Hace unos días comenté a una amiga que existían deportes que se practicaban debido al alto índice de mortalidad que los clasificaba como «de riesgo». Ella, por supuesto, no se lo creyó. Como elemento del conjunto hembras humanas ella sí tiene instinto de auto-conservación, no como el resto del conjunto humanos al que ya he mencionado en alguna ocasión.
Se trata de los tíos, seres que salen en manada, ponen en peligro sus vidas y la de sus familiares y su idea de una noche legendaria se mide en el número de heridas. Sin ir más lejos, mi viaje de fin de carrera a Cuba se midió por las penurias que pasaron mis amigos: una insolación de tercer grado el primer día; un tapón intestinal durante todo el tiempo que estuvimos allí; un accidente múltiple con varios coches destrozados completamente que incluía una visita al hospital y conductores indocumentados y borrachos; colisiones múltiples en motos de agua y el incendio de una de ellas; diarreas nivel llorar porque o estás sentado en la taza del váter o vomitando ‒pero no las dos a la vez‒; llamadas de madrugada desde siniestras habitaciones en las que ya no había nada con lo que limpiarse; y una vuelta en la que un tercio del avión llegó sin calzonzillos porque se habían quedado sin papel entre cagaleras y vomitonas con lágrimas. No folló nadie, ¡y fue el mejor viaje de mi vida!
Por algún extraño motivo, la mitad de la humanidad carece de cualquier tipo de instinto de auto-conservación, lo que sin duda ayudó a la creación de alguno ‒si no todos‒ de los deportes y prácticas físicas de las que hoy hablaré aquí, y que excluyen, por poner un ejemplo, el ajedrez. Si, como mi amiga, tras leerlos lo único que piensas es que son deportes de alto riesgo, no seré yo quien te quite la razón. Pero son de alto riesgo por un motivo muy importante: la adrenalina.
La adrenalina, o epinefrina, es un neurotransmisor que se encarga de ponerte en alerta en una situación de peligro, y que caracteriza a todos y cada uno de los deportes de riesgo. Por si no lo sabías, la adrenalina es una droga que no puedes comprar en una farmacia porque sí, debido a su efecto adictivo. En esencia es similar a darse un chute de cualquier otra sustancia, pero esta es particularmente divertida, ya que activa todo tu cuerpo y lo mantiene en un estado de alerta absoluta durante un tiempo. En otras palabras: los que practican estos deportes quieren sentir miedo a nivel básico, y no podrían hacerlo si su integridad física no pudiese sufrir riesgo estando a salvo. Quizá por eso casi el total sean varones.
Fue muy sonado el caso de Darío Barrio, un cocinero al que le encantaban los deportes de riesgo, como el Wingsuit, y que falleció mientras hacía un homenaje wingsuitero para su amigo Álvaro Bultó ‒fallecido diez meses antes en un accidente de Wingsuit‒. Que primero se mató uno y eso llevó al otro a saltar y matarse, vaya. Para el que no lo sepa, el Wingsuit es una práctica de caída libre con un traje con alas, y la mayoría de la gente que muere en este deporte no lo hace porque el paracaídas no se abra al final, sino porque intentan pasar muy cerca de otros objetos ‒como montañas‒ pero acaban estrellándose contra ellos a altas velocidades. Pero esto es solo lo más conocido del panorama de nuestro país, porque en fechas recientes el húngaro Victor Kovats ‒campeón mundial de este deporte‒ se dio de bruces contra el suelo por un problema técnico. ¿Qué se puede decir de un invento que mató a su creador? El traje sirvió a su inventor, Patrick de Gayardon, durante ocho años. De 1990 ‒momento en que lo inventó‒ hasta 1998 ‒momento en que Hawai se interpuso en su trayectoria de vuelo‒. Esto último inspiró a mucha gente, y de hecho en la primera mitad del siglo XIX solo mataron a especialistas del ejército norteamericano. Pero una vez se supo que Gayardon había fallecido en estas circunstancias la semilla de la imitación surgió para quedarse, y podemos decir con ¿orgullo? que hoy en día muchísima gente se lanza contra la Tierra desde gran altitud buscando adrenalina en su sangre.
Como de adrenalina dispensa el alpinismo, un deporte que nunca he llegado a entender del todo pero que es practicado por bastantes personas. Básicamente es ponerse a subir hasta que no se puede subir más, y luego bajar para ir a subir a otro sitio, a ser posible en el que debas usar bombonas de oxígeno y sherpas. España tiene un récord de muertes en el Himalaya, con cerca de 70 personas documentadas. La historia de estas cimas, en concreto el Everest, es increíble, y tras muchos libros devorados sobre el tema me sigo preguntando qué moverá a la gente desde su cómodo sofá a aquella altura mortal. Sobretodo teniendo en cuenta la falta de escaleras mecánicas.
Que es lo que deberían buscar los escaladores integrales. Integrales significa sin cuerdas ni equipo. Supongo que por aquello de darle emoción, y tanta es la emoción que de cada 27.000 ascensos registrados se consigue que alguien muera. Dicho de otro modo: tienes más posibilidades de que te toque algún premio de la Lotería.
