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En la Universidad de Tulane, 1,5 millones de libros y manuscritos quedaron empapados cuando el huracán Katrina arrasó Luisiana en 2005. En 2018, la Universidad de California en Los Ángeles estaba iba a recibir la colección de un donante cuando fue destruida en el incendio Woolsey. Son solo dos ejemplos de la amenaza que suponen los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones o los incendios forestales, para los fondos de libros, incluso aunque estén bajo la supuesta protección de instituciones. Como estos fenómenos se han vuelto cada vez más comunes debido al cambio climático, han aparecido personas que han puesto sobre la mesa la necesidad de buscar formas de proteger los libros ante estas circunstancias.
Muchos expertos piensan que se trata de una carrera contrarreloj. De hecho, un estudio publicado en la revista Climate Risk Management determinó, tras analizar 1232 archivos en Estados Unidos, que casi el 99% de ellos se podía ver afectado por algún factor de riesgo climático. Es por eso que se necesitan estrategias tanto inmediatas como a largo plazo para mantener los libros seguros en entornos potencialmente hostiles. Por otra parte, existen amenazas climáticas mucho más sutiles que un huracán o un incendio forestal. Los cambios de temperatura y de humedad pueden conllevar graves consecuencias.
Una posible solución a estos problemas es la digitalización, lo que no solo da respuesta al cambio climático sino que permite que los documentos sean fácilmente accesibles y compartidos, ampliando el alcance de una colección. Sin embargo, añadir documentos a un servidor o a una nube también presenta sus problemas tanto prácticos como ambientales. Según un estudio de 2019 publicado en The American Archivist, el proceso tiene considerables impactos ambientales negativos, que amenazan a las mismas organizaciones encargadas de preservar el contenido digital. Hay que decidir, entonces, qué tiene el suficiente valor para ser digitalizado.
Además, la catalogación no siempre es perfecta y los archivos pueden estar mal etiquetados y, por tanto, corren el riesgo de perderse para siempre. Por no mencionar que los archivos digitales también requieren una supervisión y un mantenimiento.
Por ese motivo, los expertos están estudiando formas de mantener el libros físicos durante más tiempo y de manera sostenible. Por ejemplo, el Image Permanence Institute, un centro de investigación con sede en el Rochester Institute of Technology, ha analizado más de 1900 millones de datos ambientales de instituciones de todo el mundo para encontrar las mejores prácticas que permitan mantener las colecciones seguras.
La amenaza del cambio climático es un problema constante para la conservación de las grandes colecciones y no existe una solución perfecta, ya que estas tienen cada vez fondos más grandes.
Vía: The New York Times.
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