Creo que uno nunca está totalmente preparado para las críticas. He recibido la primera, y me ha sacudido como un huracán.

Abro comillas:

   «¿Qué pasa cuando uno ha logrado todo lo que dicen que hace falta tener y aun así se siente vacío? El momento ese en que las preguntas que no te dan descanso día y noche son: ¿Qué ha salido mal? ¿En qué punto me he perdido? ¿Qué hago?

   Muchos de nosotros ya hemos estado allí: perdidos, cansados, desconcertados, colapsados. Buscando una salida sin saber cómo, con el deseo profundo de sentir paz, de ser simplemente feliz.

   Ya había escuchado que muchos hacen el Camino de Santiago para encontrarse a sí mismos, pero no me imaginaba que era posible ir de la mano con alguien, escuchando sus pensamientos, acompañando los detalles de sus conflictos internos y evolución personal.

   Es así que uno se siente leyendo “La llave del laberinto”: yendo de la mano con el protagonista; acompañando el ir y venir de personas y situaciones que traen enseñanzas, retos, desequilibrio, frustraciones, consuelo, sorpresas, alegrías y señales… este baile de perfecta sincronicidad que es la vida misma.

   Al pasar las páginas, el autor resulta a veces molesto, por la crudeza y atrevimiento con que nos habla, con el alma demasiado desnuda para este mundo regido por el “¿qué van a pensar los demás?”. En otros momentos resulta entrañable, por la misma razón. Es que sus formas muchas veces dan voz a ese grito que tenemos oprimido en el pecho que reclama una existencia más espontánea, que podamos ser nosotros mismos, imperfectos, y que aun así nos acepten, y que nos quieran.

   Yo diría que este libro es una invitación. Una invitación a recomenzar; a mirarnos al espejo sin máscaras, para ver justo lo que NO nos gusta en nosotros y necesita ser superado; y con amor, para que seamos capaces de no juzgar duramente lo que encontremos ahí dentro. Una invitación a replantearnos la vida, a creer que ella nos habla a través de señales, y a tener valor para seguirlas. Una inspiración a transformarnos en una mejor versión de nosotros mismos, en un proceso constante que nos lleva, inevitablemente, a conocer la felicidad.

   ¿Cuál es el precio de ser auténtico dónde se fomenta que seamos artificialmente iguales? En un sistema que nos condiciona a ser esclavos del ego hace falta mucho valor para decir ¡Basta! y ponerse a derrumbar murallas… y sin ellas nos quedamos totalmente vulnerables, pero podemos, por fin, reconectar con nuestra esencia y recuperar la ilusión que tuvimos un día.

   Yo pienso que merece la pena el riesgo. Quiero perderme para poder evolucionar.

   ¿Quién se apunta?»

   Más información en: www.atalayero.com

Comentarios

comentarios