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   La censura existe, señores y señoras. Existe y está en todas partes, impregnando la sociedad y acotándola entre las paredes invisibles de la moral de unos pocos elegidos en la que todos los demás no estamos representados. Porque, al parecer lo que está bien está bien y es como debe ser. Y, de lo otro… lo otro mejor callárselo, porque hay cosas de las que no se habla.

   Desde que las leyes campan a las anchas de unos pocos, el resto tenemos asuntos que no podemos tratar. Temas de los que uno no puede ni reírse. Pero lo entiendo, ojo. Que empieza uno riendo y puede incluso acabar pensando. Mejor adormecerlo pronto, cortar el pensamiento de raíz y eliminar toda esperanza de florecimiento, no vaya a ser que el humor sea contagioso y empiece a reírse todo el mundo.

   Y entonces, ¿qué haríamos? ¿Dejar que todo el mundo tuviese su opinión? Sí, hombre…

No nos podemos quejar

   Recuerdo haberme reído de aquél chiste, quizá lo oísteis vosotros también en su momento, cuando le preguntan a un cubano sobre su estado de ánimo. Este, encogiéndose de hombros, contesta que «No nos podemos quejar».

   ¿Y los españoles ahora?, pueden pensar ahora los que acaban de derribar en parte sus fronteras, protagonistas de nuestros chistes pasados y escritores de los que vienen en el futuro.

   Los españoles bien, hombre. No nos podemos quejar. Tampoco nos podemos reír, que de todos es sabido que es cosa muy seria. Reírse está bien siempre y cuando uno lo haga como se debe de hacer, sin interferir demasiado en los asuntos de quien dicta la moral de las leyes a cumplir.

Pero tampoco estamos tan mal, ¿no?

   Tampoco podemos quejarnos mucho, ¿no? —piensa el pueblo español lanzando la pelota fuera, que siempre se nos ha dado bien despejar mal—. En otras partes están peor que nosotros.

   Toda la verdad —secunda esa voz en nuestra cabeza encargada de evadir la lógica de lo que no tiene ni pies ni cabeza—. Hay donde uno no puede ni dibujar en voz alta a ningún dios, sea suyo o extranjero, sin que lo cosan a balazos, acabe en la horca o linchado a piedras.

je suis charlie libertad de expresión

   ¡Oh! Y no nos olvidemos, para intentar escurrir el bulto, que existen lugares en el mundo en los que uno no puede querer como quiere, y tiene que conformarse con simular afecto según las leyes del lugar. Como nosotros hace 50 años, bajo pena de encierro, cárcel e incluso muerte. ¿Qué es renunciar a la risa cuando todavía hay países que no dejan amar? ¡Nosotros estamos mucho mejor!

Ni hablar sobre el futuro de todos los seres vivos. Porque el calentamiento global ocurre en todas partes menos en el país de la libertad, donde se ha prohibido malinformar a la prensa sobre los gases de efecto invernadero, entre otras cosas.

   Visto así, no reírse de las cosas de las que uno no debe reírse tampoco está tan mal. Además, siempre nos quedarán el pan y el circo, o los homólogos modernos en forma de ligas y copas.

Yo me quedo intranquilo

   Recuerdo un Internet amable y abierto. Un lugar sin las barreras que de un modo tan torpe hemos dibujado sobre un mundo que ni siquiera es nuestro con objeto de poseer una parcela de él.

   Un espacio lleno de personas que aprendían a usar herramientas que la humanidad no había conocido nunca y que deseaba aprender. Aprender por encima de todo. Aprender por aprender, y no aprender por rentabilizar lo aprendido.

de esas cosas no de habla

   Recuerdo un Internet donde se volcaban contenidos de todo tipo, y el ofendido cerraba una pestaña para ir a escribir a la siguiente, sin denuncias ni acusaciones. Respetando el humor en todas sus formas, respetando las opiniones incluso cuando duelen.

   Incluso Twitter fue en su momento un lugar canalla de risas y empoderamiento. De encuentros y apertura. Hoy vende anuncios y expide citas a los tribunales a cambio de un chiste.

   Qué queréis que os diga, yo me quedo intranquilo cuando veo que las mentiras que a la humanidad le quedaban pendientes crecen en lugar de disminuir. Pero, por desgracia, ya no nos podemos quejar.

Las leyes pueden prohibir la risa

Imágenes | Gerd Altmann, RichardCYoung, ShuaiGuo

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