Catulo

Catulo

   Los escasos datos que se conocen sobre la vida de Catulo se organizan en su mayor parte en torno a las informaciones que el propio Catulo ofrece al lector en su poesía. Este hecho ya pone al lector sobre la pista de lo que va a significar en parte la gran originalidad de este poeta.

   Nace, probablemente en Verona, poco antes de la dictadura de Sila (San Jerónimo conjetura la fecha del año 87 a. de C., pero esta fecha puede ofrecer algunos problemas), y muere con el primer triunvirato (alrededor del año 54 a. de C.). En cualquier caso, la vida de Catulo es corta e intensa. Muere joven, y al morir deja constancia de las experiencias más significativas que marcaron su vida.

   Catulo se traslada a Roma, y allí entra a formar parte de los llamados poetae novi o neoteroi, como los denominaba Cicerón, que se caracterizaban por buscar una renovación en cuanto a temas y formas poéticas. Dentro de este grupo de poetas figuran nombres como C. Helvio Cinna (poema XCV), C. Licinio Calvo (poema XCVI) o Cornificio entre otros. Se oponían al modelo de poesía heróica estereotipada, herencia de Ennio, cultivando una poesía caracterizada por su individualidad y su subjetividad. Éste es uno de los grandes aciertos de Catulo: haber escrito una poesía sincera y directa, que trata de evitar la erudición mitológica y universaliza el tema en epigramas, con gran influencia de Safo (el poema LI es una traducción de un poema de Safo) y de Arquíloco; aunque también escribe extensos poemas narrativos, con influencia de Calímaco (el poema LXVI es la traducción de un poema de Calímaco), de abundantes referencias mitológicas y un lenguaje exquisito poblado de helenismos, con la diferencia de que no tienen la finalidad moral y didáctica que tenían los poemas de sus predecesores.

   La obra de Catulo se suele dividir generalmente en tres partes: desde el poema 1 al poema LX, desde el poema LXI al poema LXVIII, y desde el poema LXIX al poema CXVI. Las partes primera y tercera son precisamente las composiciones que se caracterizan por su sinceridad, su lenguaje sencillo y directo, y su intensidad. En definitiva, son los poemas que ofrecen más pistas acerca de la personalidad del autor. La segunda parte se compone de los extensos poemas narrativos; no es que Catulo esté fuera de esos poemas narrativos, pero trata de establecer una cierta distancia, que no siempre es posible (se introduce como motivo de los poemas LXI y LXII el canto a las bodas de su amigo Manlio Torcuato, y en el poema LXIV aparece como historia secundaria, paralela a la principal, los tristes lamentos de Ariadna al ser abandonada por Teseo, lo cual podría identificarse en cierta manera con el propio Catulo).

   Pero dejando a un lado la belleza de poemas como el LXII o el LXIII (incluso dejando a un lado el poema LXVII, que será todo un referente para la poesía satírica posterior, y como crítica de la sociedad del momento), la poesía que muestra realmente la personalidad de Catulo es la del primer y tercer grupo.

   Pero, ¿quién es verdaderamente Catulo? Su personalidad es de una complejidad extremada: a un tiempo se presenta como persona de muy buen humor, que se expresa a través de ironías más o menos sutiles (como en los poemas VI, XII, XIII, LXXXIV, XCVII, etc.), y como alguien azotado por las circunstancias de su vida, que le impulsan irremediablemente al dolor y a la violencia verbal. Sin duda, impulsivo y directo. No se interesa por cuestiones políticas, y eso se demuestra en que sus críticas dirigidas a Julio César van más referidas al plano sexual, que a una crítica política en sí (en el poema XCIII en el poema LVII). Es al mismo tiempo una persona tremendamente apasionada, tanto para la amistad, como para el amor, el odio o el desprecio. Dedica una gran cantidad de poemas a sus amigos, a veces reprochándoles una falta de interés por su parte, y otras simplemente expresándoles su cariño (poema IX).

   Catulo es, ante todo, un hombre de su tiempo. Por eso no debe extrañar al lector actual el que, a pesar de haberse confesado apasionadamente enamorado de Lesbia, contrate los servicios de prostitutas (poemas XLI o XLII), esté enamorado de un niño llamado Juvencio (poemas XXIV o XLVIII), con un amor que peca de inocente (poema XCIX), y al mismo tiempo reproche a algunos de sus amigos su comportamiento ante el propio Juvencio (poema XVI). Estos poemas por lo tanto ofrecen un testimonio acerca de la sexualidad de la época, que era tremendamente más compleja que la actual (de ahí que muchos se escandalicen con la poesía de Catulo).

