Cornish con Lázaro IV y V

Cornish con Lázaro IV y V

   Como William James Sidis, supuestamente la persona más inteligente del mundo, Robert E. Cornish también fue un niño prodigio que se graduó con todos los honores y acabó malogrando una prometedora carrera científica. Doctorado a los 22 años por la Universidad de California trabajó en varios proyectos, incluyendo unas gafas para leer el periódico debajo del agua y algunos inventos más que nada tienen que envidiar a las absurdas ocurrencias que años más tarde tendría Paul Pedrick. Fue a partir de 1931 cuando empezó a interesarse por la idea de revivir a los muertos.

   En 1932 trabajó en una máquina de balanceo o vaivén que permitía mantener la sangre fluyendo en pacientes recientemente muertos. En 1933 intentó revivir a varias personas que habían muerto víctimas de ataques al corazón, ahogados o electrocutados, pero no tuvo éxito. A partir de 1934 empieza a realizar sus experimentos con perros a los que bautiza con el nombre de Lázaro ‒I, II, III, IV y V respectivamente‒. Cornish los asfixió con nitrógeno, los mantuvo muertos durante diez minutos y después trató de revivirlos. Los tres primeros intentos fueron un fracaso pero Cornish consiguió revivir Lázaro IV y a Lázaro V, aunque eso sí, con importantes daños cerebrales, una motricidad reducida, grandes alteraciones nerviosas y completa ceguera. Los perros sobrevivieron algunos meses, en los que permanecieron como mascotas en la casa de Cornish. Parece que ambos animales inspiraban terror en el resto de perros.

   La prensa de la época se hizo un modesto eco de la noticia, apareciendo en el New York Times y en Modern Mechanix, una revista de la época. La Universidad de California estaba descontenta con el trabajo de Cornish y decidió expulsarlo del campus, con lo que tuvo que continuar con los experimentos en su casa.

   Visto el relativo éxito de su experimento Cornish mejoró su invento y empezó a plantearse la posibilidad de intentarlo con seres humanos. Como ofrecía una jugosa remuneración a Cornish le llegaron unos cincuenta candidatos. Un hombre de Kansas le pedía 300000 dólares a cambio del riesgo que implicaba el experimento. Cornish también intentó que los gobernadores de Colorado, Arizona y Nevada le entregaran los cadáveres de criminales condenados a la cámara de gas y recientemente muertos, pero la petición le fue denegada.

   En 1947 Cornish consiguió un voluntario que estaba decidido a participar en el experimento. Se trataba de Thomas McMonigle, un prisionero condenado a muerte que no tenía nada que perder. El estado de California le denegó a Cornish el permiso para realizar su experimento porque les preocupaba que tuviera éxito y que tuviesen que dejar a McMonigle en libertad.

   La referencia que muchos tenían en mente al oír hablar de Cornish era Frankenstein, un personaje que había protagonizado una película de la Universal en 1931. En 1935 los directores de cine Eugene Frenke y James P. Hogan le ofrecieron participar en una película sobre su vida ‒la dejo más abajo‒ en la que Cornish haría el papel de sí mismo. La película titulada Life Returns, también de la Universal, pasó sin pena ni gloria. Después de esta pequeña experiencia en el mundo del cine Cornish se fue retirando del mundillo científico y apenas hay noticias sobre él. Poco antes de morir en 1963 sacó su propia marca de pasta de dientes.

   Aunque parezca difícil de creer Stephen King no escribió Cementerio de animales inspirado de la historia de Robert E. Cornish. Según él mismo confesaba en realidad se había inspirado en La pata de mono de W. W. Jacobs

Comentarios

comentarios