La Boya es un film muy personal donde su guionista y director, Fernando Spiner, plasmó su alma. Allí cuenta la historia de su familia y de cómo su padre decidió quebrar los mandatos familiares.

«La Boya cuenta la historia de mi padre y a través de él se expresa la idea de que todos podemos trascender a través del arte. A los setenta años él decidió convertirse en poeta. La Película cuenta una parte importante de mi vida en Villa Gesell, pero en el centro del relato se encuentra mi gran amigo de la adolescencia, uno que se quedó en el pueblo y se convirtió en poeta. En cierta forma él es como un otro yo y a través de su historia cuento la historia de mi padre», me comenta Fernando mientras charlamos en su estudio.

Fernando es un tipo cálido, y como todo gran cineasta, un apasionado por el cine. Cuando vi La sonámbula, su primer largometraje, quedé fascinado. Era la primera vez, después de mucho tiempo, que alguien se animaba a romper los mandatos del cine y a dar a luz a una película de género, en este caso de ciencia ficción. En cierta forma, esa costumbre de quebrar los mandatos estaba en su ADN como luego lo descubriría al ver La Boya, su último film.

Desde el estreno de su primer film en 1998 no ha dejado de trabajar en el cine y la televisión realizando otra película de ciencia ficción, Adiós querida luna, y Aballay, un western gauchesco que representó a Argentina en los premios Oscar. Asimismo ha trabajado para la televisión dirigiendo exitosas series como Zona de riesgo, Poliladron y la reciente  Los siete locos y los lanzallamas. Actualmente se encuentra en posproducción un nuevo largometraje de ciencia ficción: El inmortal.

¿Pero quién es Fernando Spiner? Un apasionado, un artista y como todo cineasta, un soñador. Un niño que crea mundos y personajes con su imaginación.

¿Cómo empezaste?

Mi papá fue un tipo muy interesado en el arte, por eso al final de su vida se convirtió en un poeta. Y mi madre era artista plástica. De chico me llevaban mucho al cine. En aquella época se estrenaban en las salas comerciales una enorme variedad de películas de todas las partes del mundo: Mijalkov, Tarkovsky,  Kurosawa, Glauber Rocha, Zanussi lo que quieras. Iba mucho al cine Cosmos a ver cine soviético y los sábados veía «Sábados de súper acción». También disfrutaba mucho de la historieta y de los géneros. Mi Padre además había armado un cine club con otros Geselinos. Creo que esta influencia que tuve de chico me empujó a estudiar cine.

¿Dónde estudiaste cine?  

Solía venir a Buenos Aires a realizar seminarios con David Cohn y Simón Feldman. Como en aquel entonces no había mucha oferta educativa para estudiar cine decidí ir al Centro Experimental de Cinematografía de Cinecitta, en Roma. En esa época en Italia aún estaban vivos los grandes autores como Scola, Monicelli, Fellini, Antonioni, Bertolucci, y todavía filmaban películas. También lo hacían Gianni Amelio, Marco Bellocchio, Nanni Moretti, y guionistas con Scarpelli o Badalucco, y Directores de Fotografia como Carlo Di Palma, Rotuno o Lanci, grandes compaginadores como Roberto Perpignani. Muchos de ellos fueron mis profesores, en un país con una gran tradición cinematográfica; con importantes movimientos para la historia del cine como el Neorrealismo, o la comedia a la Italia, fue una increíble experiencia. Luego regresé a la Argentina con la intención de hacer cosas y me crucé con el mundo del rock. Hice un cortometraje con Spinetta en el 87 y después hice un vídeo conceptual con Fito Páez sobre su disco Ciudad de Pobres Corazones.

Al regresar trabajaste para la televisión, ¿cómo resultó esa experiencia?  

A raíz de mi experiencia en el rock me convocaron para trabajar en televisión, lo que fue un verdadero desafío. Como cualquier oficio, el oficio del director hay que adquirirlo en la práctica, igual que el de zapatero o actor. En la Argentina no había una industria cinematográfica y la forma de adquirir ese oficio era en la televisión. Lo primero que dirigí acá fue una telenovela, ahora estoy agradecido por esa oportunidad porque fue así como empecé a adquirir el oficio: filmaba once secuencias diarias y tuve la oportunidad de trabajar con grandes actores. Luego dirigí Zona de riesgo y Poliladron en el trece y más tarde Bajamar, una producción independiente de gran nivel artístico. Yo estaba muy influenciado por Twin Peaks, y de hecho Bajamar es muy Twin peaks sin lo sobrenatural. Siempre dirigí con mucha pasión, con mucho amor por cada cosa que hacía, sin importarme si era algo menor o una gran producción. Recién a los cuarenta años pude hacer mi primera película: La sonámbula. Tuve la suerte de ganar el concurso de ópera prima del INCAA. El guion lo escribimos con Ricardo Piglia y Fabián Bielinsky.