   Sin embargo, el acontecimiento fundamental en la vida de Catulo se llama Lesbia. Sin ella Catulo es tan impensable como Petrarca lo sería sin Laura. Lesbia pasa a ser, no simplemente un tema, sino una fuerza generadora de poesía, una inspiración dolorosa. Ambos se pueden considerar como los autores de esos poemas. No está claro quién fuera Lesbia, pero probablemente se trate de Clodia Pulcher, hermana de Clodius Pulcher (debido a referencias en los poemas LXXVIII y LXXIX) y esposa de Quinto Metelo Céler. Existen noticias de Clodia a través de Cicerón y de otros autores.

   Lesbia, que pertenecía a la alta aristocracia romana, a pesar de ser una mujer casada, se caracterizaba por las infidelidades hacia su marido y su gran número de amantes, entre los que se encontraba incluso su propio hermano. Pertenecía a un sector social en el que las costumbres morales estaban sometidas a un cierto relajamiento. De no haber sido así, Catulo probablemente nunca podría haber sido su amante, ni tampoco le habría escrito esos hermosos poemas. No se puede concebir a Lesbia de otra forma que no sea así. Era necesario que lo fuera para que Catulo llevara el amor hasta los límites de una pasión que rozaría con el odio. Catulo se siente engañado y traicionado por Lesbia, aunque los momentos de entrega amorosa son intensos (poemas V o VII). Esta traición amorosa, unida a la muerte de su hermano (poemas CI y LXV), hacen que exista en Catulo un vaivén entre el buen humor propio de su carácter y las circunstancias de una vida nada fácil.

   Es precisamente esa traición amorosa la que hace que Catulo escriba los poemas más intensos, más sorprendentes y magníficos. Catulo no insulta directamente a Lesbia, sino que se limita a constatar una realidad (en el poema XI o en el poema XXXVII), que es el insaciable apetito sexual de Lesbia y su elevado número de amantes. Si quisiera insultarla directamente no escatimaría en obscenidades, como hace en los poemas LXIX, XCVII o XXXIX. Los ataques directos son más bien hacia sus amantes (Rufo, Emilio y Egnacio en este caso, respectivamente). Pero existe siempre un relativo pudor que le lleva a tratar con gran cuidado la figura de Lesbia.

   De todas formas, aunque Catulo hubiera insultado abiertamente a Lesbia, así no habría hecho más que reafirmar la intensidad de su amor hacia ella; porque según él, el hecho de hablar mal sobre la persona que se amó es signo de que la pasión amorosa todavía no se ha apagado, sino más bien al contrario: brilla con más intensidad (poemas LXXXIII y XCII). Es aquí donde reside auténticamente la genialidad de Catulo: ha conseguido borrar las fronteras aparentes entre el amor y el odio (poema LXXXV), la traición amorosa de Lesbia no hace más que acrecentar su amor, en lugar de disminuirlo (poemas LXXII y LXXV). Es un hombre que reconoce que su pasión amorosa le está destruyendo (los poemas VIII o XXXVIII, o el poema LI con su otium, Catulle, tibi molestum est), pero aún así ha confesado que es incapaz de dejar de amar, y aún la ama con más pasión todavía. Catulo no puede evitarlo, está preso de la intensidad de sus sentimientos hacia Lesbia, es algo superior contra lo que no puede luchar, ya se manifieste en forma de amor o en forma de odio. Da igual, porque son variantes de un mismo corazón, ambos provienen de un mismo sitio.

   Se suele decir que el poema XI sería cronológicamente el último, porque Catulo confiesa que ya no siente nada hacia ella (nec meum respectet, ut ante, amorem), pero el propio Catulo sabe que no puede hacer nada por salvarse de su amor, que el mero hecho de estar hablando de ella ya significa que la ama (poemas LXXXIII y XCII), o que la odia, porque en el fondo, lo mismo da una cosa que otra.

Bibliografía:

Víctor-José Herrero Llorente (introducción, traducción y notas de), Catulo. Poesías, Madrid, Aguilar, 1967.

Joan Petit (introducción, traducción y notas de), Catulo. Poesía, Barcelona, Planeta, 1990.

Juan Manuel Rodríguez Tobal (versión castellana y notas de), Catulo. Poesía completa, Madrid, Hiperión, 1999.

Mariano Roldán (traducción, prólogo y notas de), Noventa poemas de Catulo, Navarra, Pamiela, 1999.

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