No, no es que el genial filósofo y premio Nobel, autor de obras de gran calado como Principia Mathematica o Historia de la filosofía occidental, decidiera en un momento de su vida hacer sus pinitos en el género de la literatura de autoayuda. Que no engañe el título de este pequeño pero gratificante libro que Russell escribió como respuesta a unas determinadas circunstancias históricas.
Y es que Russell se enfrenta a toda una serie de filósofos que habían robado a la Humanidad, de una forma u otra, la oportunidad de ser felices, desde Schopenhauer hasta Jean Paul Sartre, pasando por Kierkegaard y Heidegger -en España tuvimos a Umanuno-. Unos años antes de la aparición de La conquista de la felicidad, publicada en 1930, Spengler escribe su famosa Decadencia de Occidente, consecuencia lógica de la Primera Guerra Mundial y elemento que ya anuncia la Segunda. En Europa, durante el período de entreguerras, se había perdido la fe en la civilización y el progreso, y los intelectuales volvían los ojos hacia civilizaciones más primitivas. Para otros pensadores, sin embargo, no había salvación posible. Heidegger publica Ser y tiempo en 1927, mientras que Sartre no publicará aún La náusea hasta 1938 y El ser y la nada hasta 1943, ya en plena Segunda Guerra Mundial.
Como se ve en Europa no estaba el horno para bollos, y Russell era consciente de ello. Que no se ve en el filósofo inglés a un utópico o a un idealista, pese a que la filosofía inglesa siempre ha tendido hacia esta particular forma de pensamiento. Dice Russell en el capítulo titulado «Esfuerzo y resignación»: «Excepto en muy raros casos, la felicidad no es algo que se nos venga a la boca, como una fruta madura, por una mera ocurrencia de circunstancias propicias. Por eso he titulado este libro La conquista de la felicidad. Porque en un mundo tan lleno de desgracias evitables e inevitables, de enfermedades y trastornos psicológicos, de lucha, pobreza y mala voluntad, el hombre o la mujer que quiera ser feliz tiene que encontrar maneras de hacer frente a las múltiples causas de infelicidad que asedian a todo individuo». Al menos, ya hemos dado un paso reconociendo que, por más difícil que sea, es posible ser feliz.
La conquista de la felicidad está dirigido a cualquier lector de la clase media o alta. No ocurre así con aquellos que no tengan la certeza de que mañana van a comer o que no sepan si esta noche dormirán bajo techo. Para este tipo de personas lo primordial es cubrir esas necesidades básicas, y habiéndolas cubierto pueden encontrar cierta dicha. Sin embargo, el resto de seres humanos, aun teniendo cubiertas esas necesidades, podemos llegar a ser tremendamente desdichados. Russell ofrece una serie de claves, algunas más convincentes que otras, para superar ese estado de infelicidad.
El libro aparece dividido en dos partes: en la primera parte Russell se detiene en las causas de la infelicidad, y en la segunda parte pone su atención sobre las causas de la felicidad. Cada una de esas partes se dividen a su vez en pequeños capítulos en los que trata los diversos aspectos de cada estado. En la infelicidad habla de competencia -o competitividad-, aburrimiento y excitación, fatiga, envidia, sentimiento de pecado, manía persecutoria -o victimismo- y miedo a la opinión pública. En la parte correspondiente a la felicidad tiene en cuenta el entusiasmo, el cariño, la familia, el trabajo, los intereses no personales, el esfuerzo y la resignación. Russell pone el dedo en la llaga en cada uno de estos aspectos tan importantes en la existencia humana, haciendo a veces un análisis bastante certero, y en otras ocasiones algo desfasado. De todos modos, La conquista de la felicidad ha envejecido magníficamente, lo que demuestra el carácter visionario de Russell y su capacidad para adelantarse a su tiempo.
