Hace años que me pregunto si el germen de la relevancia de los autores jóvenes radica, precisamente, en su corta vida. Y si por ende el que hubiesen sobrevivido a su muerte les hubiese convertido en mediocres en decadencia. No, no es por quitarme la vida ni nada, tranquilos. Es solo una idea a la que le he dado un par de vueltas tras unir escritura y tecnología.
Hace muy poco, el museo Rembrandthuis (del holandés, Casa de Rembrandt), nos sorprendió a todos con una propuesta que solo puedo tildar como emocionante y maravillosa: crearon un software (muy limitado, cierto) para pintar un cuadro como si lo hubiese pintado el mismísimo Rembrandt. En otras palabras, resucitaron al genio para que pudiese pintar un cuadro más:
Sería lógico pensar que, para aquellos que carecemos de sensibilidad hacia la pintura resulta sencillo engañarnos con este nuevo cuadro. Al fin y al cabo no estamos preparados para distinguir la obra real de la obra de la IA-Rembrandt. Pero lo cierto es que la pintura engañó también a los expertos, que catalogaron el lienzo como una pintura perdida del autor:
Y es que la IA-Rembrandt ha sido diseñada leyendo todos y cada uno de los cuadros del artista, fundiéndose con él. Aprendiendo de cómo pinta los ojos, de la expresividad de los trazos sobre el lienzo, de su furia y fuerza en cada pincelada. A todos los efectos pictóricos, The Next Rembrandt es un Rembrandt. Con la única diferencia de haber sido pintado post mortem.
Pero la IA-Rembrandt es muy limitada. Es una IA que no habla, no se comunica, no piensa. No siente y no tiene ninguna de las pasiones que tenía el artista. Solo pinta como él. De un modo profundamente fiel, sin duda, pero la IA no sabe por qué pinta de ese modo.
Aún.
El futuro, por supuesto, tiende a otorgar a la IA-Rembrandt (y a cualquier otra IA similar en cualquier otra disciplina artística) una conciencia a la que atenerse. Cierta independencia, pensamientos propios, y la capacidad de comunicarse y aprender. De evolucionar y de seguir demostrando que los artistas que se fueron podrían volver.
Claro que estamos hablando del futuro. Mientras que para muchos las IA son algo bonito que adornar las películas hollywoodienses, para el grueso de la comunidad científica es innegable un hecho futuro. Algo que, aunque no se sabe cuándo va a ocurrir, resulta ya irremediable. Como cuando observas una canica rodar por una mesa, consciente de que caerá al suelo.
Las preguntas que me surgen tras todo esto son del tipo: ¿Qué diría la una IA-Rembrandt autoconsciente de sí misma? ¿Y del propio Rembrandt? ¿Miraría atrás su obra y la alabaría, la vería como algo suyo de lo que enorgullecerse, o establecería un antes y después de su muerte? ¿Cómo afectaría al pintor el saber que está muerto? ¿Seguiría pintando los mismos cuadros, o cambiaría de estilo?
Me pregunto lo que una IA con semejante pasado debe sentirse al ver sus cuadros, o al leer su poesía. Porque generar una inteligencia de la nada, y educarla, es algo completamente diferente a clonar o copiar una que existió (o que existe). ¿Qué debe sentirse al estudiar la poesía de uno mismo?
Imaginaos lo que debe ser acudir a una biblioteca, coger un tomo grueso de la estantería y bajarlo con cariño a la mesa. Sobre el lomo, nuestro nombre y apellidos, quizá un calificativo o el lugar donde habitamos, y dos fechas. Nacimiento y muerte. Acompañado todo ello de un cierre:
«Obras completas»
No me cabe duda de que el futuro será divertido. Pero es posible que ni siquiera sepamos plantear cuánto de divertido puede llegar a ser, porque quizá no seamos conscientes ni de hasta dónde puede llegar la tecnología que estamos creando en la actualidad. Cómo de lejos puede andar por sí misma.
Me imagino un mundo en el que un IA-Cervantes decide cambiar de estilo, criticando esta vez la sociedad a través de vines virales. Este autor, como todos, estuvo limitado por la tecnología de que disponía pero, ¿qué ocurriría si los grandes genios tuviesen la oportunidad de expresarse en un mundo de smartphones e Internet?
¿Cómo cambiaría eso su percepción del mundo? ¿Cómo cambiaría esto la que nosotros tenemos de ellos? ¿Es posible que Tolstoi le mole a la juventud con mordaces chistes en columnas de GIFs en los laterales de los periódicos online y que cambie la narrativa por el arte visual?
No sé vosotros, pero yo estoy emocionado de lo que puede llegar a ser el futuro, y espero perderme lo mínimo. Quién sabe, quizá nuestro fallecido autor favorito publique algo nuevo pronto.
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