No, no se trata de un chiste, sino de un acontecimiento histórico que tuvo lugar en algún momento a finales del siglo XV. Su protagonista, Juan de Lepe, era un marinero nacido en la ciudad onubense que terminó entrando al servicio de un acaudalado inglés y al que su agudeza y picardía le llevaron a ser muy popular en la corte inglesa y, tras conocer al mismísimo rey Enrique VII, a ganarse la confianza del monarca sirviéndole como bufón, confidente, consejero, asistente, amigo y compañero de juegos, especialmente de cartas.
Pese a que Enrique VII tenía fama de tacaño un día se le ocurrió la broma de apostar con su bufón lepero la soberanía de Inglaterra durante un día entero. Como Juan ganó la partida Enrique VII no dudó en nombrarlo, a título simbólico, rey por un día. El bufón, conocido popularmente a partir de ese momento como «el pequeño rey de Inglaterra», aprovechó ese único día para llenarse bien los bolsillos y, lo más importante, consiguió el permiso para poder llevarse a España todo lo que se había agenciado durante su corto reinado.
Hay fuentes que señalan que una vez transcurrido su día de reinado regresó a su ciudad natal en una flota de navíos a sus órdenes, mientras que otras dicen que lo hizo cuando murió Enrique VII en 1509. Sea como fuera, el caso es que Juan volvió a Lepe y, una vez allí, donó una buena parte de lo que había recaudado en sus aventuras inglesas al convento franciscano de Nuestra Señora de la Bella, con la condición de que fuera enterrado allí tras su muerte, bajo una lápida en la que rezaba su nombre y su hazaña: «En la Iglesia de este convento (Ntra. Sra. de la Bella) aún se ve el sepulcro de cierto Juan de Lepe, nacido de baja estirpe del dicho pueblo de Lepe, el cual como fuese favorito de Enrique VII rey de Inglaterra con él comiese muchas veces y aun jugase, sucedió que cierto día ganó al rey las rentas y la jurisdicción de todo el reino por un día natural, de donde fue llamado por lo ingleses el pequeño rey…».
El expolio que vivió la iglesia a principios del siglo XIX hizo que no se conservara la lápida pero se tiene constancia de ella gracias al registro que toma el padre Francisco de Gonzaga, general de la orden franciscana, en 1583 en su obra Origine Seraphicae Religionis. Una de las piezas más llamativas del tesoro amasado por Juan de Lepe es una corona de Enrique VII, expuesto en el municipio onubense por vez primera en cinco siglos en 2010.
Si vamos, que sabía mas que «Lepe» el tío, n’ est ce pas? Jajajajajajajajaa
Buena semana.