Las escuelas de arte y diseño gráfico están llenas de talento, como demuestran muchos de los trabajos realizados por sus alumnos. Rachel Walsh, por ejemplo, se planteó como proyecto para su segundo año en el Cardiff School of Art & Design diseñar algo para explicarle qué es el Kindle a Charles Dickens. Otro ejemplo sería el de Benjamin Harff, que como trabajo de grado de la Rhein-Sieg-Akademie für realistische bildende Kunst und Design decidió iluminar a mano como si fuera un monje escribano el Silmarillion de Tolkien, inspirándose en el legado gráfico que dejaron los celtas para este tipo de documentos.
Harff, que empezó a leer a Tolkien a la temprana edad de 11 años, se planteó en un primer momento basar su proyecto en El señor de los anillos, pero se dio cuenta de que las películas de Peter Jackson le habían marcado tanto que no le permitían trabajar con libertad. Huyendo de esa influencia se decidió por ilustrar el menos conocido Silmarillion, que al ser un libro heterogéneo además le daba la oportunidad de practicar estilos diversos.
Antes de empezar con el proyecto Harff estudió con detenimiento La historia de la Tierra Media, una serie de doce libros que reúne y analiza material relacionado con el mundo fantástico creado por Tolkien, compilado y editado por su hijo, Christopher Tolkien, así como las cartas del escritor y sus trabajos de ilustración. El objetivo de esta primera fase era averiguar qué había inspirado visualmente a Tolkien. Como Tolkien era un amante de la caligrafía medieval, el estudiante de arte decidió que esa era la forma que debía tener su trabajo, iluminando el libro con diseños originales a mano, con pluma, tinta china, pinceles y acuarelas, además de acrílicos para algunos detalles.
Después de eso todo el trabajo fue digitalizado, seguido por el montaje del texto, que a diferencia del resto de la obra no está hecho a mano sino con ordenador. Al fin y al cabo, Harff contaba solo con seis meses para completar el trabajo, y aunque hubiera bastado con hacer dos capítulos se empeñó en diseñar el libro completo pensando en que tal vez no volvería a tener la oportunidad de trabajar en una obra de Tolkien con tanta libertad.
Una vez que todo estaba montado en el ordenador Harff trató de imprimir y encuadernar el libro por sus propios medios, pero al ver que el resultado desmerecía todo el trabajo que había realizado esta ese momento recurrió a un encuadernador profesional, que le ayudó durante el proceso. Con todo, Harff declaró que no estaba demasiado contento con la cubierta, pero como el tiempo apremiaba y tenía que presentar el trabajo se conformó con hacer una especie de versión alfa del libro, a la espera de poder trabajar en un futuro en una versión beta.
En la actualidad solo existe una sola copia del libro de Harff, que no puede plantearse editarlo porque de momento no cuenta con los derechos de autor de la obra de Tolkien. Si finalmente lo consigue serán muchos los amantes de Tolkien que querrán hacerse con una copia. El cuidado con el que Harff ejecuta cada detalle y la paciencia y empeño que ha puesto en su diseño hacen que el libro pueda considerarse como un proyecto de verdaderas dimensiones tolkianas.
Me maravilla que exista gente así, que haga este tipo de obras. Creo que aportan muchísimo al colectivo cultural. A veces, copiar lo que hizo otro puede constituir un arte por sí mismo. Una genialidad.
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