Las distopías están de moda. A lo largo del siglo XX el ser humano ha acentuado tendencias y fenómenos de su presente hasta los extremos más negativos, dando como resultado mundos que podrían ser calificados, cuanto menos, de poco deseables. Si pensamos que las distopías han servido para reflejar los miedos y preocupaciones del momento en que han sido creadas, ¿no cabría pensar que si el género está tan de moda es porque tenemos ahora más que nunca una descomunal incertidumbre en el futuro? Pero eso no significa que haya que meter en el mismo saco a todas las distopías. Esta variante de la ciencia ficción se ha ramificado y diversificado dando lugar a planteamientos de muy distinto signo.
Uno de los más interesantes enfoques distópicos aparecidos en 2017 es el planteado por David Luna Lorenzo en . Hay distopía, sí: la historia se desarrolla en un futuro lejano, incierto, postapocalípstico, en el que se ha producido un retroceso social y tecnológico, hasta llegar a niveles medievales, donde quedan algunos restos tecnológicos, que no son del todo comprendidos por la inmensa mayoría de la población y que en ocasiones son identificados con magia; se recuperan estructuras ya olvidadas, caso de la Nueva Inquisición, que ‒como la antigua‒ se encarga de salvaguardar determinados valores y prohíbe el uso de cualquier tipo de tecnología, sancionando el incumplimiento de esta norma con rigurosos castigos. Pero Laberinto Tennen incorpora otros elementos que dan cuenta de la flexibilidad del género. La ciencia ficción aparece mezclada con detalles más propios de la fantasía, como criaturas legendarias o habilidades sobrehumanas ‒a veces muy próximas a la magia‒.
Con un arranque muy dickensiano ‒una de las muchísimas referencias que esconde el relato‒, la novela narra la historia de un muchacho llamado Bastián, que malvive como ladronzuelo en la ciudad de Tolte, a las órdenes de un tirano que recuerda a una mezcla de Fagin y de Sykes. Este joven es atormentado por sueños recurrentes y terribles, sueños que atraerán hasta él a dos misteriosos personajes, los tennen, con los que emprenderá una trepidante aventura con el objetivo de descubrir un horrible complot. Estos sueños premonitorios, muy presentes a lo largo del libro, le dan a la narración una cierta circularidad, porque el personaje empieza entreviendo en ensoñaciones su final, algo que unido al nombre del personaje recuerda, ¿por qué no decirlo?, al Áuryn de La historia interminable.
El planteamiento inicial quizá pueda parecer poco original: un niño con unas poderosas habilidades latentes descubre que está destinado a hacer grandes cosas y, tras emprender el viaje del héroe, dará comienzo un aprendizaje del que, con sus correspondientes dificultades, saldrá crecido. Distintos guías le ayudarán en su camino, siendo el más importante de todos ellos el comandante Lux.Zu, lo que dará pie a desarrollar el tema del maestro y el aprendiz. Y es que en realidad la ciencia ficción no es tanto el núcleo de la historia como un pretexto ambiental para desarrollar uno de los grandes temas por excelencia de la literatura: la clásica lucha entre el Bien y el Mal. Para poder exponer este conflicto con todo lujo de detalles, durante buena parte de la novela se profundiza en ambas nociones. El componente simbólico es, por tanto, un ingrediente esencial en el cóctel compuesto por David Luna.
El propio concepto de tennen, una orden militar de asombrosos poderes que actúan como paladines del bien ‒imposible no pensar en los jedis‒, supone la plasmación física del Bien. Para construir a los tennen es evidente que el autor se ha empapado bien en la filosofía oriental y, concretamente, en el budismo zen. «Sé espectador de ti mismo y de tus pensamientos. Eso hará que no te identifiques con ellos y entonces perderán fuerza, los muy ladinos. Tu verdadero yo tomará las riendas», se le advierte a Bastián, y más adelante se añade «la vida no puede comprenderse sino observarse». Frente a ello, el Mal queda reflejado con una crueldad exquisita y devastadora, desde los experimentos genéticos más abominables, que dan como resultado verdaderos monstruos, hasta las torturas medievales clásicas. Escenas que en muchos casos se describen con una naturalidad que horroriza, como pasando de puntillas, y que incluso se mezclan con algunas dosis de humor ‒como, por ejemplo, el uso de las pelucas que hace el malvado de turno‒, lo que no hace sino crear todavía más mal rollo.
Dicho así, puede parecer que Laberinto Tennen cae en el burdo maniqueísmo y nada más lejos de la realidad. ·En muchas ocasiones la frontera entre ambos extremos se desdibuja, mostrando que la realidad es mucho demasiado compleja como para simplificarla en una fórmula. Y es que, como dice uno de los personajes, «hasta el más malvado de los hombres no es más que un pobre ignorante en el interior de un laberinto buscando una salida que no existe. El pobre diablo cree que la felicidad lo espera fuera. Desconoce que la auténtica consiste tan sólo en dejar de buscar».
Laberinto Tennen se deja leer perfectamente. El componente filosófico y simbólico resulta una carga ligera que no enturbia una narración completamente ágil, de capítulos cortos, con cierres que hacen un uso bastante moderado de cliffhangers y que invitan a seguir leyendo sin la sensación de estar constantemente en vilo. Quizá lo único que se le pueda reprochar a la novela es la falta de desarrollo de algunos elementos que, cabe pensar, ha sido una decisión consciente y deliberada por parte del autor, pero que quizá ha deslucido un poco a ciertos personajes y situaciones. Por lo demás, habría que decir que el libro hace justicia a la magnífica edición que ha hecho Ediciones El Transbordador. Aunque tradicionalmente presentemos el Bien y el Mal como dos conceptos contrapuestos, la realidad es mucho más rica y compleja, es un laberinto que probablemente no tenga una única salida. La distopía de David Luna Lorenzo es una de esas salidas, pero estoy seguro de que hay muchas otras.
Esta libro es uno de los nominados al Premio Guillermo Baskerville organizado por Libros Prohibidos.
[…] Tennen. (Reseña LLPP, reseña La Piedra de Sísifo, reseña […]