Esta reseña está profundamente condicionada por mi adolescencia. Golden Sun cambió por completo mi vida, llenándola de posibilidades hasta entonces imposibles siquiera de imaginar. El libro ‘Los Guerreros de Tale’ (2021), de Eleazar Herrera, es un volumen que todo fan de Golden Sun querrá leer para volver al mundo de Weyard. Aunque sea durante unas horas.

Y, si tuvieron la suerte que tuve yo, para recordar una adolescencia marcada por aventuras en 8 bits en las que el mundo dejó de ser un lugar incómodo en el que subsistir y pasó a convertirse en un infinito de posibilidades y futuro. Recuerdo a la perfección la primera vez que vi jugar a Golden Sun.

Yo tenía 13 años y pasaba las vacaciones con mis padres en el camping en que solíamos veranear. Durante una siesta de especial calor, paseando aburrido, encontré al primo de uno de los vecinos sentado en unas escaleras con una Game Boy Advance en su poder y con el primo en cuestión al lado, esperando su turno para jugar. En la pequeña pantalla, recordemos no retroiluminada, refulgían los colores de las explosiones de agua, fuego, tierra y viento. Aquel juego me cautivó por completo. Quedé maravillado. Me senté en el slot libre a la izquierda del jugador y tras unos minutos que recuerdo sin pestañeo pregunté “¿Puedo jugar?”. “Pues claro”. Eran otros tiempos. Pocos minutos después cambié para siempre.

los guerreros de tale

Unas semanas después de aquello, un extraño pero maravilloso anuncio apareció en la televisión. Mientras una orquesta interpreta ‘In the Hall of the Mountain King’ de forma acelerada, un esqueleto en el palco del teatro transmuta estatuas que hacían de columnatas en arpías, y estas atacan a la orquesta. Frente al ataque, esta se militariza. Los violinistas convierten sus instrumentos en improvisados arcos con saetas prendidas que destrozan las estatuas, y un percusionista usa un platillo para cercenar la cabeza de una de ellas. Tras este primer asalto, la lámpara de araña del auditorio se convierte en un dragón cuyo cristal se torna en rosas al morir por el rayo de la directora. Brillante tanto en su versión larga como corta, y brillante la presencia de este dragón en la invocación ‘Crystal Dragon’ de Golden Sun Dark Dawn, tercera entrega de la saga.

Apenas una semana después de aquel anuncio, y tras visitar probablemente una decena de establecimientos, yo ya tenía una Game Boy Advance y un cartucho del primer juego de Golden Sun en mi poder. Todo de segunda mano, claro, que la paga llegaba para lo que llegaba. Escribo estas líneas de la misma forma en que jugué las primeras horas y del modo en que leí ‘Los Guerreros de Tale’: con el vello de punta y emocionado.

Emocionado, así es como ha hecho que me vuelva a sentir Eleazar Herrera, para la que aquel juego también supuso un momento mágico de su pasado. Como dice en uno de los capítulos, “la adolescencia tiene un color especial en la memoria”, y Golden Sun es un juego que sabe penetrar hasta lo más profundo, arraigar y transmutar la esencia de uno mismo.

A estas alturas del texto es poco probable que siga leyendo alguien que no jugó a esta magnífica saga, de la que la autora ha hecho un análisis exhaustivo. Leer el libro es como volver a recorrer aquel mundo maravilloso con las notas de Motoi Sakuraba. De hecho, he leído la totalidad del volumen con la banda sonora en los oídos. No había otra forma correcta de hacerlo.

A través de un repaso histórico sobre la producción del juego, repleta de curiosidades sobre su desarrollo, Eleazar Herrera narra su evolución y argumentos principales, analizando con un acierto desbordante los pormenores de la mecánica, jugabilidad, historia, mitología y esencia del juego. Es fascinante y cautivador leer sobre el juego por quien se ve que siente un afecto especial hacia el mismo.

Dice la autora que en su libro se deja “llevar demasiado por el entusiasmo” y que el libro “pierde la escasa objetividad que contiene” cuando esto ocurre. Como lector amante del videojuego no puedo sino alegrarme de esa falta de objetividad que transmite pasión, y replicarla. Es por ello que esta reseña no tendrá nota. No podría. Cualquier número de estrellas sería demasiado subjetivo y, a la vez, me resultaría insuficiente. Solo tengo palabras de agradecimiento para la autora. No sé cuál era el objetivo del libro, pero está claro que lo ha conseguido.

Comentarios

comentarios