Detrás de las grandes obras de la literatura, de los llamados clásicos, hay muchas matemáticas. Alguna vez hemos hablado de ello a cuenta del análisis estadístico que hizo el Instituto Nuclear de Física de Polonia, en el que se demostraba, después de convertir los textos en secuencias numéricas y observar la autosemejanza y la longitud de los enunciados, que muchas de las obras maestras de la historia de literatura poseen una compleja estructura multifractal. Una idea parecida es la que plantea en su nuevo libro titulado Nabokov’s Favorite Word is Mauve el periodista y estadístico Ben Blatt, que recientemente ha ofrecido una entrevista para la Smithsonian Magazine. La idea es que al hablar de las grandes obras de la literatura lo habitual es centrarse siempre en los mismos pasajes, pero la visión de Blatt es mucho más completa, general y compleja: en una novela de longitud media completa hay miles de datos que pueden ser tomados en cuenta para explicar la grandeza literaria de un autor.
En primer lugar Blatt creó una base de datos de texto de clásicos del siglo XX ‒los que suelen aparecer en todas las listas con los grandes autores de la historia‒ y de bestsellers ‒sacados de los más vendidos‒ para analizar de forma cuantitativa una serie de aspectos. La base de datos incluía entre cincuenta y cien autores y de cada uno de ellos figuraban todas las novelas que habían escrito. De esta manera se podía obtener una visión general de cada autor y cómo va evolucionando en sus libros a lo largo del tiempo.
Al analizar los patrones generales y las tendencias de cada escritor, Blatt descubrió datos que suelen pasar bastante desapercibidos, como las palabras favoritas de cada autor. El título del libro hace referencia a Nabokov y la palabra «malva», usada por este autor 44 veces más de media que cualquier otro escritor en los últimos dos siglos, algo que se puede explicar, tal vez, porque tenía sinestesia. La favorita de Ray Bradbury era «canela», como explicó el propio autor porque le recordaba a la despensa de su abuela; tanto esa como otras palabras asociadas a especias y a olores de ese ámbito son muy frecuentes en el autor de Farenheit 451. Las tres palabras más frecuentes en Jane Austen son «civismo», «imaginación» e «imprudencia», lo que contrasta con las tres palabras favoritas de John Updike que son «beso negro», «polla» y «follado».
También hay un intento por contrastar y, en caso necesario, desmitificar los tan habituales consejos de escritura usando como referencia los textos de autores consagrados. En la sección de frases iniciales hay un apartado dedicado al clima. El novelista Elmore Leonard aconsejaba no abrir un libro nunca hablando del tiempo, una recomendación que se repite en un montón de guías de escritura. Un 45% de los libros de Danielle Steel, por ejemplo, empiezan hablando sobre el tiempo.
Uno de los ejemplo más recurrentes sería el uso de los adverbios. Stephen King lo proscribe en su libro Mientras escribo y la misma opinión es compartida por otros autores como Toni Morrison o Chuck Palahniuk, además de ser habitual en los cursos de escritura creativa el consejo de no utilizarlos por ser una palabra por norma general innecesaria. Cabría esperar, entonces, que los grandes autores prácticamente no los usaran y que su uso sea mucho mayor en autores principiantes que en consagrados. ¿Siguieron Stephen King y todos esos grandes autores que desaconsejaban el uso del adverbio sus propios consejos? Pues bien, parece ser que los libros más conocidos de autores como Hemingway, Morrison o Steinbeck en efecto tienden a usar una menor cantidad de adverbios, como también parece que hay una tendencia por parte de los autores publicados a utilizar menos adverbios.
No es que las matemáticas ni el análisis estadístico vayan a sustituir a la lectura directa de los textos, pero pensemos que una novela puede tener de media unas 50.000 palabras y eso es mucha información, algo que un ser humano no puede asimilar, analizar o comparar en una simple lectura, por muy atenta y cuidadosa que sea. Este tipo de análisis permite ofrecer una visión mucho más amplia de un libro y ofrece respuestas que de otra manera serían bastante tediosas de obtener, además de ser una forma de acercarse a los textos totalmente libre de prejuicios.
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