Russell hace hincapié en un tipo de infelicidad muy curiosa, pero más común de lo que se podría pensar. Es lo que llama la infelicidad byroniana. Este tipo de infelicidad es el que encontramos en artistas y pensadores, pero también en adolescentes. Russell señala como antecedente directo de este tipo de infelicidad el Eclesiastés de la Biblia, donde un sabio cuenta sus tribulaciones. Yo añadiría además una interpretación incorrecta del concepto de catartis que Aristóteles expone en la Poética al hablar de la tragedia. Esta falsa interpretación apoyaría la idea de que las situaciones trágicas y dolorosas purifican nuestra alma. No voy a entrar en la cuestión de si esto es o no verdad -porque sería meterme de lleno en la Poética-, pero el caso es que los que tienen este tipo de infelicidad se sienten orgullosos de ella y se creen por encima del resto de los felices y vulgares mortales. Esta situación se fuerza en los artistas, porque existe la tendencia a pensar que las grandes obras de arte sólo nacen del dolor; en los adolescentes, en cambio, sirve para dar a su existencia unas dimensiones trágicas que hacen del nacimiento del acné una auténtica historia edípica. La solución de Russell consiste en dejarse de tanta tontería y en vivir la vida: «A todos los jóvenes con talento que van por ahí convencidos de que no tienen nada que hacer en el mundo, yo les diría: «Deja de intentar escribir y en cambio intenta no escribir. Sal al mundo, hazte pirata, rey en Borneo u obrero en la Rusia soviética; búscate una existencia en la que la satisfacción de tus necesidades físicas elementales ocupe todas sus energías»».
La propuesta de Russell para alcanzar la felicidad es clara: hay que fuera de uno mismo el mayor número de intereses y dejar a un lado el propio ego. La vida interior, salvo contadas excepciones como la de ascetas y ermitaños, nunca puede ser una vida feliz. La única forma de felicidad posible para alguien normal es construir su vida codo con codo con todos aquellos que lo rodean, plenamente integrado en la sociedad, y siendo consciente de que se forma parte de un todo. No es que Russell proponga desechar por completo al individuo, sino simplemente ampliar su campo de expectativas. Todo aquello que contribuye a la infelicidad apunta hacia el interior de uno mismo: aburrimiento y excitación, fatiga, envidia, competitividad, sentimiento de pecado, manía persecutoria, miedo a la opinión pública. Mientras que la felicidad se consigue a través de ámbitos que suelen apuntar hacia fuera: el cariño, la familia, el trabajo, los intereses no personales; aunque tampoco se olvide el mundo interior: el entusiasmo, el esfuerzo y la resignación. Dice Russell: «El secreto de la felicidad es este: que tus intereses sean lo más amplios posible y que tus relaciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible, amistosas y no hostiles». La felicidad plena sólo se consigue, pues, a través de una vida exterior plena, que deja a un lado el exceso de egocentrismo.
A través de esta propuesta el hombre puede llegar a vencer incluso a la mayor fuente de infelicidad que jamás ha existido y existirá en el mundo: el miedo a la muerte. Es lógico que un individuo permanentemente centrado en sí mismo tenga un miedo atroz a morir; pero en el momento en que ese mismo hombre sale de sí y se siente parte de un todo, se da cuenta de que su vida no se acaba después de la muerte. Puede perpetuarse a través de sus hijos, del amor que puso en ellos, del cariño y de la influencia que ejerció entre sus familiares y amigos, en todas las obras que realizó a favor de la Humanidad, esto último es más común en científicos o artistas -pues como decía Manrique: «no se os haga tan amarga / la batalla temerosa / que esperáis, / pues otra vida más larga / de fama gloriosa / aca dejáis»-.
Ahora bien, el método que propone Russell para llevar a cabo esta propuesta ya no me parece tan convincente. Si una persona tiene tendencia hacia alguna de las causas de la infelicidad, no me parece tan fácil moldear la personalidad hasta conseguir un nuevo individuo predispuesto a ser feliz. Para Russell esto se consigue mediante la influencia de la parte consciente del ser humano sobre su parte subconsciente. Defiende que una persona puede llegar a pensar con tal intensidad en una idea que llegue incluso a cambiar una idea que estaba en el subconsciente. Después de que hayamos pensado insistentemente en esta idea, debemos olvidarnos de ella, y dejarla reposar durante un tiempo, para que haga su trabajo en el subconsciente, lo que Russell llama «consultar con la almohada». No parece que esta especie de método psicoanalítico sea fácil de poner en práctica.
