«La belleza perece en la vida pero es inmortal en el arte», dijo en una ocasión Leonardo da Vinci. Desde antiguo el arte ha servido al hombre de consuelo para sus desvelos existencialistas. Nos hace sentir conectados a una colectividad, nos recuerda un sentido de transcendencia, de alguna forma, nos conecta con la inmortalidad. Durante siglos el arte sacro ha ejercido esta función, como constante recordatorio de una serie de creencias capaces de dar sentido a una vida. En el siglo XX, sin embargo, los cimientos de esta institución se estremecen cuando el arte comienza a abandonar la figuración. ¿Qué consuelo buscar cuando lo que se tiene delante ya no se reconoce como parte de la realidad? Un reciente estudio publicado en el European Journal of Social Psychology ha demostrado que más de lo que cabría esperar.
Las conclusiones parten de un equipo de investigación dirigido por la psicóloga Verena Graupmann de la Universidad DePaul de Chicago. Para ello pusieron en marcha dos experimentos distintos. En el primero, los sujetos se dividieron en dos grupos. A un grupo de personas se le dijo que pensaran en su propia muerte y al otro se le pidió que mentalizaran un simple dolor de muelas. A continuación se mostraron a cada uno de los grupos las imágenes de una pintura surrealista de Vladimir Kush y de una pintura realista de Edward Hopper y se les pidió que describieran lo que les evocaba cada una. Ambas pinturas fueron descritas como igualmente tranquilizadoras por los sujetos que se habían centrado en el dolor de muelas, pero para aquellos que habían pensado en su propia muerte la pintura surrealista era más reconfortante que la realista, quizá porque aunque a primera vista sea más difícil de interpretar permite acceder a un nivel de comprensión diferente.
En un segundo experimento se sometió a otros sujetos a una resonancia magnética para medir su actividad cerebral. En primer lugar se les mostró varios pares de palabras relacionadas con la muerte, el asco o de carácter neutral, y después se les enseñó pinturas realistas y surrealistas. Los investigadores observaron que cuando los participantes pensaban en la muerte o en el asco los escáneres cerebrales eran similares a cuando miraban pinturas surrealistas. De esta manera, al evocar un estado de sueño no muy diferente de nuestra corriente inconsciente de pensamientos, el arte surrealista adquiere sentido.
Al pensar en la muerte, por tanto, el arte surrealista podría tener el potencial de ayudarnos a sentirnos tranquilos sobre el significado de la vida. Es posible que cuando las personas se acercan al final de sus vidas puedan encontrar consuelo en un tipo de arte que habían rechazado anteriormente. Al fin y al cabo, los gustos pueden cambiar con el paso del tiempo.
Buenas tardes… El surrealismo me encanta, sobre todo en el arte (y especialmente el que realiza Kush). Creo que es verdad lo que se expone acerca del arte surrealista, en cuanto que cobra sentido, al sugerir imágenes cercanas a las que crea el subconsciente (o nuestra mente, de manera inconsciente, al estar dormidos). Imágenes que estimulan ciertas áreas del cerebro, permitiéndonos conectar con pensamientos y sentimientos que no siempre sabemos expresar y que resultan fundamentales para entender y comprender cuestiones muy diversas. Me ha gustado mucho este artículo. Es un tema muy interesante. Gracias. Un saludo.
Lo cierto es que el surrealismo no suele dejar indiferente a nadie. Me he encontrado a personas que les encanta y a personas que no lo soportan. Parece que en este caso no hay puntos intermedios. Yo también me considero un apasionado de este tipo de arte, aunque la muerte no es algo que (de momento) me preocupe demasiado ni en lo que suela pensar. Un saludo.
Hay una persona, mi progenitor, para el que este post tendrá más sentido que para mi – siempre me apasionó el tema de la muerte de cría así que llega tarde -. Él es un amante incondicional del arte surrealista y no desde hace demasiado. ¡Comparto!