Grabado alemán (Fuente).

Hay infinidad de costumbres del pasado que, vistas a través del prisma de los ojos actuales, no pueden dejar de horrorizarnos. Una de ellas es el lanzamiento de zorros, un deporte de competición por parejas que se hizo muy popular en algunas partes de Europa durante los siglos XVII y XVIII. Esta práctica, llevada a cabo por la aristocracia, consistía en lanzar zorros vivos y otros animales al aire utilizando tiras de tela cuyos extremos eran sujetos por cada uno de los miembros de la pareja, que tiraban del tejido propulsando al animal como si fuera una catapulta.

El lanzamiento de zorros se tenía lugar en terrenos arenosos y patios, normalmente dentro de una instalación circular hecha con lonas, para evitar que los animales se escaparan al caer. Los animales, generalmente zorros, eran liberados de una jaula o una trampa y conducidos a la zona de juego con un cabestrillo. A continuación los participantes tiraban con fuera de los extremos de la tira, que medía unos seis o siete metros, lazando al animal por los aires. El tiro más alto ganaba el concurso. Había competidores expertos capaces de lanzar al animal por encima de los siete metros.

El resultado, con frecuencia, era fatal para el animal arrojado. En una de esas competiciones, celebrada en Dresde por el rey de Polonia Augussto II el Fuerte, murieron cientos de zorros, libres y tejones. Según parece, el propio monarca participó, sujetando uno de los extremos con un solo dedo, mientras en el otro extremo tensaron la tela dos de los hombres más corpulentos de su corte. Este no fue el único gobernante que participó en este deporte. El enviado sueco Esaias Pufendorf escribió en su diario, lleno de sorpresa, cómo Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, tomó parte en una competición celebrada en Viena en marzo de 1672.

Torneo de lanzamiento de zorros de principios del siglo XVIII (Fuente).

El lanzamiento de zorros y otros animales no estuvo exento de riesgos para los participantes. Además de los animales mencionados, se utilizaron otros más peligrosos como jabalíes, gatos montañeses e incluso lobos. No era extraño que los animales, aterrorizados, se volvieran contra los participantes y los atacaran. De cualquier modo, el final era una verdadera sangría, ya que los animales que conseguían sobrevivir al lanzamiento eran rematados a palos.

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