No deja de sorprender que La conquista de la felicidad sea un libro aparecido en 1930. Como ya se ha indicado, Russell demuestra su carácter visionario, describiendo algunos de los aspectos más característicos de la sociedad actual. Así, en el capítulo dedicado al aburrimiento y la excitación. Para Russell el aburrimiento es uno de los grandes males de la humanidad. Y es cierto que si uno se imagina el día a día de una sociedad cualquiera, desde la prehistoria hasta el siglo XIX, no encuentra muchos motivos de diversión exceptuando fiestas ocasionales. El aburrimiento es en nuestros días un mal que está posiblemente en vías de extinción -el que firma estas líneas de hecho tal vez lo haya experimentado un par de veces en toda su vida-, pero la alternativa que se plantea no siempre es beneficiosa. Russell se plantea el aburrimiento en los ratos libres, que no en el trabajo. Algo que ya predecía en su tiempo y que se ha vuelto cada vez más común es la tendencia a llenar este tiempo de ocio, descanso y relax con actividades cada vez más excitantes. Según Russell: «Pues bien, lo que se aplica a las drogas se puede aplicar, dentro de ciertos límites, a todo tipo de excitación. Una vida demasiado llena de excitación es una vida agotadora, en la que se necesitan continuamente estímulos cada vez más fuertes para obtener la excitación que se ha llegado a considerar como parte esencial del placer. Una persona habituada a un exceso de excitación es como una persona con una adicción morbosa a la pimienta, que acaba por encontrar insípida una cantidad de pimienta que ahogaría a cualquier otro». Esta necesidad de excitación cada vez mayor impide que una persona descanse lo que necesita el cuerpo. No es, ni más ni menos, que lo que ocurre con la mayor parte de la juventud durante los fines de semana. Para Russell estos jóvenes nunca podrían ser felices siguiendo ese camino.
Otro punto en el que también hay que considerar la modernidad de Russell es en su concepción del amor. Russell admite la existencia de sexo sin amor e incluso su conveniencia en ciertas ocasiones. Pero no es éste el camino a través del que se pueda alcanzar la felicidad. La sentencia es rotunda: «En las relaciones sexuales casi nunca hay nada que pueda llamarse auténtico cariño; muchas veces hay incluso una hostilidad básica. Cada uno trata de no entregarse, intenta mantener su soledad fundamental, pretende mantenerse intacto, y, por tanto, no fructifica». La única forma de conseguir la felicidad, y el amor es un magnífico instrumento para ello, es a través de la unión conjunta de sexo y amor.
Podría detenerme en infinitos aspectos de este maravilloso libro, pero lo más gratificante es sin duda su lectura. La conquista de la felicidad se perfila como una obra llena de esperanza, profunda e intensa, en la que el único secreto para alcanzar la felicidad es ser buenas personas. El resto ya vendrá solo.
…En los años sesenta y setenta Russell era el ideólogo abanderado al que se abrazaban los jóvenes modernos, hippies incluso, que hallaban un camino en la búsqueda de la felicidad, en oposición al sistema establecido. Su visión de futuro explica el éxito de los pensamientos plasmados en sus ensayos. No es mala señal que la juventud tenga esta inquietud de ideas, esa búsqueda del sentido a la vida, esa necesidad de ser felices. Ojalá que a la juventud nunca deje de importarle esa búsqueda…
SALUDANDO: LeeTamargo.-
Excelente comentario, como siempre. Es curioso como Russell intenta dar un poco de luz en medio de la oscuridad que asolaba en aquellos momentos a Europa (a veces esta oscuridad me recuerda profundamente a Sauron avanzando por la Tierra Media, jiji).
Uno de los problemas que le veo yo a esta teoria es que el psicoanálisis está bastante de capa caída, conservándose más como un mito urbano que como una verdadera teoría psicológica. Es decir, se duda de la existencia del hipotético subsconsciente colectivo, que aún no existiendo si forma una metáfora muy útil de como funciona la mente. Y si le quitas el subconsciente, ¿se sostiene la teoría de Russel? Puede que ni aún manteniendolo, jeje, pero aún así es interesante, y acertado en muchos aspectos.
Un saludo.
P.D.: Acabo de darle una nueva vuelta de tuerca a Diario Nocturno, pero se acerca el final de la historia, gracias por seguirla ^^.
Donde dije ‘inconsciente colectivo’ queria decir ‘inconsciente freudiano’. Me traicionó el inconsciente xD.
Como recuerda lee tamargo, este libro fue una biblia para lmi generación. Lo tenía olvidado en lo profundo de mi subconsciente, pero al leerte me ha salido al consciente, trayéndome recuerdos dulces ya margos de juventud. Un saludo cordial.
Sí, Tamargo, de hecho, es famoso el manifiesto que Russell y Einstein firmaron en el 55, junto con algunos intelectuales más, contra el armamento nuclear. Russell es una persona a la que admirar en muchos ámbitos (a pesar de que me siento algo alejado de las matemáticas), pero sobre todo es digno de admiración porque siempre luchó por lo que consideró justo, aunque eso hiciera que lo persiguieran o encarcelaran. Un saludo.
Angelgris, precisamente la parte del psicoanálisis es en la que veo más problemas, pero también es verdad que eran otros tiempos y se ha avanzado mucho. En general estoy de acuerdo con el contenido del libro. Un abrazo.
