El 4 de diciembre de 2011 ocurrió para muchos algo maravilloso. Se emitió el primer capítulo de Black Mirror, titulado El himno nacional (The National Anthem). Si lo has visto ya, es posible que lo recuerdes porque entre otros actores había un cerdo. De ser así es posible que hayas puesto una mueca, recordando el sentimiento ácido que deja no solo este primer capítulo, sino todos los demás.

antologías ciencia ficción

Durante los últimos años, Black Mirror ha estado casi sola en la pequeña pantalla, liderando la audiencia de las antologías de ciencia ficción, hasta que he llegado Philip K. Dick’s Electric Dreams para hacerle competencia (finales de 2017 en EEUU y enero de 2018 en España), pero también para consolidar la idea de las antologías de ciencia ficción. Vemos algunas diferencias entre ellas.

Centrados en la persona, no en la tecnología

Para quienes hemos devorado una y otra vez la “serie” Black Mirror (es más un compendio de capítulos, ¿no?), nos hemos dado cuenta de que no es un contenido sobre la tecnología, sino sobre el mal uso de la misma. Sin embargo, en cada capítulo hay un invento predominante sobre el que gira todo el desarrollo. Un “algo” que lo cambia todo y al que hay que hacer referencia obligada.

En Philip K. Dick’s Electric Dreams, por contra, los capítulos son mucho más planos” o desfocalizados tecnológicamente, y no recurren tanto a los giros y la histeria tecnológica que plantea Black Mirror. Pero también son más profundos de cara a la ética, moral y filosofía en general. Es cierto que en cada episodio aparecen nuevas invenciones, pero estas rara vez se quedan en un gran desarrollo, sino que involucran unos cuantos haciéndola, en mi humilde opinión, ciencia ficción algo más realista:

Imaginemos que a principios del XIX hubiesen querido redactar un relato sobre este siglo. Es evidente que Internet tendría (de haber acertado) una importancia considerable. Sin embargo, el smartphone, la movilidad como servicio o las plataformas de crowdfunding también tendrían su lugar junto a los eventos migratorios, la política de cambio climático y el replanteamiento del feminismo.

Philip K. Dick’s Electric Dreams construye, en este sentido, mundos más ramificados de la realidad que vivimos, menos conectados entre sí que en la serie de Netflix, y más humanos. Parece quedarse más cerca de la persona y sus decisiones, en líneas generales.

Mientras que en Black Mirror los personajes, debido al (mal) uso de la tecnología tendían a una huída hacia delante, a casi todos los protagonistas de Philip K. Dick’s Electric Dreams se les plantean opciones. Tienen que decidir.

Un final mucho más abierto que Black Mirror

No, tranquilos, no se harán spoilers de Philip K. Dick’s Electric Dreams más allá de unos cuantos comentarios que no desvelan nada de las respectivas tramas. Por ejemplo, que en la serie de Amazon los finales son mucho más abiertos y especulativos, no tan determinados (y quizá negativos) como Black Mirror, ya que si no estamos del todo seguros de qué ha pasado tampoco podremos emitir un voto a favor o en contra de forma ética.

¿Cómo apoyar o reprochar la decisión de alguien cuando te resulta conflictiva entenderla y ponerte en su lugar? Esto es quizá lo mejor y lo peor de Philip K. Dick’s Electric Dreams, y sin duda lo que le ha granjeado tan malas críticas tanto de público como de críticos profesionales. Creo que es relativamente fácil de entender: ¿cómo es capaz de comprender las decisiones judiciales presentes por alguien del siglo XVIII? Exacto, le resulta más que complejo, casi imposible.

Para quienes hemos crecido con los relatos de Asimov, Philip K. Dick o Arthur C. Clarke, y su forma de narrar un mundo de un modo coherente sin necesidad de que una gran invención resultase protagonista, quizá sea más fácil aceptar esta nueva antología. También es comprensible que para el público general, más acostumbrado a un tipo de relato lineal en cuanto a los personajes y más abrupto con la trama, que resulte un auténtico tostón.

Las antologías, más accesibles que nunca

El formato en vídeo no es la única alternativa para leer una buena antología, y estas están tomando fuerza en el mundo del libro (tanto en papel como en digital). Un ejemplo de ello lo veíamos hace unos meses en La Piedra de Sísifo con Los demonios exteriores, de David Rubio.

También podemos irnos a Lectores aéreos, la antología de ciencia ficción con pizcas de fantasía (o viceversa) de Gabriella Campbell, y espero que el lector me disculpe por incluir la cuña personal de Simulados, cuando los programas tengan derechos, antología de ciencia ficción dura que tuve el honor de ver reseñada en esta misma web.

Mi libro, junto al de Gabriella, es un libro “caro” (2,99 euros en su edición digital) en base a los estándares de Amazon, donde podemos encontrar antologías fantásticas por debajo de un euro e incluso por menos si buscamos planes mensuales de lectura. Es increíble el acceso económico que tenemos tanto a libros como a antologías en vídeo como Black Mirror o Philip K. Dick’s Electric Dreams. Os pongo mi caso:

Cada mes abono 15,65 euros por una cantidad de contenido tal que resultaría completamente imposible verlo todo, ni siquiera si cerramos el foco sobre una temática, como la Ciencia Ficción. 13,99 euros mensuales por Netflix, que usamos cuatro personas; 1,66 por Amazon Prime Video; y comparto cuenta de HBO con un amigo en la que no pago nada. Es casi un regalo gratuito.

No creo que la cultura haya sido nunca tan asequible, y tenemos suerte que su abaratamiento económico venga acompañado de una subida de su valor; ya que podemos disfrutar a un menor coste de contenido de muy alta calidad. Si todavía no habéis podido hincar el diente a ninguna de las dos series mencionadas aquí, os recomiendo haceros con una cuenta de Netflix compartida (41,97 euros/año si consigues tres amigos) más una cuenta Prime de Amazon (20 euros/año) que os dará acceso a Amazon Prime Video. Ambas merecen la pena.

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