¿Qué te apasiona del cine?

El cine es apasionante de por sí. Como espectador tenés la posibilidad de viajar a otros mundos, a otras dimensiones, a otras culturas y a otras vivencias, sobre todo cuando hay verdadera pasión y amor por lo que se hace. Como realizador es la mejor profesión del mundo: podés vivir muchas vidas, podés hacer muchos viajes que no duran el tiempo de una película sino el tiempo que lleva realizarla. Viajes que pueden durar veinte años, desde la concepción de la idea hasta la posproducción. Cuando realizás una producción cinematográfica todo lo que ves y todo lo que pensás se plasma en algo que va a quedar para siempre. Hacer una película es una experiencia increíble que te une para toda la vida con un montón de personas. Es una vivencia única y todo depende del modo en la que la abordas. Tiene que ser hecha con ética y alegría. Tengo una familia por cada película que he realizado. Hace poco hubo una reunión por los veinte años de La sonámbula y vinieron actores, técnicos, artistas, muchos de los que participaron.  Lo mismo sucedió en un asado muy concurrido por los nueve años del rodaje de Aballay. Quedamos unidos para siempre. Recordamos con mucho amor esa experiencia. Eso es hermoso, no hay profesión más genial. A su vez es un camino repleto de dificultades. El mundo de cine podrá tener sus propias lógicas y sus intereses pero la experiencia personal es tuya y eso no te lo saca nadie.

¿Cómo fue para tu padre replantear su profesión a esa edad?

Él era de una generación en donde lo que te empujaba era el mandato paterno, no el deseo. Si tu padre quería que fueses médico estabas condenado a eso a menos que rompieras con el mandato, lo que era difícil. Mi viejo estaba signado a volverse farmacéutico porque era una profesión prestigiosa y una salida laboral muy buena. Ese era el mandato de mis abuelos. Él decidió romper con ese mandato a los setenta años, vendió todo lo que tenía para dedicarse a lo que amaba: la poesía. Eso es lo más importante de la vida, descubrir cuál es tu deseo e ir tras él.

¿Hay una influencia de Blade Runner en La sonámbula?

La sonámbula fue un guion escrito junto a Ricardo Piglia, a quién admiraba. Había leído  La ciudad ausente, y me había impactado. En el trabajo nos hicimos amigos y luego se sumó Fabian Bielinsky con quien éramos muy amigos. Presentamos el guion al concurso de Operas Primas  del INCAA y ganamos. Desde el principio la idea era hacer una película de ciencia ficción y Blade Runner era un icono de la ciencia ficción moderna, pero Ricardo Piglia insistió mucho en que a diferencia de la película de Ridley Scott que estaba basada en una novela de Philip Dick, nosotros debíamos buscar en una tradición literaria nuestra, de la que son parte Borges, Cortázar y Bioy Casares. También nos inspiraron películas como Alphaville de Godard,  La muerte en directo de Bertrand Tavernier con Harvey Keitel, La Jetée de Chris Marker, o Brazil de Terry Guilliam a quien en un  festival en Venecia tuve el honor de conocerlo y de charlar con él de muchas de sus películas que me fascinaron.

Las películas de Gilliam involucran personajes que se encuentran entre dos mundos: uno real y uno fantástico u onírico, pero a veces esos mundos se confunden. Hay mucho de eso en La sonámbula. La primera parte de la película se parece a Blade Runner y a Brazil pero la segunda se siente más la presencia de Borges y de Cortázar.

La sonámbula es «La noche boca arriba» de Cortázar, «Las ruinas circulares» de Borges y, en algún sentido, La invención de Morel de Bioy Casares.  Queríamos explorar la idea de que el sueño es la puerta a otra dimensión y de que lo que ocurre en un sueño puede ser real.  Con esta película recorrí muchos festivales de cine fantástico. La mirada que uno tiene de las cosas está atravesada por tu momento histórico y por tus prejuicios. Cuando volví a ver La sonámbula después de muchos años me sorprendió la vigencia que aún tiene.

Ver cine como promotor o director de un festival es muy distinto que hacerlo como realizador o espectador. Lo que hacés es mostrarle a la gente porque el cine es algo tan genial.