Gabriela, me alegro mucho de que haya sido así. Es una pena que la juventud ya no tenga biblias de este tipo. Un saludo.
Sol….yo me leería todo eso…de verdad que lo haría, si se ve que te ha costado y eso…pero es que no me veo….Con el poco tiempo que tengo!!! Que conste que pasé por aki…no m lo tengas en cuenta. Besos
Cuando terminé de leer este libro hace algun tiempo, querido Santino, me quedé pensando en que la felicidad está más en nuestra forma de ver el mundo, dentro de nosotros, que fuera. No es facil verlo así, pero estoy convencida de que así es.
Un abrazo para ti querido amigo.
Keys, no te preocupes, de verdad. Si quieres puedes leerlo más adelante, porque yo tampoco tengo mucho tiempo ahora, y creo que no voy a publicar más entradas largas, al menos hasta que llegue el verano. Un saludo.
Magda, eso que dices me recordó a una frase de Julio César en Los idus de marzo de Thornton Wilder, que decía que el mundo no es ni bueno ni malo, sino como nosotros queramos o hagamos que sea. Tal vez la felicidad sea una predisposición interior o una forma de ver la vida, pero de alguna forma es necesario que esa interioridad entre en comunión con el mundo exterior, porque de otra forma quedaríamos aislados. Un abrazo.
La felicidad como tal me parece una utopía. Más bien yo hablaría de momentos felices, de instantáneas. Lo cierto es que la forma en que veas el mundo (y a los demás) te acerca y aleja de la felicidad. De todas formas me interesa profundizar en el tema y Bertrand Russell es una opción muy convincente.
Saludos.
Te entiendo, Gatito, pero Russell ve más la felicidad como una predisposición en la que intervienen diversos factores, positivos y negativos, a la que se llega potenciando los primeros y evitando los segundos. Como estado puntual la felicidad no es posible, porque como todo polo, no podría existir si no hubiera momentos tristes, y además también es cierto que hay diversos grados de felicidad. Por eso la felicidad a la que se refiere Russell es un punto de vista optimista ante la vida, algo hacia lo que se tiende, sin conseguirse por completo nunca. Gracias por tu visita.
Un saludo.
Escribes muy bien,como siempre, da gusto leer tus escritos, aun cuando no estoy muy de acuerdo. Recuerdo haber leído Theodor W. Adorno dar por muerta la poesía tras lo ocurrido en Auschwitz. Después aclaró màs sus ideas, diciendo que era necesario traducir el dolor a conceptos. Fue una idea fácil de asimilar pues entendí que era necesario recuperar el lenguaje que había sido torcido, reprimido o distorsionado. De qué otra forma devolveríamos las palabras a la verdad? A un prisionero de Guantánamo sólo le vale decir su dolor, nada màs que eso. Que el mundo de hoy es triste, trágico y cruel, es un hecho que nadie puede negar. Lo que sí me parece muy justo, es el derecho a la felicidad. Mejor dicho, tenemos la obligación de ser felices. No podemos permitirnos el lujo de derrocharla o desdeñarla. El cómo? Siendo alegramente críticos. Alegramente intolerantes con las injusticias y los atropellos. En este sentido la lectura de Russel es oportuna. Cómo olvidar aquel texto Por qué no soy cristiano? Era una alegre deconstrucción de mitos que nos afixiaban entonces.
Un abrazo
Errata:Donde dice afixiaban debe decir asfixiaban
…Aunque debo agregar que es muy buena tu actitud, porque gente con buen ánimo necesitamos, y recomondeaciones de libros que nos sacudan y nos digan que nos dejemos de tristezas. Saludos
estoy de acuerdo con que la felicidad no se alcanza solo con poseer cosas materiales, pues muchas de las personas que los poseen pierden el entusiasmo por las cosas pequeñas que causan gran felicidad… lo que verdaderamente interesa son los sentimientos de amor frente a esos seres que con compartir su tiempo con nosotros dia a dia nos van llenando de alegria, por que de que sirve poseer bienes materiales si no tienes con quien compartilos..
bueno este pekeño mensaje se los envia una chica colombiana de 17 años que en relacion con sus grandes aportes queda corta.. en fin mucho gusto con todos.
Erika, no te preocupes. Cualquier aportación es importante, siempre que se escriba de forma sincera y meditada. Un saludo.
