
Laura Bassi, por Carlo Vandi (Fuente).
Laura Maria Caterina Bassi nació a finales de 1711 en Bolonia. Desde una edad temprana destacó en multitud de campos. En un primer momento fue tutorizada por su primo, el padre Lorenzo Stegani, que le enseñó francés, latín y matemáticas, todo lo cual lo dominó rápidamente. Con trece años, su nuevo tutor, el físico Gaetano Tacconi, le enseñó lógica, física, psicología y otras materias que se impartían en universidades a las que ella, por ser mujer, no podía asistir.
1732 marca el comienzo de la carrera académica de Laura y de sus logros pioneros. Ese año Laura defendió 49 tesis sobre física, metafísica, lógica y otros temas. Fue interrogada por siete examinadores y discutió con ellos sus teorías con absoluta humildad. En aquel momento Laura era conocida en la ciudad por sus conocimientos y su destreza intelectual, cualidades que ya había demostrado en numerosas disputas sobre ciencia y filosofía que había mantenido con eminentes académicos en su propio casa. Incluso el cardenal Próspero Lamterini, futuro Papa Benedicto XIV, quedó impresionado por este joven prodigio, tanto que se había convertido en uno de sus mecenas más influyentes. Esa defensa hizo que fuera proclamada Doctora en Filosofía, coronada con laureles de plata en reemplazo de la boina que llevaban los varones. Bazzani, presidenta de la Facultad de Filosofía y del Instituto de Ciencias de Bolonia, le otorgó el título, convirciéndola en la segunda mujer europea en obtener un doctorado ‒la primera fue la italiana Elena Cornaro Piscopia en 1678‒.
Además de estos honores, ese mismo año, tras otra defensa de otras doce tesis sobre la naturaleza del agua como elemento natural, Laura fue nombrada oficialmente para una cátedra de Física en la Universidad de Bolonia, convirtiéndose en la primera mujer académica con un puesto de profesora en un campo científico. La noticia, sin precedentes, no tardó en conocerse más allá de Bolonia.
En 1745, cuando el Papa Benedicto XIV reorganizó la estructura de la Academia de las Ciencias, tuvo que presionar para que fuera admitida como el miembro número veinticinco de un grupo de científicos, los Benedictinos. Este título tenía una enorme importancia, ya que proporcionaba a Laura una forma de mantenerse comunicada con sus compañeros académicos al mismo nivel, además de ser una plataforma para dar a conocer y prestigiar su trabajo y de contribuir a sus ingresos.
De cualquier manera, ella no tenía los mismos derechos de voto que el resto de Benedictinos y, según parece, solo podía enseñar en ocasiones especiales. Es más, como se consideraba inapropiado que una mujer enseñara en una sala llena de estudiantes varones, cuando comenzó un curso de física experimental en 1749, tuvo que dar una conferencia desde su casa, donde había organizado un laboratorio junto con su esposo, Giuseppe Veratti. A pesar de ello, como el suyo era el único curso que había sobre el tema y como se había vuelto muy popular, la universidad le subió el sueldo hasta las mil liras.
En 1760 comenzó a trabajar con su marido en posibles aplicaciones de la electricidad a la medicina, lo que finalmente la llevó a conseguir la cátedra de Física Experimental en la Universidad de Bolonia en 1776, lo que le dio vía libre a continuar con su trabajo, con Veratti como su ayudante. En el momento de su muerte, dos años después, Laura tenía un ritmo de trabajo de 31 proyectos anuales.
Su compromiso con la ciencia y su talento excepcional atrajeron a destacados académicos a la Universidad de Bolonia y esto no solo tuvo un profundo impacto en la ciencia de la Italia del siglo XVIII sino que también inspiró y allanó el camino para que las mujeres lucharan por conseguir puestos más destacados en el mundo académico.
No hay comentarios