Precisamente a lo que juegan con su vida los surfistas extremos. La diferencia entre surfista y surfista extremo es la ola. Pongo un ejemplo: tú, tumbado en una colchoneta en una playa de Valencia, eres el equivalente mamífero de un alga. Lo siento, pero eso no cuenta como hacer surf. Pero los surfistas extremos sí que hacen surf, tanto surf hacen que en ocasiones hasta consiguen matarse. Algo que, en realidad, no parece tan difícil si lo analizamos con calma. Soy ingeniero, de modo que analizaré el problema de las olas de 30 metros como un ingeniero. ‒Un ingeniero de sofá‒. Una ola de treinta metros ‒una gozada para un surfista extremo‒ es una enorme masa de agua de treinta metros de altura. Eso significa que tendrá, como poco, seis o siete metros de ancho, y que incluirá varias toneladas de agua salina, arena y detritus marino. Y que se moverá a una velocidad nada desdeñable para ser un muro de agua de varias toneladas que arrastra otros varios miles de kilos de corrientes caóticas si te caes de la tabla. ¿Qué es lo que hace un surfista extremo? Evidentemente, ir hacia el muro de agua de varias toneladas y corrientes mortales. Curiosamente es un deporte en el que mueren casi las mismas personas por ser surfistas que por rescatar surfistas. Es decir, que no vale ya con ir a matarse uno solo, este deporte trae invitaciones.
Pero estos deportes se quedan atrás en cuanto a temeridad. Si ya es peligroso subir a una montaña imagínate bajar una que nadie haya bajado todavía esquiando desde su cima. Pero, ¿por qué dejarlo ahí pudiendo lanzarnos desde un helicóptero en marcha? Es el caso del heli esquí, un deporte consistente en subir con un helicóptero a la cima de una montaña y luego bajarla completamente. Un terreno no explorado, un salto de una decena de metros desde un helicóptero en la parte más peligrosa de una montaña y la imposibilidad de rescate llaman la atención de cientos de personas, que se lanzan literalmente al reto. Y lo suelen hacer en Canadá, donde se concentra el 90% del negocio mundial de Heli esquí y el 90 % de las muertes registradas. Y es normal que la cuota de mercado y ataúdes sea tan alta: en lugares como Andorra estuvo prohibido durante muchos años debido al elevado número de muertes.
Pero las ganas de matarse del ser humano, en especial del ser humano varón, no tienen límite. Porque es capaz de inventarse deportes en los que salir vivo es bastante más difícil con cada modificación al deporte original. De todos es conocido que la espeleología es peligrosa: falta de luz y oxígeno, espacios claustrofóbicos, grandes caídas, espacios no explorados, riesgo de atoramiento,… Como también lo es el buceo. Según scubadiving, web especializada en el tema del buceo, hay cuatro tipos de muerte cuando realizas esta actividad: mala salud, errores de procedimiento, cuestiones ambientales y problemas con el equipo. Alguien, en algún momento, tuvo la brillante idea de combinar ambos deportes en uno llamado espeleobuceo. ¿Por qué correr solo los riesgos de un solo deporte de riesgo cuando puedes correr los de dos deportes de riesgo a la vez?
Esto mismo debieron pensar los creadores del surf volcánico, que no es otra cosa que surfear no en agua o nieve ‒que son relativamente cómodas para caer‒ sino en grava volcánica del tamaño de garbanzos. Porque, ¿por qué caer sobre nieve acolchada si puedes hacerlo sobre piedras?
La inventiva humana en cuanto a deportes mortales, como decía anteriormente, no tiene límites. Como por ejemplo el salto base urbano ‒saltar con un paracaídas desde un edificio muy alto‒, el tow surf ‒esperar a que el clima sea de tormenta en zona de arrecifes para surfear olas de más de ocho metros, que ya es ir con el ticket del hospital cogido‒, el Street luge ‒un patinaje horizontal y urbano con velocidades próximas a los 180 km/h y baja visibilidad‒, rafting extremo ‒como el rafting, pero buscando aguas impredecibles, turbulentas y con cascadas importunas‒.
Eso por no mencionar los motorizados como la bicicleta-cohete, que hace poco batió el récord alcanzando los 333 km/h, o ser conductor de camiones impulsados por turbinas de avión, o montar en moto en el llamado muro de la muerte, o el esquí tirado por motos y coches. Y no, no es coña, es una disciplina deportiva en desuso no porque no haya quien lo practique, sino porque no les dejan hacerlo en ninguna parte.
Esta práctica deportiva consiste en esquiar tirado por un vehículo de motor como una moto o un coche, en una carrera. Eso significa jugarse la vida de un modo espectacular en una carrera en la que si tu coche frena, te matas contra él, pero si cualquiera de los coches o vehículos de tu alrededor te golpean, también. Pocos documentos se tienen de este tipo de prácticas, evidentemente por su peligrosidad y la prohibición específica en todo el mundo, pero por suerte tenemos una grabación ‒o una reconstrucción‒ de 1955 de esta práctica en una pista de Bavaria ‒Alemania‒, y lo usaré como cierre con la pregunta abierta: Este artículo, ¿te ha hecho plantearte realizar algún deporte de riesgo o huir de ellos hacia técnicas más ligadas al sofá y alejadas de la auto-mutilación?
