No hay nada que mayor curiosidad suponga que entrar a una librería y hojear una sección y otra. El olor límpido que trae consigo la celulosa de un libro presto a estrenar por las manos del lector es algo que, quienes amamos la lectura, podría considerarse como un acicate que nos tienta a palpar un ejemplar y otro. Digo esto porque, al entrar a una librería en busca de una determinada novela que llevo tiempo queriendo leer: El Club de la buena estrella, de Amy Tan, encuentro por sorpresa en una sección todos los libros que Donald Trump ha llegado a escribir. Podría ponerse en entredicho si el pelanas de quien ahora dependen muchas decisiones sobre el planeta hubiera llegado por sí mismo a encaramarse a la mesa de un escritorio y, a base de un laborioso quehacer, pudiera escribir un libro.
Me tomo el interés de documentarme al respecto, y por lo visto parece ser cierto. Sí; Donal Trump ha llegado a escribir cinco libros que, por asombro, han tenido cabida entre muchos lectores. Por lo visto ya han sido traducidos al castellano. Y no se descarta que se traduzcan a más lenguas. Su primer título fue El arte de la negociación (1987); donde expone su habilidad para los negocios. Sostiene que el que mundo de los bisnes puede considerarse como un arte y, como tal, hay gente que puede desarrollar su talento y otros que se quedan en el intento. Seguidamente publicó El arte de volver (1999); sigue postulando la gallardía de tomar decisiones arriesgadas: fue durante la década de los noventa cuando mayor impulso tomaban sus negocios con la Trump Ocean Club International Hotel & Tower, Trump Hotel Las Vegas, y su famosa Trump Tower de Nueva York. En el mencionado libro, expone cómo convertirse en un extraordinario líder empresarial. Lo que no habría que descartar que, para muchos especuladores de bolsa, empresarios, capitalistas neoliberales, puede servir como la panacea. Más tarde llegaría a publicar Trump: Los Mejores Consejos de bienes raíces que he recibido (2004); en éste afirma que es importante la confianza con los inversores y fortalecer un plan de disciplina; no se queda corto, y también menciona las influencias de sus principales referencias en el mundo de las finanzas: John Bearden, un gran magnate de una cadena de hoteles en Chicago; Robert Boykin, otro de los mayores empresarios de hoteles en Estados Unidos; M. Anthony Carr, otro de los corporativistas que tantos consejos, según Trump, le ha podido aportar. Parece que no se queda del todo conforme que la expansión de su imperio, y más tarde, en 2010, publica otro libro titulado Think like a champion. Incluso podría interpretarse como un libro de escarceos oportunistas al adular el espíritu emprendedor. Es llamativo una de las frases que dice literalmente, al principio de sus páginas: «Compite contigo mismo para ser lo mejor que puedas ser. Esa es la mentalidad de los emprendedores, ellos saben que competir con los demás, posiblemente, podría reducir sus propios estándares. Esto puede sonar duro, pero es la verdad. Usted tiene que tener su propia visión y no la pierda». Tiene expresamente un capítulo titulado: «No te vendas a ti mismo por poco». Lo que, en cierto modo, puede interpretarse como bailarle el agua al lector.
Sería por testarudo o por tenacidad cuando en 2015, hasta hora su último libro, aparecería América estropeada. Cómo hacer a América grande otra vez. Si bien, podría entenderse éste como una exposición de su conservadurismo político donde apela a los lastres, que, según él, entorpecen la democracia estadounidense. Me he tomado la molestia como forma de documentarme, de leer sus diez primeras páginas –no he podido seguir avanzando más: se me hace intragable– y percibo una postulación claramente neoliberal. Algo que, paradójicamente, a mí, por lo menos, me resulta un tanto contradictorio, porque si Trump se define como demócrata defensor de su Nación, ¿por qué quiere cerrar relaciones económicas con otras potencias mundiales? ¿Por qué delimita una política patriótica con la primacía del «America First»? Por otra parte, no deja de ser una desfachatez, o una actitud desafiante (puede que también bravucona) cuando dice, literalmente en una de sus páginas: «No voy a jugar el mismo juego de los políticos que han estado jugando desde hace décadas. Todos hablan, pero ninguno actúa». Quién sabe si sus libros, lo mismo que pasó en su momento con Mein Kampf, no llegan a imbuir a tantas personas hasta el punto de contagiar sus ideologías. Y es que, ciertamente, cuando Donald Trump ha llegado adonde ha llegado, es porque ha tenido el respaldo de muchos ciudadanos que se han postulado en la defensa de su ideales. De modo que un libro escrito por una persona potencilamente fanática es una bomba nuclear en papel. ¿Podrían servir los libros de Donald Trump para expandir sus afanes políticos? Mismamente eso, pues, hizo Hitler. Y habría que recordar que toda su política incluida el holocausto, fue considerado legal desde el punto de vista político. En líneas paralelas también está Fidel Castro, con su libro La historia me absolverá publicado en 1958. En él manifestó sus cinco famosos discursos históricos que sirvieron para fortificar las «cinco leyes revolucionarias» del Castrismo: la promulgación de una nueva constitución cubana, la reforma agraria, el derecho de los trabajadores, el derecho al cumplimiento laboral y la confiscación de bienes a todas las personas que produjeran fraudes económicos. No sería una perogrullada afirmar que, hombres de profundas convicciones ideológicas, canalicen sus ideales a través de un libro como forma de propagación. La influencia que puede tener esto es inferiormente menor de lo que puede llegar a tener un medio de masas, como la televisión e Internet.
Todas las postulaciones ideológicas de Donald Trump, si no ahora puede que dentro de un tiempo, tal vez lleguen a tener una influencia exuberante si, por caso, todos sus libros llegan a convertir en un long seller, o lo que es lo mismo, un libro que llega a leerse con el paso del tiempo. Por lo menos, una persona con inclinaciones hacia Trump, ya tiene algo que leer del que, por ahora, se ha convertido en el enemigo del mundo.
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