Como director del Festival de Mar del Plata tuve la oportunidad de ver cine desde otro lugar, y al mismo tiempo, de aportar algo a la difusión del cine argentino. Encontré un sentido en la idea de dar un servicio a mi comunidad que me enriqueció también como director. Me dio mucho orgullo ser convocado a dirigir Mar del Plata, y lo sentí como un reconocimiento a mi recorrido. Fui con la  idea de abrir el festival a toda la industria del cine y a todos los que somos parte del mundo del cine, y que el festival fuera una ventana que vinculara el cine con el público. También quería promocionar el cine argentino. Fue una muy linda experiencia pero luego de dos años sentí la necesidad de volver a realizar películas, que es  mi gran pasión.

Inmortal es tu nueva película de ciencia ficción.

Es un policial negro de ciencia ficción. Es la historia de una fotógrafa que accede a una dimensión paralela en donde algunas de las personas que murieron siguen vivas.

¿Leías ciencia ficción de chico?

Julio Verne de muy chico me gustaba mucho. Bioy Casares, Cortázar, Borges. Lebrero. Asimov, Bradbury, Philip Dick. Leía mucho la revista El péndulo.

¿Has tomado decisiones riesgosas a la hora de realizar una película?

Una película es una permanente toma de decisiones arriesgadas. Para un director es un proceso en donde se construye convicción con cada pequeña decisión. Son siempre decisiones de riesgo, algunas más evidentes que otras.

 Aballay en un western a la Argentina y los actores están perfectos.

Sí, creo que para el caso de Aballay la elección de Pablo Cedrón como protagonista fue clave. Había algo de su personalidad que era la del personaje,(además de ser un gran jinete). Yo quería hacer una película argentina, un western gauchesco, cuyo protagonista fuera él. Peleé por eso y que fuera Pablo es un gran logro del film.

¿Cómo se usa bien la voz en off?

Es una herramienta más. Un director debe conocer las herramientas con las que cuenta y saber cómo usarlas.

¿Qué autor es el más vanguardista?

Pienso mucho en Alain Resnais y en Polansky como vanguardia del cine paranoico. Pero es probable que eso sea por mi edad. Por ejemplo, la vanguardia en la ciencia ficción: Cortázar, Borges, Bioy Casares. Apenas tengo tiempo de leer y ver alguna película. Ahora estoy trabajando en la post producción de una película que escribí con Eva Benito y Pablo De Santis. Mi vida gira en torno a los proyectos que hago.

¿Por qué creés que los actores aman el género?  

El género es algo muy agradecido por los actores porque en esta parte del mundo, nos quedaron poco géneros en la repartija. Tenemos más tradición en el naturalismo, el realismo, la comedia y el cine social. Para nosotros el gran cine de género es en inglés. Desarrollamos el hábito de ir al cine y leer en vez de escuchar a los actores. El espectador ve una película local y su referencia es la realidad o la televisión. Nos acostumbramos a que los géneros se hagan afuera. Por eso cuando a los actores los llamás para hacer género les encanta porque pueden componer personajes característicos. Cuando lo convoque a Claudio Rissi para hacer del «Muerto», un malo terrible en Aballay fue muy  divertido. Tuvo que hacer mucho y tuvo que componer un personaje que fue memorable.

¿Ha cambiado el cine con la tecnología?  

Para mí el cine no ha cambiado, especialmente en cuanto a la dinámica de la realización que son muy parecidas a las de las primeras películas de la historia, sólo que ahora hay más recursos tecnológicos. Ahora no es necesario arriesgar la vida de nadie como sucedía en las épocas de Buster Keaton. A nivel cultural Internet lo cambió todo porque hoy cualquiera puede bajar la película que quiera y desarmarla plano a plano. Cuando yo era estudiante, para desglosar una escena en planos tenías que ir al cine miles de veces para ver muchas veces la misma escena. Un día nos enteramos de que había un tipo que tenía una VHS y no podíamos creer que podíamos detener la imagen y volver a ver una escena.

¿Preferís el éxito de la taquilla o la realización personal?

Para mí el éxito es poder hacer una película. Si además significa un proceso personal y grupal y te da orgullo lo realizado, genial. Pero es hacerla lo que importa. Conseguir los recursos para realizar una película es un proceso largo en el que lo que vos escribiste se puede perder antes de comenzar a filmar. Pero cuando lográs llevar a la pantalla algo tuyo, algo verdadero, luego de años de trabajo, la satisfacción es enorme.

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