Ya, lo sé, esto no es nuevo. Cualquiera que haya cursado una ingeniería y haya tenido la más mínima curiosidad, le preguntó en su momento a su profesor: ¿Qué pasa si corremos a la velocidad de la luz? Para los que tengan la duda seria, les diré que lamentablemente morirían desgastados por fricción contra el propio aire. Pero hoy vamos a jugar a que esto no es así.
Los fotones no envejecen
Tal cual. Bueno, no. Pero casi. Pongamos, para ilustrar eso, a Jerry.
Jerry es un alegre fotón-bebé que acaba de nacer de la gravedad solar, cerca de la corona exterior. Resulta que, debido a la inmensa presión de unos átomos de hidrógeno contra otros, un par de ellos han terminado por unirse para formar un átomo de helio. Liberando, en el proceso, a Jerry, y catapultándolo hacia fuera del Sistema Solar con tal acierto que le cae a un tal Jerry (un vendedor de seguros) en el ojo cuando mira un día de Sol hacia arriba.
Ese fotón, que ha estado unos ocho minutos en movimiento (y que por tanto debería tener unos ocho minutos de edad) tiene en realidad menos de un segundo de vida. Al menos, en lo que respecta a sí mismo. Porque resulta que la materia que viaja a una velocidad cercana a la de la luz existe durante un tiempo, pero el tiempo que transcurre para sí misma es menor que el del observador.
Enseguida volvemos a este punto. Ahora vamos con el otro Jerry.
La descomposición vectorial, y el otro Jerry
Para explicar por qué Jerry (el fotón) es tan joven cuando le da en el ojo al otro Jerry (el vendedor de seguros a todo riesgo), vamos a parar y ver qué es lo que hace este segundo.
Jerry es un tipo normal y triste que vive en uno de esos pueblos españoles con aeropuertos que no se usan. Y, para aliviar la frustración que sufre al trabajar vendiendo seguros que nadie quiere comprarle, un par de veces a la semana conduce por las pistas vacías.
Un día, Jerry se da cuenta de algo importante. Su coche, que está limitado a 100 km/h (recordemos lo triste que es Jerry), recorre la pista de sur a norte a diario en poco tiempo, siguiendo las guías que deberían marcar el rumbo a los aviones. Pero un día Jerry, tratando de quitarse la vida de un modo bastante cómico, decide conducir en una dirección a 5° del norte.
Al llegar al final de la pista, se da cuenta de que ha tardado más tiempo en recorrerla que la vez que no ha intentado suicidarse, y en su cabeza dibuja el triángulo como el de arriba:
- Un lado, de sur a norte, es la primera trayectoria.
- El otro es la diagonal en su lamentable maniobra suicida.
- El tercer extremo es la distancia que hay entre un final de pista y otro.
Jerry se da cuenta de que a la velocidad máxima de 100 km/h, si gasta parte de la velocidad en otra dirección (oeste-este), pierde parte en la dirección sur-norte. Es decir, la velocidad máxima ha de ser repartida entre los vectores sur-norte y oeste-este.
Si en lugar de girar 5° hacia el este gira 10°, además de conseguir esta vez sí suicidarse saliendo de la pista, tardará más tiempo en llegar al extremo de la misma. Habrá descompuesto su velocidad máxima en dos vectores.
Los vectores de la materia
Hasta aquí todo bien, porque son conceptos que ya sabíamos de bachillerato: los fotones tardan ocho minutos en llegar a la Tierra desde el Sol, los vendedores de seguros tienen impulsos suicidas y si descomponemos nuestra velocidad en vectores tendremos que repartirla.
Pero ahora se pone interesante, porque además de las dimensiones de fondo, ancho y alto que nos aparecen junto al
El principal problema que tenemos es que no somos capaces de mirar hacia atrás y ver una proyección perpendicular en el tiempo de nosotros mismos. Y, sin embargo, debéis confiar en mí: el tiempo es perpendicular a las otras tres direcciones espaciales clásicas.
Volviendo al globo aerostático mencionado arriba, si Jerry decidiese partir con el globo desde el principio de la pista y acabar a un kilómetro del extremo suicida de la misma, habría descompuesto la velocidad máxima del globo en los tres vectores clásicos del espacio. Y si el globo fuese a 100 km/h es fácil deducir que tardará más tiempo en llegar hasta allí arriba que si va en coche por el suelo (porque su velocidad estará descompuesta tan solo en dos vectores).
Pero lo que Jerry (el vendedor de seguros) no sabe es que está viajando hacia el futuro a, más o menos, un segundo por segundo. Es decir, su cuerpo envejece a un segundo cada segundo, al igual que el globo, la pista y el coche limitado.
Y, aquí está el concepto bomba: la suma de todas nuestras velocidades es la velocidad de la luz.
O, dicho de otro modo, la velocidad de la luz es igual a la suma de lo que nos movemos hacia delante, hacia un lado, hacia arriba, y hacia delante en el tiempo. Como si el tiempo fuese un vector. O, formalmente, siendo el tiempo un vector.
Dado que la velocidad de la luz (c) es insuperable, estas velocidades no podrían nunca sumar juntas más que c. Por tanto, si a Jerry le da por coger una nave espacial y tratar de suicidarse contra el Sol (por poner un ejemplo) y acelera a un 50% de la velocidad de la luz, su envejecimiento –velocidad a la que pasa el tiempo por él con respecto a cómo para el tiempo fuera de la nave– se verá reducido un porcentaje.
Porque la velocidad máxima que puede alcanzar se tiene que repartir entre todos sus vectores físicos y temporales, y sumar c.
Los fotones (casi) no envejecen
Volvamos ahora al inicio del artículo, cuando Jerry (el fotón) sale disparado del Sol en dirección al vacío del espacio. ¡Fiuuuuuummmmmm…! Jerry viaja muy rápido, a unos 299 792 458 m/s. Es decir, todo lo rápido que puede ir algo por el universo.
Y, dado que está invirtiendo toda su energía en desplazarse, la cantidad de velocidad que gasta en viajar en el tiempo hacia delante es muy reducida. Casi nula. Para Jerry, la salida del Sol y el impacto contra el ojo del otro Jerry sucede en menos de una fracción de segundo.
Si Jerry llevase un reloj (uno muy pequeño, entiéndase) la manecilla de los segundos no habría recorrido ni una cuarta parte entre un segundo y el siguiente desde que Jerry nace hasta que es absorbido como longitud de onda por los átomos terrestres.
Si no quieres envejecer, una opción es viajar a la velocidad de la luz
Por lo tanto, queda claro que el mejor modo de no envejecer es corriendo muy, pero que muy rápido. O al menos intentarlo, dado que nuestro reloj frenará más bien poco con respecto a los de nuestro alrededor a menos que alcancemos una velocidad relativista.
Pero ya os digo yo que no es oro todo lo que reluce, porque para nosotros viajando a la velocidad de la luz será como para Jerry (el fotón). Nuestro tiempo interno pasará a un segundo por segundo, aunque fuera el tiempo pase más rápido y los demás envejezcan que da gusto. Para nuestra desgracia, seguiremos envejeciendo a un ritmo normal con respecto a nosotros mismos. Qué putada.
En otras palabras, alcanzar velocidades relativistas solo es válido si quieres ver la estatua de la libertad hundida en una playa en una Tierra gobernada por gorilas.
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