Buenos días… Se me ocurren infinidad de cosas leyendo tu artículo. En primer lugar, esa amiga que «por supuesto no se lo creyó» debió pasar una infancia triste, limitada al encierro de una plaza diminuta en una recóndita ciudad…
Yo soy una persona bastante responsable y a la que le preocupa bastante practicar deportes de riesgo. Sin embargo, la gente que me conoce de siempre me tiene por todo lo contrario, es decir, por una persona bastante temeraria (en cuanto a deportes se refiere). No he practicado surf, aunque en el norte tampoco es imprescindible para arriesgar la vida en el mar, una tarde cualquiera de invierno… Senderismo y montañismo amateur sí que he hecho; no he subido a los Picos de Europa, pero te sube la adrenalina igualmente al subir al Alen. Lo de la bicicleta ya ni te cuento, no necesitas que vaya previamente propulsada de ninguna manera, basta con subir al faro de Cabo Mayor para saber lo que es haber arriesgado la vida (con cada vehículo en las curvas y porque no te dan los pulmones ya a mitad de camino). Haber patinado con botas de cuatro ruedas de antaño, en una ciudad donde cada cuesta invita al suicidio, también me parece de alto riesgo (sin contar la «U» del Sardinero, donde los «skaters» y cualquier otra clase de patinador se ha lesionado un montón de veces.) Tanto como rafting, no, pero hacerse el descenso del Sella y bajar esos rápidos ya es una proeza… Lo de volar no lo he probado (sólo en avión y no he intentado en ellos nada raro porque aún me queda algo de juicio). De momento me estoy cuidando, pero no descarto hacer ala delta (para sentirme como Ícaro, con distinto resultado, espero…) Gracias. Un saludo.
P.D.: Me he extendido porque tu artículo también era extenso…
He de decir en favor de la infancia de mi colega que ella jugaba al fútbol mientras yo me decantaba por deportes más divertidos, como el rugbeisbol (deporte inventado que me llevó dos veces al hospital). Pero sí, por lo general la gente de ciudad somos más alarmistas con respecto a la automutilación, y yo en especial.
Eso no significa que en un momento dado una neurona haga cortocircuito con otra y deba lanzarme cuesta abajo con un solo sky, pero sí que tengo eso de la muerte más presente. Con las botas de cuatro ruedas tengo grabado un golpe en el coxis que me dejó en una silla un par de semanas y que fue motivo de mi cese en el deporte.
PD: Se acepta la extensión 😛
Muy buenas reflexiones, gracias mil.
«Quien ama el peligro perecerá en él», dice el Eclesiastés (3,27). No sé si el autor de la frase pensaba en este abanico de riesgos o tenía en mente otro significado, pero pienso que viene que ni pintado.
Contestando a tu pregunta, tengo oído que un abuso del sofá, a lo que confieso no sin rubor que me tienta mi provecta edad, tampoco es cosa buena ni digna de recomendación. Pero digamos que ir desde casa hasta El Corte Inglés, por no abusar de distancias, es al parecer aconsejable, si se practica al menos un día sí y otro no, o antes si se está en peligro de muerte o se ha de comulgar. Y, desde luego, de todos esos disparates que mencionas, jamás me sentí tentado por ninguno, pues desde edad temprana aprendí la diferencia que hay entre esos videojuegos que te regalan una vida nueva por cada fracaso y la vida real.
Muchas gracias a ti por participar en el blog, leer la entrada y emplear el tiempo para contestarla de un modo tan completo.
He de decir que comparto tu visión entre la vida real y la posible simulación virtual (que espero que mejore rápidamente).
PD: Bonita bidimensionalidad proyectada de Calabi-Yau =)
Muy buen ojo, sí señor. Aunque, hasta donde me alcanza la memoria, la variedad de Calabi-Yau es más cosa de Física (y su escabrosa teoría de cuerdas) que de Ingeniería. De lo que vengo a concluir que la curiosidad ha empujado a vuesa merced por tortuosos y más que extravagantes caminos, viajes de los que —según reconozco por lo leído— ha regresado sin la más mínima señal de deterioro.
Se me ha puesto un poco la piel de gallina leyendo tu post. La verdad es que uno, que ya es mayor, recien estrenada la cincuentena, y lo más excitante que ha hecho en el mundo del deporte es el descenso del Sella en canoa, ve como existen un montón de deportes de riesgo de los que desconocía su existencia, y desde luego, no pienso practicar. Un saludo y gracias por tu magnífico y entretenido post.
Muchas gracias por el comentario, Carlos. Un gran abrazo y vuelve cuando quieras. Aquí el único riesgo es el de equivocarnos tecleando 😛