El entierro de Victor Hugo

El entierro de Victor Hugo

   Gracias a su obra y a su participación en política, Victor Hugo acabó convirtiéndose en una de las mayores estrellas mediáticas de la Francia del siglo XIX. En 1848 apoyó la candidatura de Carlos Luis Napoleón Bonaparte como presidente de la República y más tarde, cuando este dio un golpe de estado y se hizo con el poder absoluto en 1851, lo declaró un traidor. Se exilió por propia voluntad, primero a Bruselas y después a la isla de Guernsey, en el canal de la Mancha, desde donde continuó siendo muy crítico con la figura de Napoleón III y donde escribió algunos de sus mejores trabajos, incluyendo Los Miserables. Tras la caída de Napoleón regresó a Francia con todos los honores, convertido en figura pública y en emblema de la recuperada república. Su carrera política llegó a lo más alto, pues no tardó en ser elegido miembro de la Asamblea Nacional y del Senado.

   Eso explica por qué la nación entera se mantuvo en vilo cuando el 18 de mayo de 1885 los medios franceses se hicieron eco de la grave enfermedad que le aquejaba. Finalmente, nada se pudo hacer y la madrugada del 22 el escritor que acabaría convertido en uno de los pilares de la literatura francesa fallecía a la edad de 83 años. El gobierno de la Tercera República no dudó en despedir por todo lo alto al hombre que había ayudado a sentar las bases de la democracia. En un principio se pensó en enterrarlo en el cementerio del Père-Lachaise, pero en el último momento se optó por hacerlo en el Panteón de París, un honor solo reservado a las clases altas.

   Durante la madrugada del 31 de mayo su ataúd es expuesto bajo el Arco de Triunfo. A pesar de la intensa lluvia, se calcula que unas 40.000 personas esperaron toda la noche para conseguir una buena posición a lo largo de todo el recorrido que por el que se había previsto que pasase el séquito mortuorio. A primera hora de la mañana, después de que se pronunciaran hasta seis discursos fúnebres, se inició el cortejo fúnebre desde el Arco hasta el Panteón. Cientos de miles de personas más se acercaron para presenciar el evento y presentar sus respetos al escritor. En total asistieron más de dos millones de personas, entre los que se encontraban algunas de las más importantes personalidades francesas y varios embajadores de otros países europeos. El acontecimiento reunió a la mayor multitud jamás vista en Francia en el funeral de una figura pública.

   Victor Hugo fue el primer escritor ilustre enterrado en el Panteón. Años más tarde se concedió este honor a otros dos escritores: en 1908 los restos de Émile Zola fueron trasladados desde el Cementerio de Montmartre y en el 2002 fue el turno de Alejandro Dumas, que estaba sepultado en el cementerio de su pueblo natal Villers-Cotterêts. En la actualidad los tres gigantes de las letras francesas comparten cripta.

   Por cierto, si hubiera que buscar una analogía al funeral de Victor Hugo en España sería el de Mariano José de Larra, aunque a mucha menor escala. Su entierro, sin embargo, también fue todo un acontecimiento para el Madrid del siglo XIX. Solo hay que pensar que la muerte de Larra tuvo tanta repercusión social que la Iglesia permitió, por primera y última vez en la época, dar sepultura a alguien que había cometido un suicidio. Este acontecimiento fue, además, la presentación en sociedad del joven José Zorrilla. Pero esa es otra historia.

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