodeados de tecnología que prácticamente hemos perdido la capacidad de asombro frente a lo que esta hace por nosotros. Piénsalo: ¿cuántas máquinas se cruzan por tu día a día desde que te levantas hasta que te acuestas? Cada una con una función específica y todas ellas con única finalidad de facilitarte la vida.
Ahora bien, ¿qué pasaría si se pudiera idear una máquina que no solo no sirviera absolutamente para nada sino que además contraviniera algo así como la tercera ley de la robótica de Asimov con un gesto tan humano como el de destruirse a sí misma? Eso es lo que el artista Thijs Rijker se ha propuesto conseguir: máquinas que se suicidan. Entre sus obras podrás ver una máquina con forma de sierra que se va cortando a sí misma hasta que llegue a su motor y deje de funcionar o una máquina que vierte arena en la caja de cambios hasta que sus engranajes se desgasten y su mecanismo se pare.
Rijker advierte que con su obra trata de conseguir crear una suerte de empatía entre los seres humanos y las máquinas, aunque creo que también puede interpretarse como una metáfora de la obsolescencia programada que hay detrás de muchos bienes modernos, especialmente los tecnológicos, para poder mantener en marcha el engranaje de la sociedad de consumo.
Desconcertante el título. Esperaba leer sobre máquinas que te ayudan a acabar con tu vida y no a las que se autodestruyen. Desde cierto punto de vista, ese suicidio es relativo porque no hay voluntad por su parte sino por parte de su creador, así que en realidad es un homicidio programado para una máquina. Otra cosa sería que la máquina decidiera, en un acto supremo de voluntad, acabar con su existencia. Vale, me estoy poniendo «filosófica»…
Interesante, de cualquier modo. Y una puerta a disquisiciones, aunque sea con una misma.
Un beso.
En la hipotética situación de una máquina eligiendo morir o no, lo lógico sería que tratara de preservar su existencia. Se me vienen a la cabeza las leyes de la robótica de Asimov. La tercera ley habla de eso, pero se puede romper siempre y cuando se haga para salvar a un humano, lo que ya haría que perdiera el carácter de suicidio.
El perpetrar tamaño acto por parte de una maquina, creo que busca, mas alla de la manipulacion del creador, darle una faceta humana, de algun modo quizas un tanto retorcido. No se como tomarlo (dado que es un genero que desconozco enteramente) desde el punto de vista del arte. No obstante, es tan llamativo como interesante…
El arte en sí mismo es algo retorcido. Has dado en la clave, se trata de humanizar a la máquina. Todo siempre sea buscando la reflexión, que es lo que trata de producir el arte.