Imagen vía Shutterstock.

Desde la relativa comodidad de su comedor observó el ojo de la tormenta. De alguna forma, los alrededores de su casa, mezclados con la distorsión de los elementos, se prestaban a ser re-imaginados.

En realidad siempre lo hacían.

Como cuando uno aprieta los ojos fuerte y las imágenes parecen querer exprimirse y cambiar de color y forma.

De repente, de un agujero que pareció abrirse en el medio del torbellino, una fuente cayó en el jardín. Hacía un efecto con el viento y el agua como si ya estuviera instalada, mientras pedazos de techos y autos volaban a la distancia. Un parrillero cayó también, quedando posicionado exactamente donde siempre se lo imaginó.

Una mesa de madera con dos bancos plegados pareció descender bruscamente como un frisbee mal tirado en la otra punta. En la misma estaban sentadas dos parejas vecinas con las que no hablaba hacía años. La madera del juego de mesa parecía hinchada de tanto recuerdo reprimido mientras el pasto a sus pies parecía querer desprenderse de la tierra.

Su antigua manguera no se veía por ninguna parte, mientras una nueva, que parecía vibrar como una serpiente indomable se aparecía con su hermano mayor agarrado de una punta.

No parecía haber envejecido bien.

Terco como siempre parecía tratar de controlarla como si de un toro en un rodeo se tratase, haciéndolo revolotear como una cometa. Su antigua novia también apareció, en la otra punta del jardín, abrazada de su perro.

Los pelos de todos parecían bailar un baile infernal, como si estuvieran adentro de un lavarropa, casi intentado formar palabras con mechones fugaces, iluminados por los relámpagos. Si llegaron a formar una palabra o frase había sido en un idioma desconocido para él. Sus ropas se movían como las velas de un barco, siendo sus cuerpos meros mástiles que parecían estar a punto de partirse en dos.

Por un momento que no pareció ni día ni noche todo el grupo de afuera vio hacia adentro y él hacia afuera, apoyado contra el vidrio que parecía estar a punto de explotar. Llevó su mano hacia la traba para abrir la puerta y hacerlos entrar, pero todo pasó muy rápido. El viento volvió a soplar y todos se fueron volando, agarrados de la mesa de jardín como de una barcaza naufragada en un mar hecho de viento.

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