Aquí de Richard McGuire

Imagina que te quedas mirando un rincón cualquiera de tu casa, hora tras hora, día tras día, año tras año. En un primer momento piensas que en ese lugar no ocurre nada, que es una escena monótona y tediosa, pero a medida que se va acumulando tiempo, que se van sumando los años, las décadas, los siglos, te das cuenta de lo que parecía un espacio aburrido y tranquilo se llena de vivencias, de alegrías y tristezas, de recuerdos. Imagina todo lo que ha ocurrido en ese espacio antes de que tú llegaras, antes incluso de que fuera construida tu casa, e imagina todo lo que va a ocurrir después, cuando tu casa haya dejado de existir. Imagina toda la historia del planeta en ese mismo rincón, desde el pasado más remoto al futuro más inconcebible. Imagina ahora todo lo que ha ocurrido en ese espacio a la vez, como si la linealidad del tiempo pudiera anularse de un plumazo, y observaras que hay una tormenta, un perro está ladrando, una pareja hace el amor, una familia se toma una fotografía, una mujer está barriendo, un pájaro se cuela por la ventana, dos hombres pelean, y un millar de cosas más, simultáneamente. Ese es el experimento, revolucionario y brillante, que Richard McGuire ha intentado llevar a la práctica con Aquí. Y lo ha conseguido.

La premisa narrativa de Aquí es tan diferente a todo lo que se haya hecho que parece que calificarla de novela gráfica se queda corto o, al menos, no consigue dar cuenta de todo lo que implica este libro. Nos situamos en el salón de una casa, sabemos que construida en 1907 en Perth Amboy, Nueva Jersey, pero la historia se desarrolla en un espacio de tiempo de esos en los que se mueve el universo, en eones, desde el 3,000,500,000 a.C. Hasta el 22.175 d.C. Ambicioso, sí, aunque hay que decir que la mayor parte de la acción transcurre en el siglo XX y las primeras décadas del XXI.

Es difícil dar cuenta de Aquí sin decir qué es lo que podemos encontrar en la historia. En las primeras páginas vemos el salón en 2014, primero con un sofá y después sin sofá y con una estantería de libros, a continuación pasamos a 1957 y en el centro hay un parquecito de bebé, después a 1942 y hay una escalera en el centro, y a 2007 y la escalera se ha convertido en un sofá cama abierto. Todo se pone más interesante cuando empieza la simultaneidad de tiempos: en 1957 una mujer se pregunta por qué está ahí otra vez y al mismo tiempo en 1999 un gato pasa sobre la moqueta; en la siguiente página la mujer sigue perdida en sus pensamientos, el gato se lame una pata, pero nos trasladamos a un paisaje invernal de 1623, mucho antes de que la casa fuera construida.

A partir de ese momento, salvo contadas excepciones, presente y pasado se mezclan, a veces uno dentro del otro y otras veces el otro dentro del uno. Con un tiempo como marco de referencia, los otros momentos temporales se introducen en viñetas superpuestas, de forma caleidoscópica, como ráfagas de un segundo. En algunas páginas llegamos a ver hasta siete u ocho momentos temporales superpuestos y simultáneos. En 1983 una pelota de béisbol rompe el cristal de la ventana y al mismo tiempo en 1910 dos hombres se pelean, en 1991 alguien se abrocha el cordón de un zapato, en 1720 parece que alguien discute con otra persona, en 1820 hay otra discusión y en 1949 encontramos un espejo sobre la chimenea. Todo ello en una sola página, a la vez, en el mismo salón.

Aunque todo es muy fragmentario, algunas escenas se van reiterando y de ellas podemos entresacar sus historias: en 1609 un hombre seduce a una mujer en un claro del bosque, en 1775 Benjamin Franklin visita a su hijo, en 1870 un pintor disfruta de un picnic con una mujer, en 1907 se construye la casa, en 1986 un arqueólogo pide a la dueña de la casa mirar el patio trasero. Vemos que los distintos momentos temporales tienen cierta tendencia a sincronizarse, con temas recurrentes, que a pesar de que pase el tiempo tampoco hemos cambiado tanto: hay problemas con la vista o con el oído, se ha perdido algún objeto pequeño, hay algún tipo de fiesta, se rompen cosas, se producen discusiones y peleas. Acontecimientos todos ellos que pueden ocurrir en cualquier época y que confluyen en una misma viñeta.

Lo cierto es que es tremendamente difícil hacerse una imagen de Aquí solo con palabras, porque al fin y al cabo el lenguaje es lineal y este libro consigue romper con la linealidad. El tiempo siempre a sido un tema que ha preocupado al arte. Desde las vanguardias, la pintura ha tratado de plasmar diferentes momentos en un mismo cuadro. También lo han intentado la literatura y el cine a lo largo del siglo XX. Sin embargo, nunca se ha logrado de forma natural, porque son disciplinas que están encadenadas al tiempo y a su sucesividad. Richard McGuire ha llevado a extremos inimaginables el potencial narrativo del cómic ‒por eso decía antes que lo de novela gráfica se queda corto‒, introduciendo la dimensión temporal en su obra. Abrir agujeros espacio‒temporales es tan sencillo como introducir una nueva viñeta. Aquí rompe con esa idea del cómic supeditado al cine o a la literatura, consigue algo que solo se puede conseguir en este formato. Y todo ello haciéndonos conscientes de que nuestras vidas, en el tiempo del universo, son poco menos que un fulgor. Si eso no es una obra maestra no sé qué lo será.

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