No puedo ni imaginar lo que debió haber sido aquello. Los sentimientos de tristeza, rabia y odio de quienes se vieron obligados a contemplar los textos salir del Instituto para la Ciencia Sexual. Ocurrió la mañana del 6 de mayo de 1933. Decenas de estudiantes de la Unión de Estudiantes Alemanes desfilaron frente al edificio que durante décadas había recopilado el conocimiento de la sexualidad.

   Apoyados por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (el Partido Nazi), dejaron su marcha para correr al interior del edificio en un saqueo coordinado de los textos prohibidos.

   El Instituto para la Ciencia Sexual llevaba décadas reuniendo conocimiento acerca de todos los aspectos sexuales. Incluso sobre aquellos movimientos que hoy día nos parecen un asunto del presente, tales como la homosexualidad o la transexualidad, reprimidos todavía en gran parte del globo.

incautación de libros

Estudiantes de la Unión de Estudiantes Alemanes, organizada por el Partido Nazi, desfilan en frente del Institut für Sexualwissenschaft en Berlín el 6 de mayo de 1933 – antes de saquear y confiscar los archivos, libros y fotos para quemarlas. Fuente: Dominio Público.

   Para el Partido Nazi, aquellos textos eran considerados poco menos que la herejía religiosa. Como tantos otros regímenes totalitarios, se dio la orden de incautar todo el conocimiento degenerado para su procesamiento.

   Me cuesta imaginarme la desesperación de los archivistas, estudiantes o profesores, de aquella y otras instituciones que fueron saqueadas por la incultura, en un movimiento social que buscaba una incultura mayor aún. Sabedores que los libros empezarían a arder nada más alcanzar la plaza pública más cercana con una hoguera que diese ejemplo.

   Habría que ponerse en la piel de aquellas personas que habían colaborado en la creación de todo aquél conocimiento, o aquellas cuyas vidas dependían de que este fuese difuminado por el mundo. El contemplar los rostros de esa parte de sus vecinos que deseaban ver el saber arder.

quema de libros

Estudiantes alemanes queman libros y escritos “no alemanes” en el bulevar central “Unter der Linden” de Berlín. 11 de mayo de 1933. Fuente: German Federal Archives.

   Cuando uno lee sobre las hogueras de las noches cercanas al 10 de mayo de 1933 resulta muy complicado ponerse en papel de aquellos que sufrieron al quemarse de cada página.

   Puedo sí imaginarme las lágrimas de quienes se vieron obligados no solo a mirar cómo la cultura perdía una batalla más frente al fuego, sino forzados también –bajo pena– a aplaudir aquella insensatez. O a mostrar la lealtad, mediante un saludo oficial, a un régimen cuya ignorancia no comprendían.

   Para comprender lo que realmente supuso la quema de libros habría que ponerse en la piel de aquellas personas obligadas a empujar carros repletos de cultura a la boca del fuego que formaban las hogueras en las calles.

   Me pregunto si en aquel momento algún votante original del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán comprendió lo que estaba pasando. Si fue capaz de abrir el foco más allá del día a día que estaba viviendo y puso la quema de libros en perspectiva. Si notó algo la noche en que el Partido Nazi terminó de nacer de las cenizas del conocimiento.

quema de libros

Quema de libros por parte de los estudiantes en Opernplatz (Berlín). 10 de mayo de 1933. Fuente: German Federal Archives.

   No solo me imagino el dolor de aquellos que sabían desde un inicio que aquella incautación era una locura, sino también de aquellos que frente a las hogueras usaron el humo como excusa para llorar, al darse cuenta de lo que estaban haciendo. O de lo que harían a continuación.

   Me es imposible evitar pensar en aquellas personas que eligieron echar los libros al fuego pensando que, al menos, existirían durante un tiempo en sus mentes.

   Leed. Leed hoy, por si mañana llega el fuego.

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