“El urbanismo crea ideología. La dispersión urbana en la que no hay servicios ni equipamientos, donde primero va la vivienda y después el planeamiento, si es que llega, es una forma de crear una estructura competitiva” que modifica la forma de pensar de las familias que viven en ella. En ‘La España de las piscinas’ (2021, Arpa), de Jorge Dioni López, bucea en cómo la ciudad levantada hoy determina el voto de mañana.
Se han escrito muchos libros sobre urbanismo y eficiencia ambiental. Hace décadas que sabemos que las viviendas aisladas nos cuesta a todos (dinero, agua, atmósfera respirable, biodiversidad), y a pesar de ello la construcción alejada de las ciudades pero ubicadas en su periferia es precisamente la que más ha crecido en España y en países similares. Pero se ha escrito poco sobre cómo esta forma de construir propia del boom inmobiliario afecta al voto. Y afecta.
No hago demasiado spoiler frente a la sinopsis cuando digo que el aislamiento de las personas refuerza el posicionamiento individualista, y que la falta de medios públicos apuntala la fe en la inexistente meritocracia. El des-urbanismo (el concepto es mío) alejado de los servicios municipales es abono para el “sálvese quien pueda” y para consolidar posiciones identitarias. No es por nada que los cinturones de PAUs se volcaron con el voto a Ciudadanos, el PP y la extrema derecha.
Lejos de ser una consecuencia inesperada, este tipo de urbanismo desnudo de recursos básicos como centros de salud, redes de transporte masivo o colegios públicos, es intencionado. Como reitera Dioni en en este ensayo, la desigualdad y precariedad no es un fallo del modelo, sino el modelo en sí mismo. El objetivo de este urbanismo es el distanciamiento social, el pensamiento individualista y competitivo, y el aislamiento.
Cuando se habla de ‘burbujas’ se tiende a pensar en las cámaras de eco producidas por las redes sociales, pero no de las que surgen cuando todas las personas que te rodean se parecen a ti. La ciudad como lugar de intercambio de experiencias desaparece cuando el urbanismo determina dónde puedes vivir según tu nivel de ingresos. La sociedad se estratifica, se cronifica la falta de oportunidades y se heredan las desigualdades. O peor, se crean nuevas.
Aunque al menos se gana en seguridad, ¿no? Muchas familias huyen de la ciudad para alejarse del supuesto peligro que conforma las urbes densas en un imaginario colectivo heredado por eventos históricos del pasado, sin darse en cuenta que toda bunkerización resulta insuficiente para satisfacer el miedo a lo impredecible. Cuando en tu barrio todos son como tu surgen nuevos temores y es necesario vallar la urbanización, instalar cámaras o expedir carnets. Y, tras esto, instalar una puerta blindada o, mejor, acorazada. Al más puro estilo Helen Lovejoy, se hace por los niños. Pero es a ellos a quienes se condena a una cárcel.
Con cada vivienda suburbana adquirida, una familia respira aliviada: han alcanzado un remanso de paz que les permitirá descansar y formar a las siguientes generaciones. Un espacio en el que darse un chapuzón con seguridad. Sin saberlo, ajustan los grilletes de sus hijos y los convierten en dependientes vitalicios de la economía del automóvil y su contaminación, les obliga a buscar asistencia sanitaria privatizada y una educación ídem. Cuando vayan a votar, habrán perdido su fe en el contrato social. El ascensor social está roto, pero al menos siempre podremos darnos un chapuzón en nuestra piscina bunkerizada.
‘La España de las piscinas‘ es un libro que recomiendo a cualquiera interesado en entender cómo influye la ciudad en la que vivimos en el voto. Y cierro con una pregunta para el autor: ¿Qué crees que pensará de la lectura quien haya aterrizado hace poco en un PAU, o quien ya lo hiciese y viese cambiado su voto?
Con el objetivo de ahorrar en libros y reducir (un poco) mi impacto ambiental, este año leeré todos los libros que pueda en la tablet de la fotografía, una BOOX Note Air (reseña). Ninguna de estas reseñas es un anuncio ni está condicionada.
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