
Niños esperando a que Laura diga su frase (Fuente).
Al final de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas querían asegurarse de que el nazismo no volviera a aparecer en Alemania, lo que les llevó a poner en marcha un programa de desnazificación, convirtiendo en un acto criminal punible con hasta tres años de prisión gestos como mostrar símbolos nazis como la esvástica o dar el saludo nazi. Sin embargo, este programa se topó con una resistencia atípica: un lorito sudamericano blanco, de quince años, llamado Laura, que vivía en una jaula en el Zoológico Hellabrunn de Munich. Este ave tenía el inquietante hábito de saludar a los visitantes chillando con fuerza la frase «Heil Hitler» mientras movía la cabeza hacia arriba y hacia abajo.
El zoológico había adquirido a Laura a principios de 1949, comprándola en Hamburgo. En principio representaba una gran compra para el zoológico, que estaba escaso en fondos después de la guerra. Los niños disfrutarían escuchando hablar al loro, pensaron los encargados del zoológico, así que lo compraron y lo situaron en una jaula nueva en un lugar privilegiado.
Durante su primera semana Laura no dijo nada inteligible, lo que llevó al personal a temer que posiblemente no hablaba. Pero durante la segunda semana demostró que sí tenía la capacidad de hablar, pero lo que dijo dejó a todos sin palabras. Cuando su cuidadora, Joachim Herzner, entró en la jaula para alimentarla, Laura la saludó con un alegre «¡Heil Hitler!». En un primer momento Herzner no estaba segura de si la había escuchado correctamente, pero luego repitió la frase y ya no quedó lugar a ninguna duda. Ese primer «Heil Hitler» de Laura no fue algo aislado sino que se convirtió en su frase favorita, repetida una y otra vez. El loro estaba dispuesta a decírsela a cuantos se acercaban a la jaula, incluyendo a niños y a soldados estadounidenses, que eran visitantes habituales.
El personal del zoológico estaba horrorizado, ya que por supuesto no eran simpatizantes nazis. Es más, durante la guerra el zoológico hizo lo que estuvo en su mano para combatir a los nazis y cerca del final de la guerra envió a uno de sus elefantes para que ayudara a retirar un tranvía volcado que los nazis usaron para bloquear un puente.
Y para añadir todavía más leña al fuego, la noticia del talento inusual de Laura comenzó a extenderse. A finales de enero, su «Heil Hitler» estaba en los titulares de todo el mundo. Hubo periódicos que lo calificaron entre cómico y siniestro, y también irónico, por el hecho de ser un loro el último portavoz superviviente de las creencias de Hitler. El caso es que la atención de los medios de comunicación hizo que aumentara el número de visitantes del zoológico. La gente se apelotonaba alrededor de la jaula de Laura, esperando a que dijera su frase. Aunque el personal del zoológico agradecía el aumento de afluencia, no podía permitirse albergar a un animal que se mostrara a favor de los nazis. Ya no era solo que la dichosa frase fuera una vergüenza, es que podía considerarse ilegal, de acuerdo con las nuevas leyes.
Para aclarar la situación, los funcionarios del zoológico consultaron con las autoridades aliadas, que admitieron que un loro que decía «Heil Hitler» no era una situación que huibieran previsto al elaborar los planes de desnazificación. Finalmente se decidió que Laura permaneciera expuesta al público en su jaula, pero que el zoológico debía hacer todo lo posible para desnazificarla. Lo cual, por supuesto, era más fácil de decir que de hacer.
Su cuidadora, Herzner, no tenía ni idea de cómo se suponía que había que anular la frase de un loro. La estrategia, conductista, fue doble: con castigo y recompensa. Cada vez que Laura decía «Heil Hitler» Herzner se reía en voz alta, al tiempo que introdujeron a un loro macho joven en la jaula para que ampliara su repertorio. En un primer momento pareció funcionar y sustituyó su frase estrella por otras como «¿Dónde está mi Max?» o «Aquí está tu Laura», pero muchos de los visitantes del zoológico seguían animando a Laura para que dijera la frase prohibida, así que la idea de Herzner no funcionaba.
La situación empeoró todavía más cuando los trabajadores del zoológico descubrieron que tenían otro animal que saludaba a los nazis: un elefante llamado Stefi. El animal levantó su pata imitando el saludo nazi cuando escuchó a alguien en la multitud decir «Heil Hitler». La teoría tanto para Laura como para Stefi es que esos animales pertenecieron a nazis acérrimos y que les enseñaron esos trucos que continuaron haciendo después de la guerra.
La historia de Laura dio un giro extraño cuando el 1 de febrero de 1949, en el apogeo de su fama, desapareció de su jaula. El zoológico informó a la prensa que alguien la había secuestrado, pero unas pocas semanas después el animal volvió a su jaula. ¿La habían robado realmente o el zoológico la había sacado de escena esperando a que el interés hacia ella disminuyera poco a poco? Imposible saberlo, pero la noticia de la desaparición hizo que alguien donara un nuevo loro al zoológico. La frase favorita de este nuevo loro, un ejemplar verde llamado Schnozzola, era «Compra siempre estadounidense». De esta forma, al menos, el zoológico logró un equilibrio político en la jaula de los loros.
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