La Conquista de la Felicidad es uno de mis libros de cabecera, de esos que uno se lleva consigo, subraya, regala y vuelve a releer. Me gusta como lo cuentas. Y, claro, como dices, «el método» no es fácil. Sí, no es autoayuda, modelar la personalidad es realmente difícil, trabajoso, esforzado…
Buenas! Lo siento pero este libro me ha parecido flojo, flojo, flojo. Casi rozando el patetismo. Si bien es cierto que es mucho mejor leer a Russell que los manuales de autoayuda, siento decir que no hace, en absoluto, una reflexión empírica y fundamentada sino que está proyectando sus experiencias en los demás. Cuando segmentas el mercado de la felicidad… mal vamos. ¿Acaso no tiene todo el mundo derecho a ella? En cualquier caso, opino todo esto porque anterior a este libro leí «El arte de ser feliz» de Arthur Schopenhauer que disecciona estricta y perfectamente la mente humana. En cuanto a temas de felicidad se refiere, Russell no le llega ni a la suela del zapato. Por otra parte, he echado en falta una previa definición del término felicidad. ¿Cómo se puede escribir sobre algo tan hetéreo sin siquiera definir aquello de lo que se está hablando. Tampoco entiendo a qué viene hablar de la vanidad y decir que el querer llegar a la sabiduría es vanidad. Discrepo totalmente. Creo que este señor hablaba por sí mismo dando por supuesto muchas cosas que eran puros clichés. No creo que el querer alcanzar la sabiduría sea un acto vanidoso. Lo es si la meta del que la quiere alcanzar es enseñarla a los demás. Si el que la quiere, la quiere para sí, para poder entender el mundo y entenderse a sí mismo sin hacer ostentación de la misma, en ese caso no es un acto vanidoso. Si el que la quiere, la NECESITA para llenar su vacío existencial original, no es en ningún caso un acto vanidoso sino admirable. El libro del sr. Russell me parece lamentable basado en términos totalmente subjetivos y poco rigurosos que no se ha preocupado de contrastar. Si queremos entender la felicidad desde su base recomiendo al maestro Schopenhauer y la crítica en nuestra web: http://www.culturaencadena.com. Espero haber aportado algo. Y en breve sacaré un artículo de dicho libro…
Felicidades por el artículo, aporta mucho!
A parte que discrepo con Russell sobre el tema de vivir la vida satisfaciendo las necesidades elementales. Sólo satisfaciendo lo elemental uno puede llegar a deprimirse, no sólo porque hemos llegado a un punto en que no cuesta procurarse lo vital (comida y bebida), tal y como él apunta, sino porque la evolución, gracias a lo que sea, nos ha dotado o nos ha dado la oportunidad (no siempre aprovechada) de desarrollar nuestro intelecto y ello comporta avanzar en la búsqueda de uno mismo, del hacia dónde vamos y del dónde venimos. Si a un ser que se cuestiona estas cosas le das un arco y unas flechas y lo pones a correr detrás de los antílopes para poder comer, os aseguro que, si ese ser fuera yo, me clavo las flechas a mi misma. Y no soy ni adolescente ni artista pero hay una parte de los seres humanos que es imposible llenar y eso debemos tenerlo presente. Os vuelvo a recomendar el artículo de nuestra página web e incluso la página entera pues creo que estamos en consonancia de intereses culturales!
Solo quiero expresar que a mi me parecio un libro muy interesante .
Me parece digno de destacar eso que decia Rusell sobre el ocio , el cual es importante en nuestras vidas y casi nadie lo aprecia , ya que la vida se compone de pequeños momentos de felicidad y grandes dosis de ocio y aburrimiento .
Saben a mi me ayudo en una ocasión en que estaba en una encrucijada y me hizo darme cuenta que no importa nada de lo que digan los demas si no solo lo que yo piense, asi que realmente es un texto que recomiendo leer en un momento critico.
Por ahora estoy en otra encrucijada pero recuerdo esa vez y me siento tranquilo . adios
Es realmente interesante, cuando por alguna razón comienzas a pensar en la felicidad y/o en algo más y ello comienza a aparecer en tu vida, si te compras u obtienes un vehículo específico inmediatamente vez muchos iguales y si comienzas a pensar en la feclicidad inmediatamente comenzaras tal vez a observarla en el mundo exterior y eso ya es ganancia puesto que se antojara.
Que bien escriben todos felicidades.
Vaya, recuerdo las páginas de aquel libro y la forma en la que cambió mi forma de pensar, buen blog.
Russell se da de cabezazos contra el Eclesiastés y sale perdiendo.
Gracias por el post; todo esos filósofos son geniales y vale la pena leerlos