En el mundo hay millones de libros. Hace siete años Google calculó que en el planeta existían, en ese momento, 129.864.880 libros, una cifra que en este tiempo habrá crecido de forma exponencial, porque si hacemos casos al dato que Gabriel Zaid ofrece en su ensayo Los demasiados libros. Según él entre 1950 y 2000 se han publicado la friolera de 36 millones de ejemplares, o lo que es lo mismo, un libro cada medio minuto. O sea, que «si uno leyera un libro diario estaría dejando de leer cuatro mil publicados el mismo día. Es decir: sus libros no leídos aumentarían cuatro mil veces más que sus libros leídos».

   En su día, René Etiemble llegó a calcular que un buen lector puede completar de media entre mil y dos mil libros en toda su vida. Desde este punto de vista, no parece imposible calcular cuántos libros nos quedan por leer antes de morir, al menos en un cálculo más o menos aproximado. Recientemente Emily Temple ha hecho otro cálculo para Literary Hub. Para ello hay que tener en cuenta un par de factores. Lo primero, claro está, es el tiempo que se vivirá. Para calcular la fecha de la muerte se utilizó la Calculadora de Esperanza de Vida del Seguro Social estadounidense, una siniestra herramienta del gobierno que te dice cuándo vas a morir.

   La segunda circunstancia que debe ser considerada es la velocidad de lectura, algo que puede calcular uno mismo fácilmente. Para poder hacer un cálculo general se establecen tres categorías de lectores: «Promedio» el que lee 12 libros al año ‒este dato, del Centro de Investigación Pew, está referido a Estados Unidos‒, «Voraz» con 50 libros al año ‒lo que equivale, más o menos, a uno libro a la semana‒ y «Súper lector» con 80 libros al año. El lector que consiga la hazaña de superar los 80 libros anuales tendrá que hacer sus propios cálculos.

   En Quarzt han volcado los datos en dos gráficos muy ilustrativos, uno para hombres y otro para mujeres. Aunque es evidente que el número de libros que podremos leer es limitado, los cálculos son bastante generosos si se es un lector voraz, al menos en comparación con la estimación de Etiemble. Además hay pequeños trucos para aumentar la cifra, como leer libros más cortos, aumentar la velocidad de lectura o dedicar menos tiempo a las redes sociales y más a leer. De cualquier manera, cálculos como estos nos llevan a reflexionar sobre la necesidad de abandonar un libro que no nos gusta o que no nos aporta nada, porque nos roban la posibilidad de leer libros que nos gustan o que nos aportan.

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