Supongo que, a estas alturas de la vida, esta entrada no constituirá un spoiler. Pero adelanto desde ya que voy a soltar algún dato sobre Matrix, esa película tan genial del milenio pasado.

   No hablaré aquí del enamoramiento que tengo con esta ficción futurista o cómo este se produjo, ni tampoco hablaré de la relación pura de Matrix con la filosofía, por qué debería enseñarse en las aulas o la calidad del film. Hablaré del problema filosófico (A.K.A. putada) que plantea uno de los puntos cruciales de la película: la elección del color correcto.

Pastilla roja y azul

   Para todos aquellos que no hayan visto la película, aquí un resumen mediocre (sí, lo siento, nunca podré expresarlo a la perfección) de lo que ocurre hasta la elección mencionada: Neo es un programador que ha escuchado durante un tiempo hablar sobre «Matrix». Matrix es el entorno virtual en el que vive su consciencia, pero para él y su sociedad, Matrix no existe. Ellos no saben que están metidos dentro, y se piensan que están en 1999 (cuando en realidad toda la trama sucede en el futuro). Sobre Matrix no hay pruebas y, sin embargo parece la respuesta a todo. Es un «run-rún» en la cabeza de Neo. Buscando conocer a qué hace referencia ese concepto (y respuestas sobre su atracción al mismo), Neo se involucra con lo que parece una banda de hackers altamente entrenados en combate y filosofía de barrio. De este modo conoce a Trinity y a Morpheo.

   Es este último quien, para rastrear el cuerpo físico de Neo en la realidad, le da a elegir entre dos pastillas. La primera, la pastilla azul, actúa como un borrado de memoria. Si la toma, despertará sin recuerdos y se olvidará de la búsqueda de Matrix. Dará el mundo por sentado y no se hará preguntas absurdas sobre qué puñetas es Matrix. En definitiva, vivirá su vida inconsciente a la realidad.

   La segunda pastilla, la pastilla roja, además de actuar como rastreador del cuerpo de Neo fuera de Matrix, le permitirá salir. Ver Matrix desde fuera, aprender, darse cuenta de la realidad, pero no volver nunca. Solo puede tomar una decisión, y ambas son excluyentes.

   MORPHEO: «Estás porque sabes algo, aunque lo que sabes no lo puedes explicar, pero lo percibes. Ha sido así durante toda tu vida. Algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es, pero ahí está, como una astilla clavada en tu mente y te está enloqueciendo. Esa sensación te ha traído hasta mí ¿Sabes de lo que estoy hablando? ¿Te gustaría saber lo que es Matrix?. Matrix nos rodea. Está por todas partes, incluso ahora, en esta misma habitación, puedes verla si miras por la ventana o al encender la televisión. Puedes sentirla, cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad: […] Que eres un esclavo igual que los demás, naciste en cautiverio naciste en una prisión que no puedes ni oler ni saborear ni tocar. Una prisión para tu mente. Por desgracia, no se puede explicar lo que es Matrix, has de verla con tus propios ojos. Esta es tu última oportunidad. Después, ya no podrás echarte atrás. Si tomas la pastilla azul, fin de la historia. Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja, te quedas en el País de las Maravillas y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda lo único que te ofrezco es la verdad. Nada más.»

   Hasta aquí, la película. Y ahora las reflexiones sobre la gran putada subyacente a la decisión.

   Y es que ambas pastillas son una trampa. Las dos. Aunque una de ellas parezca o sea presentada como la «correcta», lo cierto es que la pastilla roja lleva a una lucha milenaria entre las máquinas y los humanos, conduce a un odio estúpido por lo diferente y te hace enlistarte (o morir) en un combate del que ni siquiera eras consciente y para el que no estás ni remotamente preparado. La pastilla roja abre la mente, sí, pero lo hace de modo que cambia no solo tu percepción del mundo, sino tu situación en él. Sería el equivalente a elegir ver la pobreza en el mundo y estar obligado a ser pobre después de ello.

   «¡Ah, tío…, has mirado!» diría el cachondo de Morpheo, descojonándose por dentro.

   La verdad es que la pastilla roja te atrapa en la realidad, desde la cual eres incapaz de salir (o entrar) a Matrix. Aunque alguien fuese capaz de insertar de nuevo tu mente en Matrix, requerirías un lavado de cerebro para no volverte loco sabiendo que lo que vives no es real.

   Pero si la pastilla roja es una trampa, la azul no es menos encierro que ella, sino más. La pastilla azul es elegir meter la cabeza bajo la cama, ignorando los problemas del mundo (algo así como vivir en la sociedad occidental), pensando que todo va bien. O que, por lo menos, no va tan mal. Esta pastilla te hace pasar a un gratificante estado de inconsciencia sin la posibilidad de percibir cómo están de verdad las cosas a tu alrededor. Lo cual no deja de ser una putada.

   Espero, por nuestra salud mental, que cuando existan universos simulados para volcar nuestra mente, se nos de la oportunidad de elegir en cada momento dónde queremos que esta permanezca, porque de otro modo es muy posible que nos volvamos –aún- más locos de lo que ya estamos.

Comentarios

comentarios