Hay libros que llegan a nuestras manos por los caminos más inverosímiles. En el caso de ocurrió porque Seebook convirtió esta novela publicada por Chidori Books en el primer ebook con olor a tinta, una rareza que no podía dejar pasar por alto. La historia, que además es la primera novela actual que esta pequeña editorial especializada en literatura japonesa incorpora a su catálogo, es una interesante reflexión sobre el poder del dinero y de la religión en la sociedad contemporánea, especialmente en la del lejano país asiático, aunque podría extenderse a cualquier sociedad occidental moderna.
Nada tiene de moderno, todo sea dicho, el poder del dinero. En su comedia Timón de Atenas Shakespeare nos dice que «con él se torna blanco el negro, y el feo hermoso: / virtuoso el malvado; el anciano, mancebo, / valeroso el cobarde y noble el ruin». Quevedo no duda en rendirle pleitesía cuando afirma «Madre, yo al oro me humillo» y acaba concluyendo con su célebre máxima «Poderoso caballero / es don Dinero». Incluso Cervantes, que murió en la más absoluta miseria, divide en dos los linajes que hay en el mundo: «el tener y el no tener». El dinero, en cualquiera de sus variantes, es lo que ha jerarquizado las sociedades humanas desde su aparición. Era, en definitiva, lo que hacía que los faraones descendieran de los dioses y lo que los diferenciaba de los esclavos. No es por tanto moderno ni mucho menos hablar del poder de este, como tampoco lo es hacerlo del poder de la religión, algo que incluso es todavía más antiguo, puesto que existe desde que el hombre es hombre. Huelga decir cómo ambos elementos se han combinado y aliado a lo largo de la historia para refozarse el uno al otro.
¿Qué aporta El todopoderoso Shikaku a la historia de la relación entre los dos iconos de poder por excelencia? Para empezar, la novela relata el nacimiento de un culto religioso y su rápida expansión por todo Japón. Se trata del culto a Shikaku, dios del dinero, al que sus fieles rezan en cajeros automáticos y piden milagros para obtener más y más dinero. La historia de esta nueva religión se narra a través del punto de vista de una familia formada por un matrimonio y dos hijas de mediana edad, Asami y Minami, la primera de ellas casada y con una hija y la segunda divorciada y recién salida de una depresión. La trama arranca cuando la madre de Minami le pide que siga a su padre porque sospecha que está cometiendo una infidelidad. Nada más lejos de la realidad, Minami descubre que su padre se ha convertido en el mensajero de Shikaku y que está al frente de un grupo de cuatro mujeres de mediana edad, fieles al dios del dinero. La propia Minami llegará a plantearse qué hay de cierto en esa nueva religión y si esta puede llenar el vacío en que se ha convertido su vida.
Teniendo en cuenta que en muchos círculos en Japón se considera de mala educación hablar de dinero porque se considera algo sucio y de mal gusto, lo que incluye a la familia de Minami, El todopoderoso Shikaku pone las cartas sobre la mesa en lo que respecta a este tema. Como decía, es habitual que a lo largo de la historia la religión se haya aliado con el dinero para afianzar su poder, como también lo es que multitud de escritores e intelectuales hayan reflexionado sobre la actitud, tan humana por otra parte, de convertir al vil metal en un dios ante el que postrarse; sin embargo, el ejercicio de Naoko Tanigawa supone una visión completamente literal de esa actitud. Al convertir el dinero en un dios, la autora ha conseguido fusionar lo más material con lo más espiritual, un cóctel que tiene todos los componentes para llenar el vacío posmoderno, ese spleen del que hablaba Baudelaire y que hoy en día se ha convertido en el menos poético estado depresivo. De ahí que sea todopoderoso.
Minami tiene todas las papeletas para engancharse a la religión de Shikaku, pero como vamos viendo a lo largo de la novela no hace falta haber pasado por una depresión para sentir esa atracción desmedida; el perfil que encontramos en los fieles del nuevo culto se repite: basta con haber tropezado en alguna piedra, sentirse solo, estar aburrido, llevar una vida mediocre o simplemente no tener demasiado espíritu crítico. El atajo es siempre lo más atractivo, pero muchas veces lo que nos espera al final del camino no es el destino que esperábamos. Una reflexión sobre la presencia del dinero en nuestras sociedades y sobre cómo es capaz de convertirse en el eje de nuestras vidas que bien podría aplicarse, ya lo he dicho, a toda la civilización occidental.
Junto a ella encontramos otros temas interesantes, como lo es la generosidad con el prójimo, el tremendo shock que causó el terremoto y el tsunami de la región de Tōhoku y la catástrofe humanitaria que causó, el medio ambiente, el respeto a los animales, la velocidad de la luz o la estafa de las páginas webs que a las claras se crean como un engaño para sacarle dinero a los usuarios más ingenuos. Todo ello, cómo no, relacionado con Shikaku.
La novela está escrita en un estilo directo, sencillo y fresco, narrada en primera persona alternando el punto de vista de los cinco personajes principales del libro, en pequeños fragmentos entre los que solo hay una pequeña separación. Incluye, además, otros materiales narrativos como notas, noticias de periódicos o trozos con preguntas y respuestas. En los personajes no se profundiza demasiado, a excepción quizá de Minami, y solo lo estrictamente necesario para que podamos comprender la trama, pero es evidente que la intención de Naoko Tanigawa era escribir una novela de ritmo rápido y lectura fácil, sin que ello signifique que no haya reflexiones de calado. De hecho, su punto fuerte es precisamente su crítica a la frivolidad de la sociedad actual, lo que hace que la novela, aunque llena de referencias a elementos culturales japoneses, tanto tradicionales como populares, se lea de una sentada y su mensaje cale después de haber terminado la última página.
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